Sorbete era el más viejo de los dos perros que tenía actualmente. Cuando mamá compró a Yaman, lo hizo pensando que el primer perro moriría pronto..., pero éste pareció resucitar con su compañero.
Sin embargo, su agonía se prolongó demasiado y hubo ocasiones en que despertaba por la madrugada, gimiendo al no poder cambiar su posición. Afortunadamente papá y mamá siempre se preocuparon de él.
Frecuentemente nos hizo creer que le quedaba poco tiempo de vida, pero esta mañana desperté escuchando el ahogado llanto de mamá, que se aprontaba a los acontecimientos. Desde hace un tiempo, Sorbete no comía lo suficiente porque le faltaban dientes, también estaba ciego y al adelgazar tanto, ni siquiera podía sostenerse en pie, debiendo afirmarlo papá mientras bebía sorbos de agua.
Mamá dice que incluso le pareció ver un par de tumores en sus patas traseras y hasta botaba gusanos. Pese a lo inhumano que pueda parecer mantener viva a una mascota en tales condiciones, es porque no queríamos sacrificarlo antes de tiempo; nos engañamos pensando que su muerte sería natural, que cualquier mañana estaría plácidamente yaciendo en su rincón.
Sin embargo, su agonía se prolongó demasiado y hubo ocasiones en que despertaba por la madrugada, gimiendo al no poder cambiar su posición. Afortunadamente papá y mamá siempre se preocuparon de él.
Ahora recordaremos las veces en que lo llevamos a El Quisco durante nuestras vacaciones; cuando tuvo cachorros preciosos con Linda, una perra que mi hermano recogió atropellada de la calle; cuando se perdió en la calle durante algunos días y asustó tanto a mi abuelita Victoria Ester, que incluso tuvo la intención de llamar al programa Aló Eli, conducido por Eliana de Caso.
Nos resistimos a la idea, pero francamente habría sido cruel pretender prolongar aún más su dolida existencia. Tenemos la satisfacción de no haberlo sacrificado antes de tiempo ni hacerle sufrir más de lo necesario; hay quienes tienen mascotas mientras éstas no dan trabajo ni gastos pero aunque parezca cliché, nuestras mascotas realmente forman parte de la familia.
Del mismo modo, tampoco quisimos tirarlo en un basural, sino que lo sepultamos en el cementerio para mascotas Parque de Asís, que queda en el Buin Zoo. Ahora tiene su espacio en el nicho O-13 y debemos renovar anualmente el contrato, pagando $45.000 aproximadamente, para evitar que los restos de Sorbete pasen a fosa común
Dentro de quince días se le pondrá una lápida, con una placa que recuerde sus fechas y el nombre derivado de un muñeco que mis padres me trajeron como obsequio cuando tío Germán y tía Sandra se casaron en Brasil.
Lo bueno es que ésta fue la casa de Sorbete desde su nacimiento hasta hoy y entre ambos días, mucha agua pasó bajo el puente.
Hasta siempre Sorbete.
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