«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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jueves, 23 de agosto de 2007

Entre lo humano y lo profano

Desde que el mundo es tal, muchas religiones han intentado explicar los aspectos negativos de la naturaleza humana, la vida y cuanto nos sucede. Pues bien, últimamente me he preguntado por qué el Árbol del Conocimiento de lo Bueno y lo Malo llevaba ese nombre.
Cuando era adolescente y estudiaba la Biblia con los Testigos de Jehová, mi conductora me explicó que Dios puso ese árbol en medio del Edén para probar a la primera pareja humana y saber así si realmente merecían tantos dones, entre los cuales estaba la vida eterna en perfección. Sin embargo, como sabemos, el Génesis cuenta que un ángel muy celoso y extremadamente bello llamado Lucifer tomó la forma de serpiente y tentó a Eva prometiéndole que al probar el fruto prohibido sería igual a Dios, pues conocería lo bueno y lo malo, tal como indicaba el nombre del árbol. Tanta fue la curiosidad de la primera mujer, que indujo a Adán y al comer, ambos cometieron el pecado original siendo expulsados del paraíso Edén, cuyo nombre significa Placer.
Muchos religiosos y teólogos han argumentado que del pecado original se derivan todos los males. Sin embargo, me opongo rotundamente, pues antes de eso Lucifer ya había cometido los pecados de soberbia y vanidad al creerse merecedor de una posición divina equivalente a la de Jehová por su belleza.
Ignoro cómo será en el caso de los demonios, pero ciertamente creo que si la primera pareja no hubiese comido el fruto prohibido, jamás habría podido apreciar correctamente los dones que disfrutaban en Edén, pues necesitaban conocer lo malo de la vida para saber que el paraíso perdido era lo mejor y desde esa perspectiva, obviamente Lucifer cumplió en parte su palabra porque si bien Adán y Eva no se convirtieron en dioses, positivamente conocieron lo bueno y lo malo.
Tomándome libertades desde ahí, podría afirmar que el pecado no es “La condición humana de la cual se derivan los males y cuyas peores consecuencias son enfermedad, vejez y muerte, como pretenden hacernos creer algunas religiones. Para mí es más bien “El camino inevitable hacia una condición de perfeccionamiento mediante el aprendizaje, que es causa de la inmadurez humana y cuyo efecto inmediato es el sufrimiento. Hace unos días mamá y yo discutíamos sobre diversos temas religiosos entre los cuales surgieron dudas que creo haberme respondido. Por ejemplo:
¿Por qué hubo ángeles que siguieron a Lucifer en su rebelión y se convirtieron en demonios? La Biblia cuenta que en cierta asamblea celestial, el Diablo desafió a Dios diciéndole que los humanos le adorábamos sólo por las cosas materiales que nos daba y citó el caso del fiel Job. Para demostrarle su error, Dios permitió al ángel rebelde abatir con todo tipo de desgracias a dicho sujeto, poniéndole como única condición no matarle; finalmente, Job permaneció leal a Jehová después de perder casa, familia, riqueza y salud, ante lo cual se le prometió una recompensa equivalente a siete veces lo que poseía, pero sólo después de Armagedón, cuando la Tierra y la humanidad se hallen nuevamente en perfección.
Mamá me decía que no entiende por qué Jehová debió demostrarles a sus ángeles el error de Lucifer, si es Dios y pudo simplemente destruirlo para aplacar toda rebelión. Yo argumenté que de hacer eso, sólo habría logrado sembrar la duda. Era necesario ser cruel con Job porque Dios debía poner las cartas sobre la mesa y exigir que los espíritus celestiales se decidieran por algún bando, sabiendo que llegaría el Día del Juicio y la batalla final.
Por otra parte, mi vieja cree que de nada vale la promesa de regresarle a Job siete veces lo que perdió; dice que en su lugar, ella no querría otros seis hijos, sino sólo aquél que Lucifer hubiese matado. Pese a ello, los Testigos de Jehová dicen que luego del Armagedón, los sobrevivientes no recordarán las cosas malas de este sistema inicuo y así, Job tampoco recordaría que alguna vez Lucifer lo sometió a tan terribles pesares.
