«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Benjamín Vicuña y Julio Chávez. Todo por un beso

Escribo esta entrada del blog motivado por un profundo sentimiento de desagrado como público de la televisión. Comenzaré por decir que si bien antes he hablado de temas polémicos, el asunto que ahora me concentra es a mi modo de ver una polémica absolutamente estúpida.
Para nadie debe ser un secreto -o tal vez podrían suponerlo- que el Islam prohíbe la homosexualidad al igual que el cristianismo y seguramente también el judaísmo debido a que las tres son religiones abrahámicas y por lo tanto, aunque tienen algunas diferencias, en lo medular comparten puntos.
Siendo musulmán no me cuesta para nada entender el motivo de esta prohibición, sea por la legendaria historia de Sodoma, donde los ángeles que Allâh envió para destruir la inicua Pentápolis fueron acosados por hombres e incluso niños que deseaban mantener relaciones sexuales con ellos y al final su pasión los cegó literalmente o bien, en un intento de combatir la promiscuidad exacerbada que se dio en la Antigüedad y por cuyos escandalosos gobernantes se hicieran célebres las cenas y fiestas del Imperio Romano. Hoy nos escandalizamos al leer en los libros de historia que el emperador Calígula cometía incesto con sus hermanas.
Es un hecho que la homosexualidad existe desde los albores del mundo, cuando a algún cavernícola le pareció más atractiva la barba de un cazador que la greñas de su mujer. Aunque intenten convencernos de que los antiguos griegos inventaron esta orientación sexual junto con la filosofía, lo cierto es que al menos dos mil años antes en el Antiguo Egipto ya había esclavos dedicados exclusivamente a entretener al amo cuando su esposa no estaba.
¿Quiénes pasaron a la historia como los guerreros más feroces del mundo antiguo? Los espartanos, unos tipos que se dejaban crecer barba y cabello para parecer leones ante sus enemigos y cuyo ideal de vida era morir en batalla sin rendirse, pues comenzaban su entrenamiento militar a los ocho años. Sin embargo, bien difundido es que al pasar un mínimo de diez años lejos del hogar y acompañados únicamente por su tutor, los jóvenes espartanos se iniciaran sexualmente entre ellos como hoy lo hacen nuestros chicos con Internet. Por favor, no nos hagamos los locos.
Por todo esto, me parece realmente absurdo que ahora los programas de farándula se escandalicen con el beso gay que los actores Benjamín Vicuña y Julio Chávez se dan en una escena de la telenovela argentina Farsantes.
Somos una sociedad extremadamente hipócrita y enferma. Argentina es un país mucho más liberal que Chile y aún así, causa expectación ver a dos actores besándose en el contexto de la ficción. En tanto, los chilenos hacemos una tormenta en un vaso de agua porque Chávez le recomendó a Vicuña bañarse. Me detendré dos minutos para reírme.
Cinco mil personas mueren cada mes en Siria desde que comenzara la guerra civil hace apenas dos años y estamos al borde de una crisis mundial, pero nosotros aquí nos preocupamos del beso entre Vicuña y Chávez como si los hubiesen mostrado dentro de una escena pornográfica. Se me hace tan estúpido que pretendamos vivir en un planeta aparte y además, ni derecho tenemos a ser tan mojigatos después de ver por televisión programas donde la mujer es exhibida cual trozo de carne lista para fornicarle. ¿Dónde están las feministas cuando algo así aparece en pantalla?
En el programa Intrusos de La Red durante el almuerzo, escuché una cuña de alguien diciendo que era muy feo ver a Benjamín Vicuña besándose con otro hombre pero era parte de su trabajo. Por favor, no olvidemos que diariamente nuestros niños son erotizados mostrándoles mujeres que se pasean en bikinis tan pequeños que casi son invisibles. ¿Acaso esto es menos fuerte que ver a dos hombres dándose un beso? Para mi criterio, está por ahí. Además, supongo que la telenovela de Canal Trece (Argentina) se emite en un horario específico, permitiéndole al telespectador sacar a los niños de frente al televisor y aunque así no fuera, corresponde a los padres o adultos responsables hacerse cargo de contenidos mediáticos vistos en cada hogar. No podemos culpar a la productora o el canal por emitir un programa que nosotros no queremos ver. Ocurre que muchas veces nos desentendemos y dejamos que nuestros niños se maleduquen por cuenta propia mientras estamos ocupados con el trabajo o el consumismo y cuando vemos un funesto resultado, nos es más fácil responsabilizar al medio de comunicación. Y cuando no existía la televisión, ¿a qué o quién culpaban los padres irresponsables si el hijo se les descarriaba?
