
Es un pueblo del litoral, pues también tiene partes de campo, aunque la verdad…, es bastante inactivo. Hay poca gente y cuando íbamos por la costanera, no vimos otro automóvil durante mucho rato.
Los restaurantes son un poco costosos, pero en compensación, tienes casi todo el comedor sólo para ti y tus comensales. Lo malo de tener a disposición todo el pueblo es que la gente está tan acostumbrada al vacío, que algunos negocios cierran a las 16:30 horas, escasamente venden cigarrillos y en una pastelería sólo podrás encontrar un recipiente con cuatro alfajores olvidados en una esquina.
Tal aislamiento posiblemente se deba a que por doquiera que uno mire, ve fragmentos del inmenso bosque de pinos y eucaliptos entre otras especies. Ello mantiene el aire limpio pero además, perfuma exquisita y permanentemente el ambiente.
Si vas a la playa, obviamente encontrarás gente, pero podrás estar a tus anchas porque eliges el lugar donde quieres estar y no te quedas en un sitio desocupado. No pisarás a nadie para llegar donde quieres y muy posiblemente, no te tirarán arena cuando alguien corra.
Después fuimos al pueblo vecino de Tunquen, un poco más activo y en cuyo centro destaca la iglesia entre las edificaciones.
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