Así se llamaba en Facebook el evento al que Lucía me invitó ayer. Fui y lo pasé genial.
Era primera vez que visitaba su casa y aunque creí difícil llegar, merecía la pena. Me retiré a las 4:15 a. m.
Del colegio también estaban Mario -con quien compartí taxi-, Mireya, Karen, Eugenio y Rodrigo, por lo que casi pareció una reunión de ex compañeros, pero más movida, pues hasta bailé.
Era una noche para desatarse, reír, conversar, relajarse, conocer gente y disfrutar, así que simplemente lo hice.
Por supuesto, le obsequié a Lucía un ejemplar de Alma Negra. Nunca lo hago, por restricciones editoriales y la condición de "valorar" mi trabajo como escritor. Sin embargo, decidí hacer una excepción, sabiendo que disfrutará la obra.
Tal vez el único punto negro de la noche -y lo menciono sólo para ser objetivo en el registro, pero restándole importancia- fue el desmadre de Mario al pregonar que cierto individuo ausente me gustaba. No se entienda mal, pues sólo reaccioné molesto por creerlo inoportuno y además, tampoco resulta agradable que me adjudiquen falsas relaciones o injurien sobre mí personas a quienes no conozco... Empero, fue bueno enterarme sobre qué se dice, para tener más cuidado con la gente.
Punto aparte, todo lo demás resultó satisfactorio y hasta pude ver a la madre de Lucía, que fue mi profesora de historia cuando llegué a aquel liceo. Quien me conoce bien o ha leído Alma Negra y este blog, sabe cuánto gozo esa asignatura.
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