
Quedé tirado ahí por breves segundos, pensando que pude haberme golpeado la cabeza contra la pared y romperme el cuello. Mis padres que aún dormían a las 5 a. m., me habrían hallado muerto dos horas más tarde, al darme el desayuno.
No me quedó otro remedio más que reincorporarme como pude, lavar con agua fría la herida que tenía en el brazo para evitar cualquier infección y hacerme la ablución de wudu. Seguí mi vida como si nada hubiese acontecido, pero les dije a mis padres para evitarles las preocupaciones o dudas al notarme la cicatriz. De todos modos, ya pasará porque es apenas superficial.
Sin embargo, memorable será el momento en que iba camino al piso, como digno protagonista de la saga Duro de matar. Ni siquiera tuve tiempo para fijarme si toda mi vida pasaba frente a mis ojos, pero no habría podido prestarle atención a esa película, porque haciéndolo, habría perdido todos los dientes. Lo que sí resulta cierto es eso de ver estrellas, pues aunque no me aturdí, seguramente mi cerebro se preparó para un probable coma..., pero yo no despertaría como Beatrix Kiddo, eso está claro.
Elhamdulillah, estoy aquí, escribiendo ahora y listo para seguir adelante hasta y como Allah lo determine.
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