Siempre he dado cobertura a las noticias que afectan directa o indirectamente a la comunidad gay y durante estos días, sólo Dios sabe cuan escaso es el tiempo en mi agenda. Sin embargo, moralmente me siento obligado a hacer un espacio entre mi segunda novela y algunos viajes para analizar recientes declaraciones del cardenal Tarcisio Bertone, secretario del Estado Vaticano.
Como autoridad eclesiástica, guía espiritual y hombre de confianza del Papa Benedicto XVI, tiene mi respeto aún sin considerarme plenamente católico apostólico y romano, pues salvo el bautizo, he dejado de lado todos los demás sacramentos.
Desde muy pequeño me he considerado privilegiado por dedicar horas a la reflexión que me permitió en gran medida, darme cuenta de quién soy. Debido a esto, considero la inconsecuencia el peor defecto del ser humano, pues origina la inestabilidad, mentira, engaño, manipulación y muchas otras aberraciones.
Se debe ser cuidadoso con alguien inconsecuente, pues no sabemos qué terreno pisamos al conocerle. Reconozco haberme dado cuenta de las enormes falencias existentes entre doctrinas católicas y comportamiento religioso.
Por todos son sabidos los vergonzosamente numerosos casos de sacerdotes y otras autoridades clericales que, amparados en su posición de poder, han abusado impunemente de inocentes criaturas o hecho la vista gorda ante tales faltas.
Me permito recordarles las palabras de Jesús, hijo de Dios, con respecto a los pedófilos: “A quien escandalice un niño, más le valiera no haber nacido” y “A quien escandalice un niño, más le valiera que le colocaran en el cuello una rueda de molino y lo echaran al fondo del mar”. Pueden leer, si lo prefieren, mi anterior artículo titulado "¿Todos somos hijos de Dios?". En él expongo claramente lo que casi dos años después, sigue siendo un tema de discusión.
¿Cómo es posible que una autoridad eclesiástica de tal grado, se permita emitir juicios tan atroces y generalizados, diciendo que la pedofilia no guarda relación con el celibato, pero sí con la homosexualidad? ¡Cuidado! No sea éste un desesperado intento de seguir encubriendo las innumerables faltas cometidas por sacerdotes, aludiendo a los homosexuales como principal caballo de batalla con el cual pretenden obviamente compararse para ver qué es peor.
Tengan presente todos ustedes, mis queridos lectores y seguidores, que ambos fenómenos sociales no pueden compararse, principalmente porque la pedofilia es una parafilia o padecimiento psicológico reconocido como tal por los expertos, en tanto la homosexualidad se entiende como orientación sexual que no implica perturbaciones mentales.
La pedofilia consiste en que la excitación o el placer sexual se obtienen principalmente, a través de actividades o fantasías sexuales con niños de entre 8 y 12 años. La homosexualidad en cambio, se comprende como atracción sexual por congéneres, pero ni siquiera sugiere la interacción con menores.
Se suelen distinguir dos tipos de pedofilia, una primaria, muy arraigada en el sujeto y otra secundaria, que aparecería motivada por factores circunstanciales. Estos aspectos son mentales, institucionales, de actividad, de educación sexual, de violencia, etc.
En otras palabras, es lógico pensar que tal como el hijo de un golpeador se convierte ocasionalmente en un marido maltratador sin la debida ayuda, así el niño abusado se puede transformar en un abusador durante su vida adulta. Pero a diferencia del cardenal Bertone, yo no generalizo y comprendo que pueden existir excepciones a toda regla.
No soy ingenuo, pues debe haber de todo en la viña del Señor, pero siempre he creído que las declaraciones poco meditadas son desafortunadas. Así, usar a la comunidad gay como parche para cubrir los bullados escándalos de sacerdotes pedófilos, es la peor estrategia por lo siguiente:
En primer lugar, se ofende a mucha gente homosexual que no ha cometido abusos sexuales infantiles, comparándolos con pedófilos cuyos casos deben ser llevados ante la justicia. Actualmente, la Iglesia Católica es como una treintañera solterona que se conforma con quien sea y por lo tanto, no debería darse el lujo de espantar a posibles feligreses insultándolos.
En segundo lugar, envilecer a los homosexuales para bajarle el perfil a los casos de pedofilia sacerdotal, es como querer apagar un incendio con combustible, pues se logra un efecto totalmente contrario.
Me gustaría confirmar la veracidad estadística de la relación entre homosexualidad y pedofilia que dio a conocer el cardenal Bertone, pues pareciera que las autoridades católicas se defienden como gato de espaldas y ante todos los errores cometidos, emplean la homosexualidad como chivo expiatorio.
Les recuerdo que un sacerdote percibe salario por su trabajo. En cualquier empresa, al contratar un funcionario se le somete a evaluaciones psicológicas. Sin embargo, la Iglesia Católica aparentemente sólo se conforma con el espíritu vocacional del seminarista... Se ahorraría mucho sufrimiento, problemas, juicios, escándalos y pérdida de fe si un sacerdote fuese sometido a estudios psicológicos antes de hacer los votos.
Como dato, durante el medioevo se argumentaba que las monjas embarazadas en los conventos, eran abusadas o seducidas por demonios íncubos, bajo ninguna circunstancia por hombres naturales... ¿Cuál sería la excusa de esos tiempos para justificar los abusos sexuales contra niños?
Sólo quien pretende tapar el sol con un dedo, usa la homosexualidad como carne de cañón para restarle gravedad a los casos de pedofilia sacerdotal.
Si un hombre es gay, no necesariamente significa que abuse de niños, en tanto el pedófilo sigue siéndolo como sacerdote o en cualquier ocupación. Trasladar de parroquia al clérigo abusador, no soluciona para nada el problema, así como tampoco señalar inquisitivamente a determinado sector social.
2 comentarios:
won tu alguna vez quisiste ser cura jajjajaja muchos saludos y espero estés bien a won no te he contado vas a ser tío
jejjeje
reir con el dibujo.
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