Si es así, mi teoría del pecado como camino de evolución espiritual mediante el sufrimiento se va a la mierda, pues todo cuanto aprendiéramos sería olvidado después del Armagedón al perder nuestras lecciones dadas por el arrepentimiento y la redención. De igual modo, la santidad conferida a algunos personajes se perdería, porque en un mundo de gente buena pasa inadvertida la virtud del santo.
Los Testigos de Jehová dicen que la obra más importante de Dios no es el inmenso universo o la Tierra, sino el ser humano en toda su complejidad. El Corán afirma que cuando Alá creó a Adán, tuvo la misma impresión y por tanto decretó que toda criatura celestial y terrenal debía rendirle respeto; Iblis, la versión mahometana de Lucifer y rey de los demonios Djinn se opuso rotundamente, argumentando que su raza era muy superior a este ser creado del barro y sin poder alguno, por lo cual Alá lo expulsó de la corte celestial y así, el primer demonio juró vengarse de toda la humanidad.
Básicamente es la misma historia. Iblis se cree bastante superior al primer hombre como para no rendirle alabanza, en tanto que Lucifer pretende ser adorado como dios por ser el ángel más bello del Cielo.
¿Dios nos prueba? Mucho se habla sobre el Árbol del Conocimiento de lo Bueno y lo Malo que estaba a un extremo del Edén, pero pocos saben que al lado opuesto estaba el Árbol de la Vida, cuyo fruto obviamente hacía longevo al consumidor y del cual la primera pareja podía comer cuanto quisiera. Al respecto, en mis tiempos de estudiante, le pregunté reiteradas veces a mi conductora si acaso Dios nos somete a pruebas y la razón de hacerlo; ella siempre dijo que Jehová no nos prueba así como tampoco nosotros podemos probarle.
Sin embargo, se contradecía rotundamente al decirme que Dios había puesto estos dos árboles en Edén para saber si la primera pareja merecía los dones que les había dado. ¿Acaso no es eso una prueba? Sabemos que una de las cualidades más importantes dados por Dios a la humanidad es el libre albedrío, la capacidad de decidir cómo llevar nuestras vidas y que de ser cierta, echa por tierra la teoría del destino y el eterno retorno.
¿Por qué somos la obra más importante de Dios? Pueden pensar que es nuestra inteligencia pero en lo personal, creo que es la capacidad de sentir. Hay una teoría teológica que define a los ángeles como entes sin sentimientos. Según reza esta hipótesis, los ángeles son seres existentes únicamente para cumplir misiones divinas tales como la anunciación que Gabriel (Jibrael musulmán) le hace a María sobre su virginal embarazo.
Por otra parte, algunas ramas de la cristiandad creen que los ángeles no tienen poder por sí mismos, sino que sólo el otorgado a través del Espíritu Santo exclusivamente para cumplir dichos encargos de Dios.
Sin descartar que un ser espiritual tenga muchas menos limitaciones que un humano encerrado en el cuerpo físico, puede resultar cierto que seamos la máxima obra de Dios por tener sentimientos, libre albedrío y creatividad. Estos dones son mucho más importantes que la inteligencia, pues ésta no es sino una simple herramienta que nos permite usar las cualidades reales.
¿Cuándo cambia esto para los ángeles caídos? Pues bien, seguramente muchos vieron a Nicolas Cage interpretando “Un ángel enamorado. La Biblia cuenta que una de las razones del diluvio universal fue que ciertos ángeles se enamoraron de mujeres humanas y bajaron a la Tierra para acostarse con ellas. De esta unión nació una raza de malignos gigantes llamados Néfilim y para impedir que siguieran propagando el caos, Dios los destruyó. El relato continúa diciendo que por su falta, dichos seres espirituales fueron castigados de dos formas: Se les prohibió participar en las asambleas celestiales para que no estuvieran al tanto de los designios divinos y además, ya no pudieron adquirir forma física, razón por la cual actualmente se supone que los demonios no pueden manifestarse teniendo cuerpos humanos, descartando aquellas apariencias de diablos con cuernos y cola o algo parecido.
