Aquí los diarios de
la escritora británica Virginia Woolf en Sussex. Eran pequeños cuadernos de
bolsillo donde registraba conversaciones privadas con amigos o lo que le
acontecía diariamente. Cuando guardaba reposo debido al trastorno bipolar que
padecía, solía escribir «Cama» solamente.
El 28 de marzo de 1941, Woolf se suicidó. Se
puso su abrigo, llenó sus bolsillos con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de
su casa y se ahogó. Su cuerpo no fue encontrado hasta el 18 de abril. Su esposo
enterró sus restos incinerados bajo un árbol en Rodmell, Sussex.
En la fecha de su suicidio, su marido escribe
la última entrada en el diario igualmente breve, escribiendo «Muerta».
Para mí, que como escritor también tengo el
hábito de llevar un diario, hay ciertos momentos en los cuales me es inevitable
la comparación, guardando las distancias porque seguramente soy mucho más
conocido por este humilde blog que por Alma Negra, mi hasta ahora única novela
publicada.
Elhamdulillah hay momentos en los que sin
sufrir depresión bipolar, quisiera desaparecer en algún lugar distante donde
nadie me conociera y allí, olvidar mis penas o a la gente que las causa.
Seguramente hay muchos de ustedes que me
entenderán. A veces se tienen ganas de tomar una mochila con pocas cosas y
partir sin rumbo fijo. Sin embargo, habemos quienes por impedimentos físicos no
podemos hacerlo. Ahora mismo me siento como Alí Babá, el de los cuarenta
ladrones, porque estoy todo el día metido en la cueva (mi habitación) y extraño
muchísimo pasear por Eminönü o Beyoğlu comiendo un simit.
En Chile la vida se me apaga un poco, aunque de todas maneras
siempre agradezco a Allâh (swt) el estar vivo, pues me permite darme cuenta de
los grandes tesoros que tengo.
Para la gente que hoy está deshumanizada debe
ser realmente frustrante no poder apreciar en su total magnitud algo tan valioso
como el afecto, el incalculable valor de un abrazo dado sinceramente, porque
deseas quedarte pegado a la persona que se lo das.
Aún más angustiante para Virginia debió ser
notar cómo perdía aquellos amores, presa de una enfermedad que entonces era
considerada demencia. Un dolor en el pecho les viene a aquellas personas que
tienen tanto cariño para dar y por diversas razones, no pueden. Supongo que el
alma torturada es parte del contrato de ser artista.
Así le ocurrió también a la célebre Frida Kahlo, quien también llevaba un diario actualmente
publicado, bastante más heterogéneo de aquellos que uno está acostumbrado a
leer con simples palabras, señalando fecha y acontecimiento, como yo lo hago.
En este caso, la
artista también plasma su vida con otras formas de creatividad como la técnica
epistolar, la pintura y el dibujo, permitiéndose hacer un autorretrato
literario del cual posteriormente, muchas veces arrancó páginas para obsequiar
a sus amistades.
En la foto del diario
se lee «Diego», haciendo referencia a Diego Rivera, su marido entre 1929 y 1931
y quien fuera considerado el gran amor de su vida.
Frida Kahlo murió en Coyoacán el 13 de julio
de 1954, dejando tras de sí un patrimonio cultural ricamente nutrido no sólo
por sus pinturas sino también por la narrativa casi literaria que éstas
contenían.
Equivocado está quien cree que una narración
puede entregarse a través de las palabras. Ya desde la Edad de Piedra el hombre
primitivo pintaba las paredes cavernarias con imágenes semejantes a la fauna
que le rodeaba y gracias a eso, nosotros sabemos en parte cómo se desarrollaba
su vida entonces.
Para muchos hoy resulta más fácil y
entretenido ver la adaptación cinematográfica de una novela, pues leer el libro
constituye un obvio ejercicio de concentración e imaginación que muchos han
dejado dormir.
Imágenes estáticas como las que hacía Frida
en sus pinturas, recobran el sentido narrativo del dibujo prehistórico y nos
transportan a los tiempos primigenios del ser humano, cuando esa expresión
infantil de pintar se transformó en un medio de comunicación masiva, pues desde
aquellos años hasta hoy millones han podido recibir el mensaje.
Tal vez mi mayor legado como escritor sea el
diario en sí mismo, del cual aquí les dejo una imagen muy representativa de lo
que soy, aunque pocos puedan leerlo tras mi fallecimiento, porque dudo que a
alguien le interese tomar ese material para editarlo y publicarlo. Sé bien lo
jodido que es editar un manuscrito.
Muchas páginas se han perdido durante estos
años debido a mudanzas o simplemente porque se han borrado, como cuando solía
escribir en el computador y un virus me obligó a formatearlo en 2001. Sin
embargo, parte de ese relato se mantiene archivado en mi librero, dando cuenta
del casi imperceptible crecimiento que he tenido, los cambios en mi forma de
pensar y actuar frente a la vida y al mundo que me rodea y a veces, me absorbe.
Ahí está el fiel testimonio de todos quienes
han pasado por mi vida: aquellos que se fueron y quienes he preferido conservar
a mi lado. De algún modo, el diario no sólo constituye una acreditación de mi
propia existencia sino también las de todos ellos y cómo han influido para
hacerme quien soy.
Ocasionalmente escribir se convierte en una
tarea demandante más que en un método de escape y entonces, debo respirar hondo
para dejar que mi mano se mueva incluso estando acalambrada, por falta de
descanso. Ésta es sin duda alguna, otra razón por la cual me gustaría escapar:
porque en algunas oportunidades mis relatos son aquel pasaje hacia otras
dimensione, donde no necesito ser yo mismo.
Posiblemente todo escritor ha sentido alguna
vez que su pluma es la llave hacia un mundo imaginario, donde puede navegar libre
y esta realidad constante no lo persigue. Sin embargo, llega el momento en que
debemos retornar al encierro de nuestras aprensiones, los temores inventados,
las acosadoras culpas y las limitaciones innegables.
Aún así, sigo escribiéndolo porque me resulta
increíblemente terapéutico y hasta un buen método para evitar el psicoanálisis
cuando cumpla cuarenta. En sus páginas puede haber un avispero de
frustraciones, pero también la máxima felicidad que he experimentado. Y de todo
ello quiero guardar un recuerdo para sentirme vivo si llega en día en que, como
Virginia, me sea imposible levantarme de la cama.
2 comentarios:
Hola.
Muy interesante ésto que escribes... Los diarios para mi son una constante en mi vida. Escribo desde que tenía 12 años. Así que tengo muchísimas libretas y desde hace algunos años dos diarios públicos que uno es el que hace referencia mi perfil y otro, dónde uso mi nombre real. Yo como tú a veces me he preguntado si a alguien le gustará editar lo que he escrito por tantos años... Pero siempre caigo en cuenta que quizás el valor mayor sea el haberlo hecho y cambiar algo en los pocos interesados en leerlo.
¿Has leido los diarios de Anaïs Ninn? saludos.
As salam aleykum. Yo la verdad escribo un diario desde que tenía cinco años, pero mucho material se me ha perdido.
Si quieres, puedes hacerte seguidor de mi blog.
No he leído a Anaïs Ninn, pero te agradezco el dato. Salams.
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