Ayer fue la última clase de turco y estuvimos presentes todos los que desde un principio estudiábamos. Ahmet y Karina fueron los primeros en llegar, seguidos por Pauly y Carolina. Mucho después llegaron Cristy, Made, Alejandra y Gabriel. Ahora hicimos un asado tal como cuando las clases empezaron, pero nos quedamos conversando hasta pasadas las 5:00 de esta madrugada.
Hace tiempo que no estábamos todos juntos y fue muy cómico, pues la última clase siempre se deja para aprender groserías turcas... A carcajadas intentaba decir alguna, sabiendo cuan impropio sonaría inevitablemente, ya fuera por mi pronunciación o por la frase.
Es fantástico lo bien que hemos congeniado todos, hasta el punto no sólo de compartir experiencias personales sino además, formar parte de un proyecto común más allá de Tarkan Fans Chile o nuestro viaje a Turquía. Todos contribuimos de una u otra forma para disfrutar esta aventura cuyas raíces y frutos se comparten.
Uno siente en gran medida satisfacción personal, por saber que pudo conocer valiosas personas que en un principio, sólo compartían su gusto por Turquía o este cantante eurasiático. Es más, a Gabriel ni siquiera le interesa la música de Tarkan, pero sin duda se suma al grupo, comprometiéndose.
Me gustó especialmente que en mi casa volvieron a estar todos y no hubiese límite de tiempo para disfrutar. Cuando ves poco a quienes estimas, necesitas gozar cada momento atesorando su belleza. Eso hicimos anoche.
Seguro Ulises también dejó a gente amada en Ítaca cuando partió a Troya, además de Penélope y Telémaco. Si bien yo no irá hasta Turquía para pelear, a ratos siento que descubriré un segundo hogar, abandonado tal vez durante una vida pasada. Sin embargo, también tengo raíces aquí y mis amigos me dan buenos motivos para regresar, cuando haya descubierto aquella razón primordial por la cual me siento tan seguro de hacer este viaje.
Seguramente muchos de ustedes leerán esto y sólo verán una crónica de la última clase de turco. Pero si alguna vez han deseado algo con tantas fuerzas, que ni el tiempo ni la distancia matan su anhelo, podrán comprender por qué tras doce años y tal vez dos vidas, he querido tanto recorrer las calles de Estambul en grata compañía.
La aventura no es sólo abordar un avión, sino todo cuanto hemos sido capaces de hacer durante meses o años para llegar a nuestro destino. La vida sólo se disfruta cuando somos capaces de dar cada día un pequeño paso recorriendo el camino más largo. Cuesta y cansa, pero nadie nos pide salvar el mundo a diario; quizá a veces ni siquiera veamos lo significativo del amanecer y esperemos una oportunidad para ser felices. Empero, vivir es saber ver y tomar las pequeñas oportunidades cotidianas.
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