Este año no escribiré un artículo
refiriéndome a los hechos históricos que dieron origen al día del orgullo
LGBTIQ+ ni a la suspensión de la marcha
en muchos lugares del mundo, debido a la actual pandemia de COVID-19 sino más
bien, prefiero hacer un comentario personal sobre aquello de lo cual me he dado
cuenta hace poco.
Empezó siendo el día del orgullo gay y
con el paso de los años se fueron añadiendo más letras a la actual extensa
sigla refiriéndose a cada orientación sexual que existe o se considere parte de
las minorías sexuales. Sin embargo, muchos comentarios y publicaciones he leído
en estos días criticando por ejemplo, la salida del armario de Pablo Alborán y
dando detalle de la licenciosa conducta que supuestamente tiene lugar luego de
realizar la marcha en años anteriores, ya que ahora por la pandemia no se pudo
realizar. Lo irónico es que estos comentarios provienen de homosexuales.
Yo no digo que la comunidad LGBTIQ+ deba
comportarse como un partido político donde se adoctrine a sus miembros, sin
permitirles tener opinión propia. Tampoco puedo asegurar como leí por ahí, que
marchas anteriores hayan terminado en fiestas orgiásticas llenas de sexo,
drogas y desenfreno pues nunca asistí a una y si lo hubiese hecho, obviamente
no habría participado de aquellos finales romanos. Un escritor debe hablar
sobre lo que conoce.
Sin embargo, algunos amigos míos que si
marcharon aseguran que en el evento se da de todo y depende de cada uno
participar o marginarse. Debido a esto, me parece incorrecto que algunos
critiquen generalizando como si de ahí nadie valiera la pena.
Me parece muy penoso que salir del
armario sea considerado un acto político en lugar de una decisión tomada
libremente para romper la mordaza que una sociedad heteronormativa impone. Sin embargo,
más lamentable es ver cómo algunos medios dirigidos a público gay critican a un
reconocido cantante por haber salido del armario ahora siendo rico y famoso en
lugar de haberlo hecho hace una década, cuando nadie le conocía. ¿Y qué más da?

Yo no soy admirador de Pablo Alborán y
por ello, creo que mi opinión es mucho más objetiva que la de aquellas
fanáticas lamentándose y llamándolo desperdicio
de hombre o la de algún homofóbico ocioso que se dio al trabajo de pasar
por su Instagram específicamente para insultarlo.
La comunidad gay en este caso, debería
apoyarlo y estar feliz de sumar fuerzas a la causa. Deberían ser humildes en
reconocer que salir del armario no es fácil para nadie y por lo mismo, hacerlo
es una decisión personal tomada cuando el individuo está emocional y
psicológicamente preparado. Ante esto, nadie tiene el derecho de imponerle a
otra persona cuándo, cómo y dónde salir del armario; hacerlo es igual de
negativo que imponer el silencio a quienes por ser una minoría sexual, no se
sienten parte integral de nuestra sociedad. No se trata de hacer que la persona
se arrepienta de haber dado el paso y así, darles la razón a quienes le pedían
callarse.
En otras palabras, burlarse de quien
revela públicamente su orientación distinta a la heterosexualidad es todo lo
contrario a luchar contra la discriminación y en esto, creo que algunos no
saben defender su propia causa. Si se critica a los estamentos gubernamentales,
el Estado laico y democrático en su conjunto y otras instituciones que forman
parte de esta sociedad por no dar respeto, aceptación e igualdad de derechos y
deberes para así considerarse ciudadanos, no se puede patear en el suelo a
alguien que decidió ser libre ni criticar a la comunidad entera porque algunos
tienen actitudes libertinas –que dicho sea de paso, tampoco contribuye– pues es
como dispararse en el pie.
No descarto totalmente que alguien
critique la marcha por haber visto algo, sabiéndolo de primera mano o incluso
por experiencia, pues sería como pretender tapar el sol con un dedo, entiéndase
bien; al contrario, criticaría que toda la comunidad LGBTIQ+ atornillara hacia
el mismo lado como si no tuviesen capacidad propia de análisis. Sin embargo, si
me parece nefasto que hoy todavía se le dé importancia a lo que dice de alguien
un conjunto, como si el propósito al salir del armario o acudir a la marcha
fuese caerle bien al resto.
Más bien, cuando se sale del armario se
sabe que habrá reacciones adversas porque sería ingenuo esperar lo contrario y
de hecho, por esta razón algunas personas lo hacen a través de desgarradoras
cartas, por ejemplo. Por esto, dar ese paso siempre debe considerarse un acto
de libertad pues en esta vida efímera la única opinión que debe importarte sobre ti
es la tuya, porque ningún otro ser humano pasará tanto tiempo contigo como tú
mismo; las únicas etiquetas importantes son las que tú decides usar.
En este sentido, agregar más letras a la sigla LGBTIQ+ pudo ser en
principio para integrar a todas las orientaciones sexuales sin que ninguna se
sintiera discriminada pero hoy en día, la comunidad se está dividiendo en
pequeños segmentos que deberían luchar unidos por una causa común. En un mundo
donde cada día se ve tanto desastre, las únicas etiquetas importantes son las
de persona y ser humano.
Sin embargo, lamentablemente esto seguirá siendo física cuántica
en tanto dentro de la propia comunidad LGBTIQ+ exista la discriminación características
superficiales y prejuicios.