Aunque parezca increíble, desde que me compré el cuaderno Tornasol de Torre hasta ahora he escrito más de la mitad y francamente, no creo que me dure hasta junio próximo.
Las nuevas amistades, los preparativos del viaje, estudiar turco cada semana y resolver mis asuntos pendientes son en ese orden, trámites ineludibles.
Publicar mi segunda novela definitivamente no ocurrirá este año, porque entre hacerlo y conocer la ciudad que me ha llamado durante una década, obviamente escojo Estambul. En especial considerando las posibilidades ofrecidas por el destino.
Llevar un cuaderno en blanco para anotar cada paso, aroma, sabor, aventura y experiencia es algo que no puedo dejar de hacer. Ni siquiera quiero imaginar cómo serán mis vivencias allá, porque seguramente me espera algo sorprendente.
Estudiar turco se me hace un poco difícil, por ejemplo ayer con las conjugaciones. Sin embargo, mientras más practique mejor hablaré y escribiré. Será necesario si quiero decirle «Seni seviyorum» a alguien especial.
Y los besos con sabor a delicias turcas son algo imperdible, como el Gran Bazar o un atardecer osmanlí en buena compañía.
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