José Miguel Villouta, uno de los panelistas del programa farandulero, planteó muy acertadamente que si nuestra sociedad quisiera poner a dos actores besándose para contribuir con la apertura de mentes, deberíamos esperar que aquella escena fuese interpretada por dos homosexuales declarados y no personas pretendiendo ser gays, porque esto sólo contribuye al rating haciendo que en diversos medios de comunicación se trivialice el asunto. Debo admitir que el punto señalado por este periodista es digno de analizarse.
Saquemos la guitarra y la mariguana. Vemos diariamente programas donde se muestra al gay como figura bufonesca mientras el animador coquetea descaradamente con mujeres que usan escotes y minifaldas diminutas; toleramos series que caricaturizan y promueven el adulterio; aplaudimos programas disque teatrales cuyo climax de la obra llega cuando el protagonista es cómicamente sorprendido infraganti por su esposa mientras intenta mantener un encuentro íntimo con otra mujer –hermosa y joven por cierto- que enloquece de pasión; tenemos farándula en todos los canales discutiendo quién se acuesta con quién… ¿Y debemos poner a dos actores heterosexuales en una escena gay porque sería demasiado fuerte ver a homosexuales auténticos?
Por otra parte, si bien es cierto que lo más destacado del tema es el interés público por ver a Vicuña interpretando una vez más a un homosexual, me parece humildemente que si viéramos a dos actores gays en la misma escena, el morbo sería aún mayor y poco o nada nos interesaría contribuir a la tolerancia social. Al contrario, querríamos ver hasta dónde son capaces de llegar los productores y guionistas para alcanzar el más alto rating. Pues nada, vayamos todos en patota a encerrarnos en un convento hasta que esta Sodoma moderna también sea destruida.
Lo único cierto de todo esto es que no tenemos un filtro para seleccionar lo que vemos. Ergo, nos es imposible diferenciar entre un programa que contribuye y otro que simplemente destruye mentes. Este fenómeno seguirá existiendo hasta que el mundo se acabe y lo más desalentador es ver como nosotros, el público, somos conformistas e incapaces de exigir algo realmente bueno desde todo punto.
Pretenden vendernos el cuento de que su objetivo es abrir mentes, mostrar realidades sociales y contribuir a la tolerancia. Por televisión pagada podemos ver Espartaco, Los Borgia, Juego de Tronos, Sangre verdadera –Sangre fresca en España- y ninguna de esas series ha pretendido nunca ser un aporte académico o cultural destacable, pero muestran de casi todo sin cortarse un pelo, porque son honestos admitiendo que su único objetivo es entretener a quien las ve… Aquí los mojigatos las ven igual, supuestamente por el contesto histórico de algunas pero cuando muestran apenas un beso gay en televisión abierta, es como si no hubiese nada más importante de qué hablar. ¿Cómo hubiera sido si los actores aparecieran desnudos en la escena? No me lo quiero ni imaginar, porque no sólo los programas de farándula estarían hablando sino que habría trascendido a otras esferas del acontecer nacional.
Somos mediocres en extremo. Algunos por ver el programa para saber hasta dónde llega, otros por seguir hablando del tema en lugar de ocuparse con asuntos realmente importantes y unos tantos, lo somos por tolerar que a ésto se le llame “controversia”. En verdad les digo que mientras sea así, nos mereceremos lo que hasta ahora tenemos.
Foto 1 (arriba, derecha): beso de Dan Feuerriegel y Pana Hema Taylor en Spartacus - Vengeance.
Foto 2 (abajo, izquierda): beso de Benjamín Vicuña y Julio Chávez en la telenovela argentina Farsantes.

3 comentarios:

Pedro Ignacio Tofiño dijo...

Es la sociedad que hemos creado. Un monstruo que nos fagocita.

Veru Figue dijo...

Carlos, no sólo la telenovela se transmite en horario central, sino que el beso fue esperado, no sólo por los seguidores de la tira diaria, sino por aquellos (me incluyo) que no vemos la telenovela. No hubo polémica en Argentina, pues creo, que desde la sanción del matrimonio igualitario y la igualdad de oportunidades que se implementan, el beso, forma parte de la vida cotidiana para muchos. Hay rechazo y es verdad, pero de un sector minoritario que no se hizo mediático.

Yahya. Carlos Flores A. Escritor. dijo...

Aquí lo hicieron ver como la Sodoma moderna :D

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.