«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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jueves, 6 de noviembre de 2014

Entre el Cielo y el Infierno estamos nosotros

Reconozco que últimamente no he sido constante al actualizar este blog. Y es que además de tener poco tiempo, otras ocupaciones e incluso preocupaciones que no viene al caso detallar públicamente, ahora me restrinjo más para escribir porque resultaría monotemático seguir abordando los mismos temas de hace años atrás, cuando me embarqué en esta aventura sin saber dónde me llevaría. Ahora son otros mis intereses y debo confesar que tampoco puedo decir mucha más novedad en relación a los asuntos previamente tratados, pues tengo un punto de vista sobre todo pero la mayoría de las veces no concuerdo con nadie que se atreva a decir «Sí, yo pienso lo mismo».  Para ser sincero, recientemente es más la gente que discrepa conmigo, ya sea por genuinos puntos de vista contrarios o como ya es costumbre en mi caso, porque simplemente produzco cansancio.
Hace poco un amigo católico a quien sólo llamaré Sr. F. A. me confidenció su homosexualidad bastante tímido y yo, que dejé la timidez hace quince kilómetros o quince años, no pude darle todos los consejos que me hubiese gustado compartirle. Ambos somos creyentes conociendo perfectamente la historia de Sodoma y Gomorra que en realidad, formaban parte de cinco ciudades o la Pentápolis (a saber Sodoma, Gomorra, Adama, Zeboím y Segor) situada al sur de Canaán que en la actualidad abarca Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Éste es el motivo de que mi amigo se sienta apenado con la supuesta idea de que Dios lo odie por ser homosexual.
No lo culpo por pensar así, pues muchas personas que también se definen como creyentes, especialmente tradicionalistas y conservadores, cometen el gravísimo error de apuntar con el dedo a alguien, condenándolo al Yahannam o Infierno sólo por llevar otro estilo de vida distinto al suyo. Como musulmán que soy, debo hacer ver lo que es ilícito según el Din y le he dicho que tanto en la Biblia como en el Noble Corán el pasaje que narra esta historia relacionada a Lut (a. s.) o Lot para los cristianos, muestra con claridad la postura de Allâh (swt) en dicho asunto. Sin embargo, también es cierto que sólo Él decidirá quiénes se salvan o condenan, no correspondiéndonos a nosotros juzgar y además, hasta donde entiendo el único pecado que Él no perdonaría es la idolatría, misma que profesan muchos conservadores rezándoles a supuestos asociados que según sus dogmas, Dios tendría. ¡Bah! Por último pero no menos importante, muchos olvidan que Allâh (swt) es Al-Ghaffâr (el Indulgente, el Perdonador por excelencia), Al-Khabîr (el Sagaz, el Bien informado. Aquél que conoce los secretos más íntimos de las creaturas) y también Al-Jasîb (el Calculador, Aquél a quien se debe rendir cuenta).
Muchos dicen que la homosexualidad va en contra de la creación de Allâh (swt), basándose en la historia de Lut (a. s.) y tomando en cuenta algunos detalles. Para empezar, Sodoma no era una ciudad en la cual simplemente existieran algunos homosexuales, pues las fuentes especifican que sólo Lut (a. s.) era heterosexual y hasta su esposa disfrutaba observando intimidad entre hombres. Así mismo, se detalla que cuando Allâh (swt) envió a sus ángeles para destruir las urbes, debió enceguecer incluso a los niños porque hasta ellos perseguían desesperados a los misioneros celestiales para intentar ultrajarles. El Noble Corán describe que la degeneración llegaba al grado de asaltar a hombres en los caminos, quitándoles sus bienes y forzándolos. Inclusive se narra que nunca antes en toda la historia humana pudo verse tal nivel de depravación. Estoy especulando al decir esto, pero seguramente hasta para un homosexual de estos tiempos tan deshumanizados, eso resultaría al menos chocante mientras que para alguien virtuoso debió ser el Infierno en la Tierra. El mismo Lut (a. s.) vivía en un constante asedio y los sodomitas intentaron invadir su casa cuando recibió a los ángeles, hermosos como ningún hombre que hubiesen visto antes. Ésta es la razón de que en las religiones se penalice la homosexualidad, a pesar de que no se hayan destruido otras ciudades como Roma, donde también sus pobladores estaban demasiado perdidos.
Si bien las tres principales religiones reiteran la misma perspectiva porque Allâh (swt) no prohibiría a una comunidad lo que le permitiera a otra, es necesario entender que la Biblia y el Noble Corán no autorizan al creyente para discriminar de ninguna forma. Poniéndolo de manera entendible, el Islam prohíbe también el consumo de alcohol, pero poniéndome como ejemplo para no ofender a nadie, el Noble Corán no dice en ninguna parte que yo pueda discriminar, humillar o maltratar a un borracho si lo veo por la calle o en algún otro sitio; sólo dice que el alcoholismo está prohibido. Según lo veo, ser musulmán no me da derecho a imponer mi estilo de vida o mis creencias a quienes me rodean y tengan otros credos, porque espero que los demás sean tolerantes conmigo pero lograrlo requiere que no sea invasivo y respete los espacios.
Antes había experimentado la discriminación por ser minusválido y a quien me conoce, le consta que no he podido conseguir ningún trabajo estable en algún medio de comunicación masiva pese a tener talento como escritor y comunicador social, porque ninguna empresa se tomaría la molestia de adaptar siquiera la infraestructura arquitectónica de sus oficinas para permitirme el acceso en silla de ruedas. Después vi cómo algunos amigos con quienes trabajé por corto tiempo sufrían la homofobia, porque son homosexuales y debían soportar ser humillados públicamente sin dar demostraciones sexuales de su orientación. Otras veces vi cómo la gente se burlaba o los estigmatizaba tachándolos de promiscuos, afeminados, degenerados sin siquiera conocerlos.
