Hace más de ocho años mi mejor amiga, Cury, me dijo en una conversación “El peor defecto de los gays es que tienen lo peor de un hombre y lo peor de una mujer”. En aquel entonces, defendí a brazo partido que todos tenemos ciertos derechos humanos inalienables; sin embargo, no entendí su punto de vista quizá por la inmadurez y con el transcurso del tiempo, me di cuenta de que desgraciadamente tenía razón, hasta cierto punto.
Por un lado, hay algunos defectos que se presentan en todos los homosexuales que conozco, variando la intensidad. Pero lo importante es que estas debilidades no se deben a la orientación sexual, sino a la condición humana que sumada a las circunstancias sociales, se acentúan grandemente.
Por ejemplo, aquellos homosexuales a quienes me refiero presentan la envidia cuando están frente a un competidor o competidora socialmente más competente y aceptable, especialmente cuando sus parejas parecen sentirse atraídas. Esta atracción no necesariamente implica aspectos sexuales, pero ésta es la primera ocurrencia en un gay celoso.
Llamo desorientación cardinal cuando a un gay le falla el queereye y se enamora de un heterosexual que jamás le corresponderá, ni siquiera usando magia. Esto es peligrosísimo, pues el enamorado tiende a confundir cualquier gesto de amabilidad con correspondencia y al momento del desengaño, el sufrimiento puede ser enormemente depresivo.
El gay vanidoso es uno de los peores, pues va por la vida creyéndose lo mejor que Dios ha puesto sobre la Tierra y cuando se relaciona con alguien, tiende a comportarse como si estuviese haciéndole un favor. Es guapo, presumido, despectivo, cruel, a veces infiel, cobarde y mentiroso; reúne bastantes defectos de los cuales, algunos no son tan graves por separado. Pobre del alma que se le ocurra elogiar en lo más mínimo a esta subespecie, pues tendrá que soportar permanentemente la indiferencia y humillación a las cuales somete a sus víctimas.
El megalómano presenta bastante de las anteriores características, pues es vanidoso, presumido, cruel, cree que cualquier ser humano que él desee le corresponderá y tiende a equivocarse cuando cataloga la orientación sexual de alguien. Sin embargo, la característica más sobresaliente es que ve gays por doquier según el modo de vestir, caminar, hablar y comportarse de la gente que va por la calle, como si los de su orientación fuesen el poder oculto tras las ramas gobernantes del mundo.
El adorador de Eris, que disemina discordias, intrigas, discusiones, rumores y peleas por donde va. Puede hacerlo como pasatiempo, involuntariamente o cuando tiene herido el orgullo si un amor platónico lo rechaza o si le sale competencia al camino. Ojo, que éste es capaz de hacer cualquier cosa para vengarse.
El último de este breve recuento es la loka ofendida, que podrá verse reflejado en cualquiera o ninguno de los anteriores y se ofenderá terriblemente de que alguien haya osado llamar todas estas cosas a la comunidad gay. Deseará tener la oportunidad de ponerme una bomba, porque al igual que yo hace años, creerá que estoy atacando indistinta y gratuitamente a todos los homosexuales, aunque mi verdadera intención sea advertir sobre los defectos más y menos peligrosos cuando se busca pareja.
Quedaron fuera los ególatras, lujuriosos, superficiales, afeminados, arribistas y derrochadores porque ¿quién de nosotros no lo ha sido alguna vez? Además, son características presentes en los anteriores tipos.
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