Hoy
estaba reflexionando sobre las nuevas generaciones y las relaciones
interpersonales. Me di cuenta, para horror mío, de que las redes sociales han
contribuido la nada misma a fortalecer los lazos humanos; no estoy hablando de
la filtración de datos ocurrida en Facebook sino de algo que le escuché decir a
la psiquiatra María Luisa Cordero, quien postula que el cerebro humano es
programable y en las últimas generaciones se ha manifestado un cambio
mayúsculo, porque nos hemos acostumbrado a interactuar sólo desde la pantalla –ordenador,
tableta o teléfono móvil–, perdiendo habilidades sociales tan fundamentales
como la conversación o la empatía y aquí está lo peligroso.
Para
considerarse ser humano es necesario cumplir con tres condiciones: estar
consciente de uno mismo, tener la capacidad de comprender emociones complejas –como
el amor– y empatizar con el otro… La parábola del buen samaritano es un
perfecto ejemplo de esto, pues aunque seas completamente contrario al prójimo –palabra
de la cual se deriva próximo–, debes ser capaz de solidarizar con él ante su
padecimiento.
Actualmente
sin embargo, en las relaciones predomina el interés por complacerse a sí mismo,
despreocupándonos lo ocurrido con la contraparte y hablo de nos sólo para integrarme, pues estando
consciente de tal asunto, sería hipócrita de mi parte actuar así. Súmese a esto
que las redes sociales siempre han servido como letrina para mentes enfermas que
escondidas tras un pseudónimo o una falsa foto de perfil, despotrican
indiscriminadamente sobre todo asunto posible, opinan acerca de personas que
públicas o no, siguen siendo objeto del hostigamiento cibernético, como si ser
famosos les quitara el derecho a cometer errores.
No
es mi intención defender a alguna celebridad particular ni mucho menos sino más
bien, manifestar cómo nuestra programación psicológica ha cambiado
paulatinamente desde aquellos tiempos en que para comunicarnos con alguien
distante, contábamos con las cartas y la línea telefónica fija hasta ahora que
teniendo chat, redes sociales, telefonía celular y otros medios, llamamos
amigos a quienes jamás hemos visto en esta vida mientras que a aquellos
supuestamente más allegados no somos capaces ni siquiera de preguntarles cómo
están.
Nos
hemos ido transformando en psicópatas autistas sin darnos cuenta –no estoy
diciendo que estas condiciones tengan relación–, pues algunos sólo tienen
seguidores para alimentar su descomunal ego pero ni siquiera son capaces de
saludar sin tener en sus manos algún aparato.
Para
mí en cambio, toda relación es como una negociación emocional basada en el quid
pro quo –tanto me das tanto te doy– y por lo tanto, si bien siempre hay uno
capaz de querer más que el otro, no puede llegar al punto en el cual la balanza
se incline completamente a favor de alguno.
Ahora
la satisfacción personal sobrepasa los límites hasta alcanzar el hedonismo más
absoluto y no lo digo desde una perspectiva fanática sino práctica. Hace meses
vi en el matinal Hola Chile una nota sobre las ruletas rusas sexuales. Para quien
no lo sepa, la ruleta rusa es un macabro juego suicida en el cual cierto número
de personas detona un arma de fuego que sólo tiene una bala en el cargador,
hasta que algún participante se dispara y muere… Pues bien, la variante sexual
es que un grupo de personas se reúne para llevar a cabo una orgía sin utilizar
condones y todos saben que un participante es seropositivo; lo pretendido es
que alguien se contagie, pero es absolutamente tonto puesto que al tener
relaciones grupales habrá más de un resultado positivo. ¿Cuál es la gracia? Sentir
la adrenalina de arriesgarse.
La
gente comete el error de pensar que el VIH es similar a la diabetes, una
enfermedad tratable. Sucede que antes este virus contaba con una monoterapia de
la cual pocos enfermos tenían buenos resultados y ahora, con la triterapia es
posible tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, eso no significa que
dejar de lado el autocuidado.
Parte
de la madurez implica cuidarse a sí mismo, ser responsable de la propia
persona. Empero, cuidar a tu pareja en el sentido de no contagiarla con alguna
enfermedad de transmisión sexual también es muestra de empatía, pues es una
muestra de afecto cuidar a quien nos despierta interés emocional.
Del
mismo modo, en algo tan banal como una primera cita también debe considerarse
el quid pro quo, pues ambas partes deben divertirse. ¿Cuál es la importancia de
una primera cita y por qué nos debe interesar que el otro disfrute con
nosotros? Pues porque sólo puede darse una primera impresión y todo encuentro
podría ser el inicio de una relación con prevalencia en el tiempo. Nuestra carta
de presentación es la conducta que mostramos públicamente, pero si siempre nos
importa sólo nuestro bienestar o autocomplacernos, podríamos correr el riesgo
de quedarnos solos; lo malo es que ahora eso no nos importa, pues creemos ser
autosuficientes en todo, incluso considerando el aspecto emocional.
Antes
habiendo menos medios de comunicación, da la impresión de que podíamos
relacionarnos mejor pues al tener un círculo social mucho más reducido,
podíamos dedicarle tiempo de calidad a quienes teníamos cerca mientras que
ahora, pudiendo acceder relativamente a gente de otros países e incluso otros
continentes, dejó de importarnos lo sucedido a nuestras familias y reemplazamos
una buena charla por el Me gusta… Me
ha ocurrido que a veces publico un estado diciendo «Estoy enfermo» y no falta quien pone un Me gusta casi de manera automática. Entonces no puedo evitar
preguntarme si acaso les alegra mi enfermedad o ni siquiera saben qué están
leyendo.
Así
me ha sucedido también con la poca o nula comprensión de lectura de algunos
cuando publico un estado referente a algún tema específico y hacen comentarios
hablando sobre cualquier cosa que se les ocurre. La gente a veces es tan
autorreferente, que no respeta los espacios ajenos; así me sucedió en las
últimas fiestas patrias por poner una foto de los símbolos patrios como son
bandera y escudo, pues una usuaria peruana me comentó sacándome en cara el
resultado de la Guerra del Pacífico y la ley de aborto promulgada por la ex
presidenta Bachelet. Oye, si no te gusta mi país ni nada relacionado, pues
simplemente no vengas ni agregues chilenos en tus redes sociales; pero lo más
importante, si tienes una opinión chilenofóbica, exprésala en tu muro y no el
mío.
Mi
punto es el mismo que toqué casi al inicio de este artículo. Algunos usuarios
sólo quieren echar basura encima de otros y son resentidos poco empáticos, cuya
característica secundaria es un fanatismo enfermizo que les obliga a imponer
sus nocivas opiniones a otros, sin importarles los sentimientos causados. Algunos
incluso se preocupan de autosatisfacerse incansablemente, pues no tienen un
límite; éste debería ser si no el cariño que tengan por alguien, al menos el
respeto por su condición humana: las personas no son cosas que puedan utilizar
como canal para desahogar sus frustraciones ni para alcanzar algún objetivo
personal.
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