No quiero tapar el sol con un dedo pretendiendo que la promiscuidad no es asunto vivido por homosexuales. Pero con el mismo realismo debemos asumir que este fenómeno también se da entre heterosexuales que cometen adulterio, fornican, contratan servicios sexuales de profesionales y después, con la mayor hipocresía, apuntan con el dedo a los gays.
Quiero aclarar algo escribiéndolo aquí con negrita y destacándolo con color para que no quepa duda alguna de mi perspectiva: en ningún momento he dicho que debamos declarar lícito lo reprobable ni quiero ser tomado por apóstata. Simplemente digo que nuestro planeta es uno solo y nos guste o no, debemos aprender a convivir con gente cuyo modo de vida no siempre nos satisface. No podemos exigir ser respetados si en cualquier asunto somos incapaces de tolerar la presencia de otros al punto de querer desaparecerlos.
Ahora he incorporado a mi glosario el concepto de islamofobia y no es que me esté refiriendo exclusivamente a mis hermanos musulmanes sino que por ser yo mismo musulmán, es ésta la realidad que actualmente más conozco. El Sr. F. A. conoció hace poco a un hermano de fe mío, que paradójicamente también se llama Yahya, es homosexual pero vive en un país mayoritariamente islámico. Ambos viven la difícil existencia de quien intenta compatibilizar su orientación sexual y su credo sin que lo primero anule lo segundo. ¿Se entiende? Sr. F. A. por su parte, debe lidiar con gente que le recrimina constantemente ser algo que él no escogió y al mismo tiempo, le exige ser heterosexual para merecer el amor de Dios. Mi tocayo en tanto, lucha diariamente no sólo con la discriminación religiosa sino además, social por vivir en un país donde esto resulta especialmente reprochable e incluso peligroso. No nos engañemos, pues hasta en Chile, donde la mayoría es «católica a su manera», todavía hay quienes se creen con derecho a atacar psicológica, verbal o físicamente a alguien diferente por la razón que sea.
Por eso y no otra razón es que tanto me molesta ver en Internet algunas publicaciones afirmando que todos los minusválidos somos objeto de caridad temporal, que todos los homosexuales son poseídos por una locura que les hace presa de sus pasiones más bajas, que todas las mujeres rubias son estúpidas o que ningún ex presidiario puede reformarse. Me molesta profundamente vivir en una sociedad donde el valor lo dan las etiquetas y no se nos considera seres humanos por encima del estereotipo. He vivido en carne propia la discriminación, el rechazo, la burla y sé que sólo por sentido común no puedo mirar a nadie como si valiera menos que yo.
Sé que no es correcto refugiarse en una religión, cualquiera sea, para dar rienda suelta a nuestros prejuicios contra quienes nos parezcan pecadores, aunque lo sean. Isa (a. s.) conocido por los cristianos como Jesús, dijo sabiamente «El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra» y hasta ahora se ha transformado en la frase cliché de quienes quieren hacer todo lo incorrecto sin recibir reproche alguno, pero deberíamos meditar en su verdadero significado.
Cuando era cristiano, nunca pretendí vestir una sotana para decirles a otros feligreses quién se salvaba mientras tuviera mis instintos bajo la ropa. Ahora que desperté al Islam, sé que no me corresponde amenazar con el Yahannam a mis hermanos si se equivocan. Como musulmán estoy consciente de mis propias limitaciones y no quiero mirar a los demás como si estuviesen por debajo de mis zapatos y tuviese el derecho de corregirles incansablemente en todo. No quiero ser considerado un santo porque no lo soy ni lo seré. Soy sólo un hombre, que está en la Tierra, entre el Cielo y el Infierno, como todos.
Debemos tener siempre presente que sólo Allâh (swt) perdona, salva, condena o castiga, porque nadie más puede ver los corazones, comprender y conocer hasta el más oculto secreto que ni siquiera nosotros queremos reconocer, porque nos avergüenza hasta pensar en ello.
No sé si mis lectores son creyentes, ateos, agnósticos o simplemente leen esto para entretenerse un rato. Lo que sí sé es que el Sr. F. A. y Yahya deberán encontrar un equilibrio propio y muy personal en sus respectivas almas, para no enloquecer con la tormentosa idea de que Dios no los ama. Mis últimas palabras en este artículo son para decirles que no puedo dirigir sus vidas, pues cada persona debe hacerse responsable de sus propias acciones. No escribí estas líneas para aconsejarles que se dejen llevar por sus propios deseos ni para obligarlos a llevar una vida en estricto celibato… Allâh (swt) nos revela lo que necesitamos saber sobre lo lícito e ilícito, ni más ni menos. Escribí esto pretendiendo recordarles en lo posible, que nuestro dedo índice no debe ser acusador.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es difícil muchas veces conciliar lo que uno siente con su fe. No es la idea tampoco dejar la fe de lado para lo que muchas veces se mal entiende como "seguir al corazón". Ahora último la fe ha quedado en un lugar tan secundario que bien podría entenderse como una característica decorativa de nuestra personalidad, en vez de ser un elemento importante que determine nuestro actuar y nos enseñe a Dios, que como bien dice es el perdonador perfecto. A mi se me ha enseñado que "Dios es amor" y si bien es como un padre justo que aprueba y reprueba a sus hijos, no los deja desamparados ni los dejará. De recibir en sus compasivos brazos cuando lleguen a él arrepentidos y sufrientes. Asumir determinada realidad no necesariamente implica, en la naturaleza de esta realidad, que uno deba renegar de su fe, no se es progresista ni abierto de me te por ello.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.