Esta mañana me desperté horrorizado tras soñar con terribles imágenes infernales. Estaba sumido en una oscuridad tan profunda que no me veía envuelto, sino más bien formaba parte de ella, suspendido e incorpóreo pero consciente del entorno.
intentar escapar en dirección al Cielo se me hacía terriblemente laborioso, como si en algún grado fuese observado desde una profundidad más oscura y temible, donde demonios aguardaban.
Aunque conozco el tema, sé que ser ignorante no me salvaría de tales visiones. Cualquiera reconoce el purgatorio, infierno o Cielo al sentirlo.
Habiendo llegado al Cielo, la luz era tan intensa que en un principio casi no podía ver nada y luego, rodeado de intangibles nubes, el vapor dio paso a intensos colores azulados brillantes.
Más allá de las descripciones, lo que más me preocupó fueron mis percepciones. Según las diversas creencias y religiones existen muchos Cielos e infiernos, pero tuve la muy desagradable impresión de que cada sitio se ajusta a personalidades individuales.
Así por ejemplo, el Cielo puede ofrecer distintos placeres y comodidades dependiendo de las necesidades que tenga cada persona en su alma.
Del mismo modo, el infierno nos tortura con nuestros temores más ocultos, aquellos que incluso ignoramos pero al estar solos allí, no existe nada salvo ese miedo paralizante e incomparable y nosotros. No hay esperanza, salvación ni paz.
La sensación es indescriptiblemente negativa, asfixiante, escalofriante. Ninguna experiencia en la vida puede compararse, pues cuando algo malo nos sucede al menos tenemos esperanza de recuperarnos, pero allí no queda nada.
Ninguna ilustración de Dante es tan exacta como el verdadero infierno y seguramente mi sueño fue apenas una muestra muy parcial.
Por experiencia les digo que muchas veces los sueños son engañosos. Las imágenes oníricas pueden anuncios de otras realidades, que ignoramos por considerarlas producto de nuestra imaginación. ¿Sería mejor arriesgarse a comprobar lo contrario cuandi fuera demasiado tarde?
Hay a quienes no les importan las consecuencias de sus nefastas acciones, pues tampoco creen que serán castigados por Dios, el destino, la vida o la justicia humana. Sin embargo, aquellas personas codiciosas cuya moral es casi inexistente ni siquiera imaginan cuan real puede ser el precio a pagar.
Asesinos, violadores, psicópatas, codiciosos, furibundos, orgullosos, lujuriosos... ¿Por qué llevar esa vida siendo tan simple ser mejor persona? Algunos han perdido aquí la esperanza de salvarse, sin ser necesario visitar el infierno y cuando alguien no se restringe buscando placeres, riquezas o alimentando odios, jamás halla satisfacción.
Aunque el mundo actual se parezca mucho a lo que podríamos llamar infierno por las atrocidades vistas aquí, como alguien capaz de escandalizar niños inocentes, no podemos estar seguros de haberlo visto todo.
Algunos no se restringen porque creen que después de esta vida no hay otra. Ello les facilita dejarse llevar sin restricciones. ¿Pero y si la hay? ¿Qué pasaría si creyeramos en una vida única y libertina pero luego de morir, debiéramos pagar eternamente?
Les puedo describir mi infierno como un sitio de oscuridad absoluta, donde el menor temor es sentir a entes empujarme hacia abajo y no me atrevo a mirar porque la impresión sería casi mortal. Empero, hay tantos infiernos como personas. Me parece insensato arriesgarse por gusto.
Para salir de ahí prometí llevar una buena conducta y ser más virtuoso, porque nunca lo he sido. Pero jamás dejaré de cometer errores por mi propia condición imperfecta.
Que triste es vivir en un mundo donde Dios ha muerto y los grandes valores son constantemente subestimados: amistad verdadera, amor, respeto y fe son tesoros de unos pocos o conceptos románticos considerados impracticos e inalcanzables. Si alguien se pregunta de qué sirve la amistad sincera existiendo Facebook, le responderé que un ordenador nunca debe apagar la calidez humana.
Es extremadamente fácil ser inicuo en esta vida, porque hasta nos puede dar placer, pero éste es tan pasajero que a veces ni se disfruta.
Cuando oigo a un fumador diciendo que de algo debemos morir, siento cuan rendido está. Nada merece la pena condenarse para siempre en una prisión donde los peores castigos son indescriptibles aún para el escritor más prodigioso.
1 comentario:
Los tiempos cambian. Pocas cosas buenas quedan ya... No sé donde iremos a parar, a veces da miedo y todo. MUA
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