Ayer tuve mi primera clase de turco tras diez años de haber estudiado con un agregado administrativo de la embajada eurasiática en Chile. Mi profesor llegó a las 17:15, quince minutos antes que el resto de sus estudiantes, las chicas de Tarkan Fans Chile que viajarán conmigo a Estambul. Ya estamos en la cuenta regresiva. Me sentí raro al comprobar que si bien hace una década no estudio formalmente, los conocimientos aún están en mi memoria, haciéndose presentes.
Al terminar la clase y como habíamos pactado, preparamos carne asada con las ensaladas y guarniciones que desde el viernes por la noche preparó mamá. Charlando amenamente mientras las chicas se probaban algunos caderines bailando música árabe o de Tarkan, la comida fue sazonada hasta alcanzar su punto, cuando todos compartimos mesa.
Habiendo finalizado la reunión a las 3:00, luego de tratar variados temas que fueron desde el viaje hasta por qué nos interesaba conocer Estambul y otros asuntos místicos, acordamos encontrarnos el próximo sábado para continuar aprendiendo. Hasta tarea me dejó el maestro, dejando muy claras algunas reglas gramaticales y fonéticas de la lengua turca.
Aunque no pretendo adelantarme a los hechos, estoy muy ansioso, pues por diversas razones hasta el momento reservadas, todo indica que viajar podría cambiar mi vida radical, positiva y definitivamente.
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