«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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domingo, 8 de julio de 2012

Capítulo 3: Sólo le pido a Dios

Desde Occidente se ve distinta la vida. Cuando estuve en Estambul pude llenarme de aquella espiritualidad constante, que te sobrecoge hasta el llanto. Santiago en cambio, es una ciudad tan industrializada como vacía; llena de edificios que se elevan como los barrotes de una celda y paredes rayadas con aerosol que parecen testimonio del sinsentido urbano.
Tanto invade el gris ánimo santiaguino, que no puedo evitar añorar las veraniegas vistas osmanlies con sus inmensos bosques entre cuya profundidad resalta la bandera turca haciendo gala del patriotismo en aquella nación.
Pero sin duda, lo que más extraño es oír el Ezan cinco veces al día desde cualquier punto de la ciudad, recordándome que Allah está siempre presente en mi vida y es sin duda alguna el mejor amigo, pues me consuela cuando las lágrimas innundan mis ojos recordando a aquellas personas que conocí, que se abrieron camino fácilmente hasta ganarse por derecho propio un lugar en mi corazón.
Sin embargo, siempre digo que mi corazón se quedó allá. No porque me faltase espacio en la maleta para empacarlo de regreso a Chile, sino porque fue inevitable rendirme al celestial y romántico atardecer en Üsküdar. ¿Cuántas plegarias son necesarias para volver? Que alguien me diga y las hago, pues Allah sabe que aquél es mi deseo más intenso y majadero, como profundo es el Bósforo cuando le observas desde el ferry a la luz del plenilunio.
Mas cierto es que sin su gente, Turquía no sería nada. De todo lo existente allá, nada es más valioso que mis amigos, aquella familia elegida que Allah puso en mi camino y por quienes el amor es tan ardiente como doloroso. Que Él, clemente y misericordioso, me salve de morir desolado o consumido por las llamas de la premura.
Premio tan inmerecido como solicitado es recibir el abrazo turco nuevamente, escuchar ese exótico acento de que motivado por la religión o el sentimiento, te da sin esperar retribución alguna e incesantemente se entrega, sólo para verte sonreír.
Si sultán fuese, mi trono daría hoy para recorrer nuevamente sus calles, fuente inagotable de pasado que sin presumir se adapta, prometiendo un feliz futuro en compañía de los seres queridos.
Ay de quien en Estambul se enamore. Auguro para aquél el mayor de los placeres en compañía del ser amado, pero también la mayor agonía en su ausencia Créanme, conozco casos.
Así es esta ciudad, capaz de darte la plena felicidad mientras allí permanezcas, a riesgo de quedar sumido en la más profunda oscuridad cuando partes. Y de aquel exilio, sólo Allah puede rescatarnos a quienes no tenemos hogar donde están nuestros cuerpos, sino donde dejamos nuestros corazones.

2 comentarios:

maggie dijo...

que ganas de visitar ese lugar mágico que describes, ojalá puedas volver pronto y reencontrarte con su gente, su vida y sus costumbres.

ESTAMBUL dijo...

Buenísimo el articulo, enhorabuena Amigo.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.