Ello no fue impedimento para que los romanos acuñaran el término de Íncubo, aludiendo a una raza específica de demonios que podían violar a mujeres tomando forma masculina y en el caso de los hombres, existía el Súcubo, de los cuales quizás la más reconocida sea Lilith o Lilito, mencionada por el misticismo judaico como un ser andrógino, espíritu nocturno primigenio y la primera esposa de Adán, que al ser reemplazada por Eva juró vengarse de toda su descendencia.
Durante la Edad Media se creía a Lilith responsable por todas las muertes de bebés recién nacidos y se practicaban diversos hechizos para espantarla, extraídos del Testamento de Salomón, un grimorio (libro mágico) que contenía una inmensa lista con nombres, funciones e invocaciones de demonios y también a qué príncipes gobernantes servían. Se presume que Salomón también poseía un anillo mágico que le daba poder sobre los Djinn.
Como anécdota, puedo mencionar que según la tradición popular, Lilith se manifestaba ante artistas que la retrataban en pinturas de la Virgen María y hasta cuentan que se presentó con Martín Lutero para tentarlo, pero éste la espantó arrojándole un frasco de tinta que tenía en su escritorio.
Otra razón por la cual los demonios pudieron haberse rebelado contra Dios es el que matara a los Néfilim, que si bien fueron gigantes malvados, eran sus hijos. Una madre no deja de querer a su hijo porque éste sea delincuente y aunque desconozco por qué o desde cuándo estos ángeles caídos comenzaron a tener sentimientos hacia “las hijas de los hombres, supongo que se sintieron abrumados por esta intensa experiencia.
Como si eso fuera poco y con ánimo puramente especulativo, deduzco que si esos ángeles consideraban inferior la raza humana, sintieron mucha rabia de saber que hemos sido privilegiados con sentimientos, libre albedrío e incluso orgasmo, en desmedro de ellos que no sentían, no decidían y no tenían sexo. ¿Por qué siendo simples humanos se nos dio tanto sin merecerlo y a ellos, estando directamente relacionados con Dios, se les había privado de tales placeres? Es una razón más que posible.
En el caso de los íncubos y súcubos, la demonología tradicional menciona que de su unión nacen horribles y malévolos diablillos llamados Trasgos, que lo comen todo y sólo viven diez años humanos.
Actualmente los estudiosos teólogos afirman que el principal sentimiento y motor de las fuerzas demoniacas es la cólera contra todo lo existente.

¿Por qué estamos aquí? Quienes creemos en la reencarnación suponemos que el karma nos entrega todas las armas, de manera que conozcamos cada opción de vida y el libre albedrío nos sirve para escoger qué camino tomar. Hay ramas de esta creencia muchísimo más fundamentalistas, pues descartan de plano el libre albedrío y el destino viene a ser como un inmenso libro en el cual se registran anticipada e inalterablemente los caminos de cada persona. Ello sin duda se contrapone con la Ley de Causa y Efecto que está directamente relacionada con el karma y la reencarnación, pues cada situación vivida sea buena o mala, es producto de nuestras decisiones y acciones en una vida anterior e incluso, en la presente y además, nos valemos de la experiencia para evolucionar espiritualmente hasta un estado de espiritualidad pura y perfecta.
Hay ramas de la Nueva Era que incluso postulan como parte de la reencarnación lo siguiente: Al morir y estar en el otro plano, somos nosotros mismos quienes con la ayuda de maestros ascendidos planificamos nuestra próxima vida, escogiendo cada experiencia y característica, buenas y malas porque de todo aprendemos.
Los creyentes en la Ley del Eterno Retorno que son extremadamente severos, aseguran la inexistencia del karma, la reencarnación, Ley de Causa y Efecto, libre albedrío, las pruebas divinas, vida después de la muerte, paraíso terrenal e incluso que tengamos una misión individual o grupal en la vida. Es una cosmovisión bastante fatalista y al mismo tiempo práctica, pues da por hecho que estamos condenados a llevar la misma vida inalterable un número indefinido de veces para alimentar a una fuerza cósmica que ellos no llaman Dios, porque este concepto está según dicen a años luz del entendimiento humano.
