«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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viernes, 24 de mayo de 2013

Yunus Emre estaba en lo cierto

 «Mi fugaz vida llegó y se fue
viento que sopla y pasa.
Que todo breve ha sido siento
un mero parpadeo
».

Yunus Emre (¿1240–1321?).

Hoy es un día fatal, pero como no tengo completamente actualizado mi diario íntimo, lo registro aquí sin dar mucho detalle, para no olvidarlo cuando pueda escribirlo en las páginas más personales.
Debí suponer que algo así pasaría, porque siempre me ha sucedido y a pesar de que tengo treinta y un años, al parecer esto es algo a lo que las personas debemos acostumbrarnos porque todo es efímero salvo Allah y sólo con Él podemos contar incondicionalmente. Aunque no me guste, deberé desempolvar una vieja frase del Sr. L y reconocer que «Todos estamos de paso por la vida de alguien y luego, cada cual sigue su camino». Él mismo fue pasajero en mi vida y estaba muy conforme con la idea.
Mi angustia no se debe sólo a ver cerrados algunos canales de comunicación sino también a ignorar qué sucede exactamente y odio sentirme impotente cuando son tantas mis ganas de estar con ellos, apoyándolos. Sin embargo, tanto los sentimientos como los deseos no pueden imponerse ni transferirse. Son semillas que sólo dan fruto en terreno fértil.
Pese a todo, me resisto a darle importancia al pensamiento del Sr. L cuando pasamos por la peor crisis y que sin duda, dio origen al posterior quiebre definitivo de nuestra amistad. Más bien prefiero hallarle otro significado: siempre puedo compartir mi felicidad con muchas personas, caminando juntos pero eso no quiere decir que mi dicha sea la suya, dividiéndose así las rutas. No obstante lo anterior, el amor es un lazo indestructible.
Aunque mi corazón se haya quedado allá en Estambul, entre Fatih y Üsküdar, a veces me grita desde lejos reclamándome que regrese a buscarle. Pero no entiende de razones ni acepta que en mis bolsillos hay más deseos e ilusiones que dineros.
La adivina que me leyó el café en ese local de Moda tenía razón al decirme que le temo a la muerte de los amigos, pero no se refería a un fallecimiento literal sino al distanciamiento, al enfriamiento de los afectos... Es tan inevitable y aún así, debo aceptar la voluntad de Allah porque sólo Él sabe qué depara el futuro, tan incierto como inexistente.
No podemos retener a nadie. Es lo único cierto además de la misma muerte, que no resulta inevitable como nacer y fallecer solos, teniendo de única e irreemplazable compañía a Allah desde antes del vientre hasta después de la tumba.
Nunca he aprendido a lidiar con mis apegos emocionales y sin importar qué camino recorra, siempre me tropiezo con la misma piedra, que parece buscar mi huella para interponerse en mis pasos. Es irónico decirlo, considerando que uso silla de ruedas y debería comprarme una todo terreno.
He tenido demasiadas pérdidas en mi vida, como toda la gente, supongo. De manera increíble, el llanto no se agota y vuelvo a comportarme como un perro abandonado en medio de la carretera cuando alguien que estimo se aleja.
¿Y quién me puede culpar? Ahora también tengo afectos turcos que están más allá de los mares, al otro lado de este pequeño mundo que a menudo nos agobia con su inmensidad. Sólo Allah sabe si algún día me permitirá verles nuevamente, pero entre los muchos asuntos que ignoro está mi inseguridad de mantener vivo su cariño como el primer día, sin importar cuánto tiempo transcurra o cuánta distancia nos separe. ¿Y si llego allá y me encuentro con las ruinas de lo que construí antes de vernirme a Chile? ¡Ay, mis amigos, mis hermanos!
Debo llevar a la práctica aquello que dije aquí alguna vez sobre no pensar tanto en mí y pensar más en el otro. No soy nadie para cuestionar nada y sólo me queda aceptar de buena gana lo que venga, no resignarme como si fuese una condena. Toca confiar en que Allah me enseñará el camino.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.