«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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domingo, 3 de agosto de 2008

La junta

¡Uf! Anoche la fiesta estuvo genial. Hace bastante tiempo mis ex compañeros de liceo estaban programando una reunión en casa de Mireya Caamaño y Karen Aguilera, a través del maravilloso Facebook -al cual confieso haberme hecho adicto hasta ahora-, pues muchos nos encontramos allí.
El plan era hacer un asado y todos estábamos muy entusiasmados. Sin embargo, no asistieron: Alejandra Sánchez, Williams Cossio, Gonzalo Miranda, Romina Marchant, Felipe Valenzuela, Elizabeth Vega y Andrea Rodríguez estando en Chile. Daniel Muñoz, Betzabé Pérez, Erick Rojas y Francisco Fuentes no fueron por estar en España. A propósito, esta foto está dedicada a Daniel.
Lo penoso es que casi no fui, pues tuve una hipoglucemia que por poco me provoca un desmayo. Por suerte, ni siquiera fue necesario ir en radio taxi porque papá me llevó. En verdad fue como estar en el liceo nuevamente; me habría arrepentido de no ir.
Llegué bastante tarde por demorar en mi recuperación, pero se sintió muy bien abrazar a aquellos con quienes compartí cuatro años de mi vida en promedio. Ahora me pondré en campaña promoviendo una nueva reunión para incluir a quienes no fueron contactados por Facebook y me gustaría que se realizara si Dios quiere, a fin de este año.
Hay compañeras embarazadas, con hijos, casadas, emparejadas. Tengo muchos compañeros desempeñándose en el rubro de salud y es un gusto hablar con todos en general, saber qué han hecho y cómo están llevando sus vidas.
Físicamente algunos se ven igual que antes, mientras otros han cambiado algo su apariencia... Pero es gratificante comprobar que en esencia seguimos siendo los mismos. Hemos crecido a costa de alegría y sufrimiento pero afortunadamente, nuestra madurez nos permite replantearnos aquellos conflictos que a los dieciocho años nos parecieron insalvables y ahora, son nimiedades. Es tan bueno ver cómo nos seguimos queriendo a pesar de transcurrir tantos años sin saber nada los unos de los otros.
A mis veintisiete años puedo darme el lujo de reconocer que pese a todos los malos ratos sufridos en la Enseñanza Media, cuando me gradué lloré amargamente a solas en mi recámara, creyendo que jamás en toda mi vida volvería a verlos.
Mamá tiene razón cuando dice que "las mejores amistades se consiguen en el colegio", pues tienes un alma pura, capaz de ver como ser humano a quien tienes al lado, más allá de su orientación sexual, ideología política o religiosa, condición socioeconómica y cualquier otro aspecto superficial.
Tuve la suerte de crecer en una época que no tuvo tantos desvíos del camino. Ahora los jóvenes se ven más desorientados, carentes de identidad o valores.
Si me lo preguntan ahora, teniendo bastante más kilometraje en el cuerpo, no cambiaría ni a uno solo de mis compañeros por alguien que aparentemente, fuese mejor. Aprendí que a ellos les debo en parte la persona que soy y sólo lamento no poder retroceder el tiempo para vivir aquellas experiencias de las cuales me contuve por ser responsable o simplemente, por ignorarlas en su debido momento.
No creo que el mundo cambie por saber esto, pero si alguna vez Luis Contreras me preguntara por qué somos amigos, recuerdo que al ingresar en Primero Medio me tardé cinco días por tomarlos como descanso al salir del ingreso terapéutico en Teletón; entré al aula sin conocer a la mayoría y temiendo no poder superar satisfactoriamente ese nuevo desafío académico. Me acomodé como pude frente a todos, a un costado de la pizarra mientras Cecilia Vera tomaba una prueba de diagnóstico en química dictando los elementos con "respuesta inmediata", como solía hacerlo.
Antes de comenzar, una de las primeras personas en acercárseme para saludar y ayudarme fue Luis, quien con ese simple gesto aminoró enormemente mi inseguridad.
Más adelante llegó Lucía Santana, quien actualmente es una psicóloga a punto de titularse y cuya visión social es muy amplia. Al ser hija de Lucía Pérez, profesora de historia y geografía, no necesitó de mayores presentaciones para hacerse querida dentro del colegio, sin considerar que algunos detalles físicos atribuibles a excelentes genes, la dotaron de especial simpatía por parte de los hombres.
Siempre estaba metida en el Consejo Estudiantil o marchas de peregrinación a santuarios católicos. Asistía a todas las fiestas y era organizadora de algunas a las que por estúpido o reprimido no asistí... Ésa es una de las cosas que me gustaría cambiar si pudiera manipular el tiempo.
Aún así, sé que todo cuanto me perdí en esos años, incluyendo la experiencia sexual, no estaba hecho para mí porque no gozaba de la madurez que hoy tengo para ver a cada uno de mis compañeros en sus reales dimensiones nobles.
Karen Aguilera pudo haber cambiado mucho físicamente, pero sigue siendo la misma tierna criatura que conocí en Séptimo Básico, capaz de enriquecer la vida de todo el que afortunadamente la encuentra, con el don de sacarte una sonrisa o inspirarte sentimientos puros aun si tu vida está pasando por el peor momento.
Mireya Caamaño y Ana Morales son casos únicos. Sufriendo experiencias macabras, son tan fuertes como para erguirse y desafiar con las armas más temibles y poderosas: la fe y el amor por la vida.
Cristián Contreras... Una persona de quien sentí afecto cuando me abrazó y más aún, cuando me preguntó por mi hermano y se alegró al saber que tengo sobrinos. Todavía recuerdo cuando cierto día en Octavo Básico, durante la clase de artes plásticas, Karen y yo lo vimos ponerse en pie y le quitamos la silla sólo por hacer una travesura. De pronto, Cristián se fue hacia atrás y al golpear su cabeza contra nuestro pupitre, mi compañera me miró como si hubiésemos cometido un crimen.
Katherine Valdés se casó con el novio que tenía en aquellos años. Es un admirable ejemplo de estabilidad emocional y por qué no decirlo, de amor, en un mundo donde las relaciones se dan casi milagrosamente.
Éstos son sólo algunos casos, pero está claro que todos tienen algo valioso en sí mismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que lindo trozo carlos de nuestra vidas
gracias

Anónimo dijo...

carlos nada que decir....super lindo lo que escribiste me llego a dar pena o quizas mas bien una melancolia muy grande de aquellos años.....un abrazo y gracias........y se vien el nuevo carrete eh ehe he

Anónimo dijo...

Carlos si no lloro, es solo porque no soy niñita... pero te pasaste, mas que lindo, muy emocionante

Anónimo dijo...

taba super
lindoo lo que escribiste es emocionante darse cuenta de tantas
cosas de verdad y tienes razon la vida nos hace crecer madurar
pero si hay algo que siempre recuerdas es el cole :)
para mi por lo menos son hermosos recuerdos

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.