«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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sábado, 8 de noviembre de 2014

Siempre viviremos bajo el mismo cielo

FOTO: Café de las alfombras y Torre de la Doncella, Üsküdar, Estambul. Yo estuve ahí, contemplando el atardecer y es la vista más romántica que he presenciado en mi vida.

Otro año sin ir a la Feria Internacional del Libro de Santiago. Antes era un panorama obligado al cual como escritor, debía asistir. Pero ahora que mi principal objetivo es regresar a Estambul, InşAllah lo más pronto posible, debo dejar de lado cualquier capricho o gasto innecesario… Me parece llevar tanto tiempo postergando mi vida, pero si Allâh (swt) me concede volver al país donde mi corazón se quedó como el de muchos otros viajeros, todo habrá merecido la pena.
Aunque últimamente estar distanciado de mis amigos turcos ha hecho estragos en mi corazón, no pierdo la esperanza de reencontrarnos y darles un abrazo tan apretado, que pareceremos siameses. A diario me levanto por las mañanas y me gusta imaginar que es el día en que abordaré un avión rumbo a Turquía, dejando abajo todas mis tristezas por la distancia, aumentada indudablemente con el tiempo.
Lo que más lamento es no haber podido cultivar aquellos entrañables afectos, para mantenerlos como el primer día, cuando no importaba la diferencia de idiomas porque una mirada transparente lo decía todo sin problemas. Pasados los años, aquella flor otrora tan fértil ha sido víctima de una cochinilla algodonosa emocional, que perfora el cariño y me hace notar una dolorosa ausencia.
El Dunya nos atrapa inevitablemente en un remolino donde lo más importante ya no es un sentimiento puro sino el orgullo. La espiritualidad ha cedido demasiado espacio al materialismo y me preocupa que quedarnos solos o lastimar a quienes nos aman ya no importe.
Para quien sea un asiduo lector de este humilde blog, no resulta raro leerme en estos términos, porque en cualquier caso he repudiado desde siempre que los seres humanos nos consideremos desechables unos a otros; más ahora, que como musulmán he aprendido a veces a golpes, que orgullo y ego no conducen a ninguna parte, pues sólo causan un dolor inmenso, a veces irremediable.
Por eso, pudiendo parecer muchas veces majadero, nunca me he cansado de decirle «Te amo» (en otros idiomas no existen tantas expresiones afectuosas como en español) a un amigo, sin pudor aunque sea mal visto y acabe provocando un rechazo tal, que me saque de su vida a patadas. Me ha sucedido, generalmente porque las personas postergan tanto las emociones, que cuando se topan con alguien como yo, es como si vieran a Şeytan; pero ése es tema para otro artículo.
Por el momento, sólo escribiré estas palabras esperando conmover a quienes por cualquier razón se hayan distanciado física o emocionalmente de alguien a quien amaban. Por mis constantes crisis diabéticas, he aprendido a duras penas que la vida es demasiado efímera para perderla en silencios innecesarios.
Que mis amigos turcos no olviden sus propias palabras: «Vivimos bajo el mismo cielo, el mismo sol y la misma luna».

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.