En consecuencia, si cada persona vive los mismos acontecimientos una y otra vez para alimentar a esta energía cósmica, no existe tiempo o espacio y poco importa dónde estoy o qué edad tengo porque mientras existo, también lo hace Agamenón Átrida batallando en Troya, Ana Frank escondiéndose de los nazis, Barba Negra pirateando en los mares del Caribe, María Antonieta abusando del pueblo francés e incluso podría desarrollarse ahora mismo un suceso futuro que desconozco porque aún no está registrado en los libros de historia.
La Ley del Eterno Retorno es tan radical, que incluso nos quita la esperanza de tener un alma inmortal, pues cuando la energía cósmica ya no nos considera útiles, dejamos de nacer para formar parte de Dios en lo que perdemos nuestra identidad e individualidad al ser absorbidos por el divino Ser.
Ciertos seguidores de esta cosmovisión, aseguran que todos los dioses existen y no sólo el Todopoderoso, pero en nuestra humilde condición humana somos tan insignificantes, que ningún dios nos alcanza a escuchar por muy santos, devotos o fieles que podamos ser y por mucho que oremos o los necesitemos. Vale decir que si tenemos un problema y hacemos plegarias para solucionarlo, será meramente fortuito el remedio y no porque Dios nos haya escuchado.
¿Dónde estamos? Los antiguos griegos tenían una cosmovisión bastante particular, en la cual los hombres estábamos en un núcleo central y alrededor se desenvolvían otras diversas realidades externas a modo de órbitas, como si fuésemos el sol y los planetas el resto de las realidades. En ese caso, la órbita más lejana era donde residían los dioses.
Esto se deriva de una idea concebida tanto por egipcios como por mesopotámicos y en la cual absolutamente nada existe fuera de la mente de Dios. Ello explicaría por qué algunos teólogos creen que los ángeles no son concientes de su propia existencia sino únicamente de la presencia del humano protegido y esto, aunque suene increíblemente descabellado, también se aplicaría al propio Dios, significando que sólo sabe de nuestra existencia.
Sería la respuesta al por qué los ángeles sólo tienen poder de manifestarse para cumplir una misión y significaría que los sentimientos experimentados por los primeros ángeles renegados no resultaron de un hechizo hecho por ellos mismos sino de la Voluntad Divina.
Esta teoría también explicaría que Dios sea omnipotente, omnisciente y omnipresente. Veámoslo como un novelista que tiene muchas ideas y personajes en la cabeza… Como escritor, puedo escribir a capricho haciendo que mis personajes sean felices o tristes dependiendo de las situaciones que los haga experimentar y obviamente, debería notarse una evolución de cada uno en el transcurso de la historia.
Las tres cualidades divinas anteriormente mencionadas explicarían que Dios sepa ver el futuro, pues los dioses no viven en el Olimpo, Asgard o el Cielo sino donde no hay tiempo o espacio definido y todo ocurre de una sola vez. Si es así, Dios supo desde el principio que Adán y Eva comerían el fruto prohibido y así se desencadenaría la intrincada trama de su novela divina en la cual somos simples personajes sin importar la existencia del karma, destino, reencarnación, libre albedrío, causa y efecto, eterno retorno, vida después de la muerte o incluso si realmente hay muerte. Simplemente estamos sujetos a lo que este gran novelista quiera contar de nosotros y así como hoy soy escritor mañana podría ser guerrero, reina amazona, sacerdote, concubina, pirata, la mujer más bella del mundo o un granjero.
Si no me equivocara, cabría preguntarse si realmente merece la pena intentar responder por la razón o la fe las mayores interrogantes de la humanidad o simplemente, debemos conformarnos con vivir sin hacer nada, tal como creen los taoístas que podría revelársenos el gran misterio de las cosas.

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Yahya. Carlos Flores A.
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