Durante estos días he pensado mucho en los
afectos perdidos durante la vida, por la muerte, el distanciamiento y hasta el
conflicto. Generalmente no soy orgulloso y la prueba está en que cuando debo
disculparme por algún error, soy agobiante. Sin embargo, uno se encuentra
muchas veces con gente soberbia que nunca reconoce sus equivocaciones ni hace
nada por enmendarlos… Últimamente me ha pasado que tropiezo muy seguido con
esta clase de personas o bien, con algunos que en realidad no tienen ningún
interés en mí como persona y para ellos, sólo soy un perfil de redes sociales.
Ésta no es la manera correcta de relacionarse.
Sé que es duro atacar en el primer párrafo de
esta manera, pero ya que no doy ningún nombre, nadie debería tomarlo como algo
personal pues cada uno sabe lo que hace y sus razones. Yo sólo estoy dando las
mías para no callarme más y ambas perspectivas son igualmente válidas para
quienes las esgrimimos. Si bien es cierto que podemos estar en desacuerdo unos
con otros –porque nunca aprobaré que una persona sea emocionalmente
despreocupada o excesivamente orgullosa–, llega el momento en que precisamente
por salud mental y emocional, uno debe poner en la balanza las situaciones para
decidir en qué casos se debe insistir con los afectos y cuándo seguir el
camino.
Yo creo que sólo se debe ser orgulloso en
última instancia y para salvar el honor, cuando ya no tiene caso disculparse y
comienzas a humillarte. Pero hay personas para quienes salvar el orgullo es lo
primero y nunca dan su brazo a torcer. Con esta gente no puedo lidiar si soy el
agraviado; en otras palabras, si es conmigo que han cometido el error, doy un
tiempo para que se arrepientan y den marcha atrás pero si no lo hacen, me
parece incorrecto ser quien vaya tras ellos, porque simplemente no les
interesa. Es como si al saludarlos, les dijera que estoy bien sin que me hayan
preguntado; sería ridículo.
Así es como se pierden amistades valoradas
que en realidad, no eran tan fuertes como uno creía. La culpa es mía por pensar
que realmente durarán toda la vida y ésta insiste en demostrarme que algunas
personas, siendo muy buenas en su momento, después no lo son porque sólo están
de paso y desgraciadamente, han escogido las peores maneras para despedirse,
sin siquiera considerar los catastróficos efectos emocionales que tiene una
discusión para terminarlo todo. Al respecto, a veces las relaciones acaban por
razones estúpidas o la incapacidad de algunos para resolver las diferencias
dialogando e increíblemente, lo que desarrollan es una irritante hipersensibilidad,
pues se ofenden por cualquier cosa sin notar que la crítica en sí misma es una
muestra de afecto, no un intento por destruirlos. Explicado de manera más
simple, alguien que critica quiere corregir un defecto que te puede hacer
sufrir producto de los errores cometidos y para darse cuenta, se necesita ser
humilde; las personas complacientes que nunca te critican, no te quieren,
porque no les importa que tus equivocaciones causen desastres.
En mi vida ha habido personas que salieron
estrepitosamente, por traiciones demasiado evidentes y reiterativas, pues no
soporto a la gente desleal y fue precisamente por alguien así que preferí
alejarme de Tarkan Fans Chile Club Oficial. Este párrafo merecería una mención
aparte en un artículo propio y muy extenso, donde explicara desde cuándo y cómo
terminó todo luego del viaje a Turquía en 2011. Sin embargo, por dignidad no
hablaré del asunto ni mancharé una experiencia que inicialmente fue muy bonita.
Sería desagradecido con Allâh (swt) si me empeñara en recordar deslealtades que
ya disculpé en desmedro del viaje más bello que he hecho hasta ahora.
En otros casos, los afectos se enfrían por la
vanidad de algunos que en lugar de tratarte como amistad, te consideran un
admirador o seguidor, pero nunca se dan el tiempo para responderte un «¿Cómo estás?» apropiadamente, también
porque no les interesa. Hasta el año pasado tuve agregada en Facebook a una
persona que constantemente decía «Tengo
ochocientos amigos en Facebook y en Twitter», pero yo pensaba «¿A cuántas de esas personas conoces o les
importas, para poder llamarles tus amigos realmente? ¿Cinco, seis?»; tal
vez eran incluso menos. Pero como no me gusta ser considerado admirador de
nadie, esa persona fue eliminada y ni siquiera se dio cuenta de que ahora tiene
setecientos noventa y nueve seguidores. Puede ser que mi afecto, mi amistad e
incluso mi amor sean fáciles de conquistar, pero ganar mi admiración es
bastante más difícil; muy pocos la han alcanzado y menos han sabido mantenerla.
