Ahora que estoy embarcado en la aventura de conocer la ciudad más bella del mundo dentro de algunos meses, me di al placer que proporciona Mondadori habiendo publicado en 2006 la obra “Estambul. Ciudad y recuerdos”, del escritor turco Orhan Pamuk, quien fue además el Premio Nobel de Literatura ese mismo año.
Aunque algunos discrepen radicalmente con el autor, él nos entrega mediante la traducción de Rafael Carpintero, una visión completamente distinta de la que podríamos tener los occidentales sobre esta milenaria urbe, porque le quita en parte el exotismo y la dota del necesario realismo de quien ha vivido allí prácticamente toda su vida.
Es cierto que Pamuk mata en parte el mito de la ciudad mágica que muchos tenemos en mente, pero a cambio le da vida al paisaje citadino describiéndolo como melancólico y siendo absolutamente crítico.
De hecho, estas memorias son ricas en detalles sobre travesías, amores, relaciones y rencores, siempre con el característico toque osmanlí que para mi sorpresa, difiere mucho del folleto turístico.
Cuando lo compré, le pregunté al vendedor de la librería si acaso tenía algún texto que hablara sobre Estambul, pero este libro muestra realidades vistas por alguien nacido y criado allá, quien en párrafos para nada elogia la cualidad cosmopolita de su hogar, tan destacada por el mundo entero. Tal vez este tono notoriamente desafiante le da su merecida reputación polémica.
Orhan Pamuk nos dice «El que Estambul esté dividida entre la cultura tradicional y la occidental, y entre una minoría inmensamente rica y los suburbios, donde viven millones de pobres, y el que permanezca constantemente abierta a una inmigración permanente, ha provocado que en los últimos ciento cincuenta años nadie sienta la ciudad como su verdadero hogar» (p.137).
Es ciertamente un juicio lapidario, considerando que el escritor es la única voz alzada para discrepar del resto. Esto le da a su obra una distinción bastante particular y muy interesante.
Por la misma razón, Pamuk puede resultar acusador a ultranza con sus reproches, pero si bien esta descripción podría agradar y disgustar al estambuleño en igual medida, sirve muchísimo a un lector extranjero que quizás viaja llevando ideales, porque previene la decepción turística mediante el relato simple y elegante de un conocedor.
Como escritor, siempre he querido escribir una novela ambientada en esta urbe, pero cierta vez un amigo eurasiático me dijo «No puedes hablar sobre Estambul sin conocerla, porque darás descripciones que están en tus fantasías y ningún turco se identifica con visiones occidentales de nuestra ciudad». Creo por ello, que la obra analizada ahora es completamente desprejuiciada aunque no lo parezca.
En sus cuatrocientas treinta y seis páginas el libro complementa su cautivante relato con fotografías personales del autor, que atrapan aún más al lector mostrándole Estambul no sólo mediante una redacción sostenida, sino también le enseñan la veracidad del relato.
Después de todo, parece que al menos en cierta medida tanto mi amigo turco como el propio escritor, tienen razón al decir que sólo puede conocerse la verdadera ciudad a través de los ojos estambuleños.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario