Por fin llegó 2011. La verdad es que hasta ayer estaba cansado del año que acabó, pues comenzó en lo personal, muy mal, conmigo y Sr. L distanciados, un terremoto con tsunami, defunciones... Lo que es un verdadero cataclismo emocional.
Aunque no lo crean, recién ayer me atreví a escribir en mi diario de 2009 lo ocurrido en cuanto al desafortunado conflicto que destruyó parte de quien fui hasta entonces.
Ocurre que un buen diarista no sólo escribe las vivencias felices sino también aquellas experiencias nefastas; del mismo modo que un periodista no sólo informa las buenas noticias sino también de catástrofes.
Sí. Sería más digno, aunque deshonesto, omitir aquellas vivencias desagradables, editando los errores, desamores, humillaciones y sufrimientos, pero también perderíamos parte de nuestra esencia humana. ¿Cómo aprenderíamos?
Tía María Adriana me dijo una vez que los humanos podemos sentir amor verdadero por parejas, padres, hijos o amigos y que declarar abiertamente ese amor no condiciona.
Conozco mucha gente que aún teniendo avanzada edad carga rencores de su juventud. Les he visto apagarse por el odio, ennegreciendo su corazón y corrompiendo su alma. Yo mismo he querido sacar de mi vida a algunos seres verdaderamente malignos, cuya influencia por poco apaga la flama de mi vida... No hablo de una muerte física sino de un deseo mortal, cuando se extinguen nuestras ansias por vivir.
En otras palabras, prefiero sentir amor, contagiarlo, alimentarlo, declararlo abiertamente aunque parezca tonto demostrar tal sentimiento por el viejo padre, la sacrificada madre, el esforzado hermano o algún amigo que uno mismo ha escogido como destinatario del afecto porque el corazón lo exige.
Anoche llamé a Sr. L, Esteban, Paulina, Carolina y Cury entre otros para felicitarlos en este nuevo año. Sin embargo, no pude evitar sentirme un tanto desamparado cuando Cury no reconoció mi voz. Había perdido mi número telefónico y por los quehaceres laborales ya casi no tiene tiempo...
Cuando cursábamos Enseñanza Media e incluso mucho después pensaba que jamás nos distanciaríamos, que la llamaría desde el hospital geriátrico para comparar dolencias y recomendarnos secretamente medicinas. Empero hoy me di cuenta de que con los años, ella ha hecho su vida y yo la descuidé por estar más al pendiente de mis novelas u otras personas a quienes doy mi amor porque se lo han ganado.
Los tiempos cambian al igual que la gente. Ya le decía yo a Sr. L hace unos días que nada es definitivo en este mundo: ni su enojo, ni nuestro distanciamiento, ni mi cercanía con Cury, ni las personas que una vez amé con toda el alma y hoy están con Dios. Sólo Él se mantiene inmutable, porque todo lo demás cambia.
1 comentario:
unos llegan y otros se van, o los que se habían ido ahora retornan es parte del proceso, aunque no lo queremos.
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