Durante toda mi juventud y adultez he querido jugar a las damas, pero sólo me he topado con ajedrecistas. Tanto me aburrí del jaque mate, que pasé diez años sin participar en torneo alguno, pues no había ningún jugador tan estimulante como para arriesgarlo todo.
Cuando conocí al Sr. L hace casi dos años, desde un principio quise usar mi tablero de damas. Pero nuevamente jugué ajedrez.
Hoy me visitó y a media tarde pretendí explicarle por qué me gustaría tanto jugar a las damas con él. Sin embargo, no quiso escucharme y habló hasta darme en la torre. Entonces comprendí que es mejor tirar mi tablero a la basura, convertirme en ajedrecista y nunca más insistir en comer piezas de otra clase.
Habemos quienes inevitablemente acabamos jugando al solitario, por mucho que busquemos un compañero de partida o hemos perdido tantos torneos, que ya no nos importa sacrificar un peón más con tal de seguir en el juego.
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