Hace trece años iba por los pasillos del Mall Plaza Oeste y al detenerme en la librería, buscando biografías o diarios íntimos de gente reconocida, el vendedor me recomendó “El diario de Bridget Jones” en su edición Femenino Lumen 1998.
Debo reconocer que estuve un año sin siquiera sacar este libro del rincón donde entonces apilaba grandes tomos, pues en mi ingenuidad ignoraba que ésta era una obra de la renombrada autora británica Helen Fielding y más bien creí que Bridget Jones era una persona real como Ana Frank. Lo sé, pueden reírse.
En las vacaciones aquel año sin tener ningún otro método de entretención salvo mirar las horas pasar, decidí empacar el libro en mi mochila. Al leer las primeras cinco páginas ocurrió algo sorprendente: había reído con un humor inglés sofisticado, impecablemente aplicado e inteligente, muy distinto a la absurda comicidad de Benny Hill o Mr. Bean. De ahí en adelante fue casi carcajada por página descubriendo las aventuras y sobre todo desventuras del personaje tan bien delineado.
Sin ser una más de “Sexo en la ciudad”, Bridget es una treintañera, soltera, pasada de peso, insegura, fumadora y empeñada en darle a su vida un giro radical nada más comenzar un nuevo año. ¿Qué mujer del siglo XX-XXI no se identifica con Jones? Para ello comienza a escribir un diario donde su primera anotación registra los propósitos fijados, ejercicio que francamente deberíamos hacer todos al menos una vez en la vida. Su crónica registra minuciosamente cada cigarrillo, caloría o copa que consume hasta profundizar pormenores laborales, familiares, amistosos, sociales pero sus amoríos con Daniel Cleaver o aquel tira y afloja ofrecido por Mark Darcy son pináculo del argumento.
¡Qué suerte tenía ésta! Traía loquitos a un dios sexual promiscuo y un abogado millonario al que le gustaba Bridget, tal como era. Todos sabemos cuan distante es esto de la realidad, pues hallar el verdadero amor en nuestra sociedad tan deshonesta suele ser mucho más difícil, pero para fines literarios Fielding logra su meta: cautivar.
En lo personal, creo que una obra es buena sólo si su autor logra en alguna medida hacer que el lector se sienta protagonista por momentos, enfrentándolo a situaciones con las cuales pueda sentirse identificado. Aquí esto es una constante sin importar género, pues los hombres también podemos compartir opiniones de Bridget o empalizar frente al relato… Mi único desconsuelo, teniendo veintinueve años, es saber lo universal que resulta la maldita crisis de los treinta.
Tal vez éste sea el motivo de que la obra literaria y su secuela hayan sido adaptadas cinematográficamente con tanto éxito, haciéndonos esperar una próxima tercera parte donde la periodista es ya cuarentona y desea ser madre. En alguna medida el libro ofrece a quienes puedan sentirse como Bridget una esperanza, tras cambiar actitudes y patrones, de hallar nuevos caminos por donde conseguir lo deseado, como los libros de autoayuda que lee Jones.
Además, la autora hace una crítica abordando temas controversiales como la homosexualidad encubierta o el constante cuestionamiento social hecho a las mujeres solteras cuando alcanzan sus tres décadas. En este punto, la obra entrega inteligentemente un retrato cultural globalizado, perpetuado por muchas generaciones conservadoras cuyos portavoces a veces tienen acceso a plataformas progresistas actuales.
El encanto de esta narración no está tanto en el carácter gracioso o trivial, sino más bien en ser entretenida al mostrarnos personajes arquetipos que ilustran mejor las realidades expuestas: los amigos compinches y el elitista círculo social donde Bridget por supuesto es una inadaptada, son sólo dos ejemplos.
Del mismo modo, Fielding crea un personaje audaz dentro de sus complejos. Bridget es despierta, crítica tanto de sí misma como del entorno, inconformista en cuanto al orden socioeconómico inglés. Tiene una personalidad fresca y auténtica que pese a sus inseguridades, la hace entrañable.
En este aspecto cada personaje que interactúa con Bridget Jones está desarrollado con similar riqueza, para estar a su altura y es así cómo la autora consigue enseñarnos un trabajo excepcional que hoy forma parte de nuestra cultura pop.
Ahora el ejemplar, guardado en mi polvoriento librero, atestigua con algunas notas personales a los márgenes y pasajes subrayados, cuántas veces lo he leído sin desencantarme ni un poco.
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