Ayer hablé del peor defecto gay y hoy, de la mejor virtud, según mi criterio. Quede claro que algunas virtudes pueden ser consideradas por otros como defectos, pero las he puesto aquí según su contexto.
El síndrome Marta Stewart, que padecen todos aquellos gays con excelente gusto para cocinar, vestir, decorar y elegir pareja. Tienen una brújula cerebral increíblemente bien calibrada para dar con los restaurantes, las discotecas, marcas y tiendas más costosas, sofisticadas, renombradas y frecuentadas por personalidades públicas. Pueden no tener un trozo de pan para echarse a la boca, pero si van a una reunión social, serán la envidia de todos los asistentes. A éste se le confunde muchas veces con el metrosexual y a veces, es excéntrico.
El optimista compulsivo es aquel gay que aun cuando esté pasando por la peor etapa de su vida, tiene la cara llena de risa y con él, nadie se deprime. Son fabulosos en reuniones sociales, el centro de atención en cualquier sitio y sin importar su atractivo físico, es su roce social la cualidad más destacada, que suele complementarse con magnetismo o ternura notables. Tienen excelente sentido del humor, conocimientos de cultura general y pueden convertirse incluso, en carismáticos líderes de opinión.
El Dr. Corazón es sin duda, ese gay a quien invariablemente acuden hombres y mujeres en busca de orientación sentimental o un consejo en casi cualquier área, especialmente si es afectiva. Posee gran empatía con ambos géneros, sabiendo lo que cada miembro de una pareja espera y puede entregar al otro. Es bastante comprensivo y tolerante al momento de escuchar interminables desahogos de sus conocidos… Con frecuencia sus consejos son acertados, pues tiene varios casos similares. Sin embargo, su regla dorada es aconsejar sin manipular el libre albedrío de quien acude a él o en otras palabras “Te digo lo que deberías hacer según mi criterio, pero tú decides al final”.
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