«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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sábado, 20 de septiembre de 2014

No se vale pontificar

Comúnmente cuando hablo de religión, me topo con gente que está constantemente objetando lo que las religiones dicen, como si sirviera de algo que estén en desacuerdo. Durante el Tedeum Ecuménico de este año, Monseñor Ricardo Ezzati habló contra la idea de legalizar el aborto en Chile. Horas más tarde en el noticiero, aparece una entrevistada feminista defendiendo los derechos de la mujer y diciendo que el Cardenal no debía opinar sobre estos asuntos. En lo personal y como musulmán, también estoy contra el aborto en cualquier circunstancia, aunque haya quienes digan que por ser hombre, no tengo derecho a manifestarme.
Disculpen pero esto no se trata de feminismo, machismo o quién tiene más derecho a opinar sobre ciertos temas. Yo no soy católico obviamente, y en muchos aspectos no tengo nada en común con la Iglesia Católica Apostólica Romana; para cualquiera que lee este blog eso es evidente. Sin embargo, las declaraciones del Cardenal Ezzati fueron hechas dentro de un contexto en el cual se defienden posturas religiosas más que ideologías sociales, aunque a veces se confundan. Creo que en muchos sentidos la Iglesia es inconsecuente pero al menos en este, si el Monseñor hablara a favor del aborto para caerle bien a las feministas, se echaría a todo el mundo encima.
Cuando se sostienen charlas sobre religión, es fácil convertirlas en un debate sin sentido donde pareciera que alguna postura debe ser ganadora y en realidad, sólo se trata de ampliar conocimientos inclusive por cultura general. Yo siempre tengo en mente que el judaísmo existe desde hace seis mil años, el cristianismo hace dos mil y el Islam mil cuatrocientos treinta y cinco. Por lo tanto, cuando doy la perspectiva musulmana sobre algún asunto, no tiene caso que la gente objete, pues no inventé las reglas y no seré quien la cambie.
De igual modo, considero que si alguien adopta determinada religión, no debe esperar que ésta se adapte según su conveniencia, pues sería imposible darle en el gusto a cada individuo. Somos nosotros quienes debemos adaptar nuestro modo de vida para ajustarnos a uno nuevo. Sin embargo, ocurre que muchas veces cometemos el garrafal error de juzgar determinado credo por lo que hacen o dicen algunos de quienes lo profesan, generalizando. Además de olvidar que la religión nos da ciertas directrices para llevar una vida correcta y la naturaleza humana es imperfecta, juzgamos a quienes se equivocan como si tuviésemos el derecho de hacerlo y metemos a todas las personas dentro de un mismo saco.
Escuchaba en la televisión decir a un gay que toda su familia fue católica hasta el momento en que escucharon a Ratzinger hablar contra los homosexuales. Es cierto que durante un tiempo él fue la cabeza de una institución que mueve a millones, pero no considero apropiado dejar la religión que uno tiene por las desafortunadas declaraciones de un ser humano imperfecto como todos.
Es cierto que si profesamos una religión, debemos proceder como dicta en cada momento. Pero con todas las trampas mundanas que hay y nuestras innumerables limitaciones humanas, no deberíamos decir que determinado credo es malo o que los fieles lo son, juzgando alguna conducta.
Hace pocos días estuve hablándoles sobre el perdón divino y la facultad humana de disculpar las ofensas. Empero, quienes más hablan de tolerancia son los que menos errores toleran y su rapidez para despotricar es mayor a la del rayo luminoso, sin considerar que muchas veces nuestras mayores equivocaciones son causadas con la lengua.
Tanto que hablan de ser libres, respetar los derechos humanos y la igualdad de minorías sexuales. En algunos casos, estos conceptos son esgrimidos por quienes no tienen ni Dios ni ley, empresas, instituciones que se proclaman voceras de una causa, etcétera. Yo antes era de ellos y conocí gente que no era buena, tuve malas experiencias, me arriesgué demasiado, cometí grandes errores. No digo que ahora sea un santo, porque estaría muy alejado de la verdad. Sigo equivocándome y mi sufrimiento es tal, que a veces me cuesta respirar por el llanto, dándome ganas de que todo se resuelva lo antes posible.
Quienes me conocen saben que soy una persona sola, jamás he tenido pareja, soy enfermo porque padezco diabetes además de usar silla de ruedas, mis complejos son innumerables y mi diario íntimo es un avispero de frustraciones. Cuando se trata de religión, todo el mundo habla de las restricciones que se imponen, pero nadie considera el enorme consuelo que puede traer al corazón de alguien como yo… Y eso sin considerar que hay gente en peores condiciones.
Es fácil dar nuestro punto de vista o hasta imponerlo y en el caso de la comunidad GLBTI por ejemplo, se ha convertido en un sector social burlado por los heterosexuales. Mientras más aparece un gay en los medios desfilando por el Día del Orgullo, mayor es la indiferencia que individuos e instituciones ejercen. Según yo y como ya he manifestado antes en este blog, los cambios vendrán cuando dejen de hojear revistas pornográficas para leer novelas, abandonen los saunas y gimnasios para asistir a cafés literarios u obras teatrales, frecuenten menos las discotecas y más los museos, gasten su dinero en centros culturales y no en centros comerciales. ¿Cómo esperan tener derecho al matrimonio igualitario, si no hacen nada para cambiar la imagen frívola que se tiene socialmente? Mi profesora, Cecilia Vera, decía «Como te ven, te tratan» y tenía razón.
Es que en cualquier aspecto de la vida humana, ya sea religión, libertad sexual o relaciones en sus diversas variantes, solemos ser egoístas en el sentido de que exigimos cosas, pero no estamos dispuestos a renunciar, comprometernos ni cambiar en nada. La vida funciona de manera que sólo obtenemos algo cuando demostramos merecerlo y valorarlo. ¿No será que algunos abandonan la religión, porque temen mirarse al espejo y que no les guste su reflejo? «Tanto me das, tanto te doy», como dice la doctora María Luisa Cordero.
La comunidad GLBTI seguirá existiendo como lo viene haciendo desde los tiempos aurorales del mundo, de la misma manera que la religión mantendrá sus principios intactos hasta el Día del Juicio Final. Yo sólo desearía que quienes hablan tanto de tolerancia y Dios por ambos lados, fueran capaces de respetar, amar y aceptar al prójimo como un igual.

6 comentarios:

Graciela Alejandra dijo...

Lei tu blog, me gusto mucho tu reflexión, en lo personal no estoy siguiendo ninguna religión, es cierto que la mayoría de la personas toman sólo lo que les conviene de una religión y es muy verdadero que juzgamos muchas veces una religión por como se comportan los feligreses. Me quedo con tu frase final ...." fueran capaces de respetar, amar y aceptar al prójimo como un igual".

Yahya. Carlos Flores A. Escritor. dijo...

Y estoy escribiendo otra ahora...

Graciela Alejandra dijo...

sorry que repitiera tanto religión...

Yahya. Carlos Flores A. Escritor. dijo...

No pasa nada.

Graciela Alejandra dijo...

sólo mala redacción pero aqui no cuenta jajajjaa

Yahya. Carlos Flores A. Escritor. dijo...

Pero se entiende. En todo caso, a veces también me pasa y soy escritor.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.