No nos pisemos la capa entre superhéroes.
Nadie tiene perfiles en redes sociales sólo para contactarse con ex compañeros
de colegio o parientes. Ahora cualquiera puede ser un analista social en sus
diversas vertientes y a veces, con muy poco criterio hablar sobre temas que en una
conversación entre amigos siempre resultan conflictivos: política, religión,
farándula o cualquier otro. Sin embargo, esto se ha traducido en que muchos
usuarios persigan el objetivo de tener admiradores que siempre estén de
acuerdo, sin importar la estupidez que sea publicada porque claro, no tendría
sentido opinar sobre nada si no tuviésemos nadie que nos leyera y se deshiciera
en halagos.
¿Y por qué existe gente que siempre nos
elogie, aunque en nuestra foto de perfil tengamos una cara monstruosa? Muy
simple: porque estos zalameros también necesitan atención y se conforman con un
«Me gusta» cada vez que comentan
algo. Es en el fondo, una gran máquina exaltadora de egos. Si estuviésemos
hablando de sexo, podríamos decir que tiene la misma mecánica de una orgía,
donde todos buscan la satisfacción de saberse atendidos aunque algunos quieran
orgasmos mientras otros se conforman con besos en la mejilla. Se da el mismo
fenómeno cuando sigues a personalidades famosas: sabes que jamás te responderán
un comentario y aún así, les presumes a todos tus cercanos que lo tienes
agregado; pero si por educación ese famoso también te sigue, alcanzas el
éxtasis y eres capaz de salir a gritarlo por las calles con megáfono.
Sea porque necesitan la admiración o la
atención de desconocidos, hay quienes agregan en sus redes sociales
indiscriminadamente a todo aquél que les solicita amistad e incluso tienen
posteos públicos gracias a los cuales cualquiera puede enterarse de todo lo que
hacen, dónde van o información que debería ser privada. Yo soy más cuidadoso
con eso porque mis publicaciones sólo las pueden leer ciertas personas que
tengo agregadas por grupos y además, como en el caso de la persona que decía
tener ochocientos amigos, si dentro de un tiempo prudente noto que alguien
nunca me comenta nada ni responde mis saludos, simplemente lo elimino e
incluso, he llegado a bloquear gente, aunque parezca extremista.
Sí. Es verdad que pocas veces la gente
comenta mis publicaciones pero por otro lado, tampoco me gustaría recibir treinta
notificaciones diarias ni tampoco necesito eso para sentirme querido por quienes
realmente me importan. Hay que saber diferenciar entre los verdaderos afectos y
aquellos que simplemente son conocidos.
No pretendo que mi número de amigos en las redes
sociales descienda dramáticamente, pero escribo esto porque a veces espero demasiado
de personas a quienes no les importo. Hace tiempo tuve una amistad que duró apenas dos años y cuando terminó, nunca me escribió ni telefoneó para preguntarme las razones, en parte
porque creo que ya las sabía. Sin embargo, tiempo después de mi viaje a Turquía,
me enteré de que estaba preguntándoles por mí a amistades comunes. ¿Por qué nunca
tuvo el valor de buscarme directamente? Tal vez ese simple gesto me habría hecho
reconsiderar mi decisión, pero es posible que su ego haya podido más. Ahora, aunque Sr. L me buscara, no tendriamos nada en común y no es que antes lo hayamos tenido, pero nos llevábamos relativamente bien. Siempre me ocurre que mis amistades me valoran demasiado tarde, porque creen tenerme seguro hasta que me pierden.
Es lamentable pensarlo pero a veces, los vínculos
se rompen y no siempre es uno quien debe poner todo el esfuerzo para mantenerlos.
En cuanto a las redes sociales, los que realmente me importan lo saben, porque constantemente
demuestro mi interés y en la vida real, es igual.
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