«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

Comenta en este blog

Selamünaleyküm: No olvides dejar al final de cada artículo tu comentario para el autor de este humilde blog que acabas de leer. Tus opiniones serán tomadas en cuenta para mejorar el contenido en la forma y el fondo.

Si esperas respuesta a tu comentario, debes buscarla dentro de la misma sección del artículo que comentaste. Gracias. Selam.

Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

Sobre Facebook

Por favor, si me agregas a Facebook, envíame un mensaje privado diciendo que has visto mi blog, para saber dónde me encontraste. De lo contrario, tu solicitud podría ser rechazada por seguridad. Muchas gracias por tu comprensión.

sábado, 24 de agosto de 2013

Estoy esperando un anillo de compromiso

«Sevgi yalnız belli bir insana bağlılık değildir; bir tutumdur; kişinin yalnız bir sevgi nesnesine değil, bütünüyle dünyaya bağlılığını gösteren bir kişilik yapısıdır. Kişi yalnız bir tek insanı seviyor, başka her şeye karşı ilgisiz kalıyorsa, sevgisi sevgi değil, birlikte -yaşamaya bağlılık ya da yaygınlaştırılmış bir bencilliktir».

«El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un "objeto" amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egoísmo ampliado».

- Erich Fromm.

(De la biografía de Arzu en Facebook).

Treinta y dos años ya. Es como para declararse en soltería vitalicia, porque nunca he tenido pareja. Sin embargo, ya no me importa como antes, cuando la soledad me agobiaba y el frío del invierno sólo era comparable al de mi corazón.
No es por alguna incapacidad de amar, sino porque ahora intento no confundir sentimientos con pasiones... Es lo que les ocurre a muchas personas actualmente, que se obsesionan con un ser amado y parecieran depender de él.
Ciertamente si se concentra todo el afecto en un único ser humano, tarde o temprano corres el riego de perderle y entonces, te quedas solo. No deseo para nada fomentar la promiscuidad -nada más lejos de mis intenciones-. Más bien digo que cuanto la gente llama amor hoy en día con tanta soltura como seguridad, no es sino un espejismo, una ilusión que muchas veces nosotros mismos fabricamos para evadir la realidad cuando nos parece triste.
Estamos rodeados de personas a quienes amar sinceramente: padres, familia y amigos. Empero, siempre pretendemos definir este amor como simple cariño para distinguirlo de un afecto por alguien especial. Ciertamente hacer esta diferencia es injusto porque destaca a una única persona en detrimento de quienes realmente nos aman e ignoramos si ese individuo es capaz de correspondernos como merecemos.
Tal vez nos equivocamos al creer que obligatoriamente debemos encontrar una pareja e idealizamos el amor verdadero como un cuento de hadas. Incluso realizamos fastuosas ceremonias de boda para marcar el momento en que dejamos la soltería y nos disponemos a compartir nuestras vidas con alguien «para siempre», aunque a algunos ese tiempo les parece demasiado y prefieren utilizar un «hasta que la muerte nos separe», pretendiendo ponerle plazo fijo a la relación.
No me pregunten si acaso es bueno estar emparejado, porque lo ignoro. Pero sí sé que algunos no están listos para ese desafío y prefieren pasar sus vidas compartiendo sólo momentos con distintas personas que jamás llegan a ser suficientemente significativas para reclamar un mayor espacio en ese corazón. A mi modo de ver, cuando somos incapaces de comprometernos sufrimos una discapacidad tan severa como el compromiso obsesivo, siendo ambos los extremos de una misma cuerda que tarde o temprano se corta.
De eso sí sé. He conocido a personas que subestimaron tanto mi presencia en sus vidas y por ello, acabaron perdiéndome irremediablemente hasta este punto, cuando he descubierto un nuevo camino mucho más satisfactorio, porque ahora no deposito toda mi atención en el amor idealizado sino que puedo repartir afecto entre todos quienes me estiman y así, no descuido a nadie... Si alguien se ha sentido postergado es porque mi día sólo tiene veinticuatro horas.
Del mismo modo, no he dejado de esperar que así como yo me ocupo y preocupo por los demás, ellos también lo hagan por mí en igual proporción. Es justo decir que si uno dedica cinco minutos escribiendo un mensaje o haciendo una llamada, la otra persona también lo haga. Es cuestión de correspondencia.
En un sentido figurado sigo esperando que alguien me obsequie ese «anillo de compromiso» -de acero quirúrgico o titanio, por favor-, símbolo del contrato sentimental entre dos personas emocionalmente estables y maduras. Pero ya no pretendo que llegue de cualquier persona... Cuando viajé, sin ser musulmán aún, dejé aquí afectos tan intensos como dolorosos que murieron durante mi estadía en Estambul y no han resucitado. Esperaba pues, adormecer mis apasionados y desdeñados sentimientos.
¿Qué encontré? A muchas personas que me hicieron ver amorosamente cuánto estaba desperdiciando por insistir en relaciones que no iban a ningún lado. Desde entonces y habiendo experimentado felicidad verdadera -en el plano mundanal-, me empeño en mantener mis ojos abiertos, aunque a veces cuesta, para evitar tener toda mi energía puesta en una sola dirección.
En el plano netamente amoroso, es debastador cuando te hacen sentir que tu manera de amar es patética. Te cuestionas si acaso es tuyo el problama de ser rechazado, aceptas una humillación tras otra hasta que te cansas de ser la última altenativa.
Made me dijo una vez -antes del viaje- que yo podía ser como una mesa o cualquier mueble, que está siempre ahí y al cual te acostumbras, pero sólo le quieres y extrañas cuando un día no está y lo necesitas.
Aquí siempre tuve la sombra del rechazo sin explicación alguna. Allá tuve el amor de varias personas que pese a conocerme muy poco -porque apenas me vieron unos días-, se comportaron conmigo como si hubiésemos estado toda la vida juntos; reconozco que muchas veces soy yo quien no les responde a la altura de las circunstancias. Habiendo experimentado eso, volví a Chile renovado, dispuesto a valorar mucho más el cariño que algunas personas me dan sinceramente pero también, listo para cerrarles las puertas a quienes tenían otros caminos.
Es muy difícil empatizar con quienes nos han hecho sufrir, aunque también hayan sufrido. Es que se necesitaría estar en la cabeza -o el corazón- de cada persona.
Aquí por ejemplo, estamos acostumbrados a abordar las relaciones desde la pasión o cuanto egoístamente creemos necesitar y olvidamos las necesidades afectivas del otro. Por eso en lo personal, no sé si aquello que muchas veces exigimos es lo que estamos dispuestos a recibir.
Considerándome uno de quienes se empeñan en hallar el amor verdadero, como si tuviese que viajar al otro lado del mundo para encontrarlo -fui y volví-. ahora y desde mi nueva perspectiva puedo asegurarles que uno debe entregarse al destino designado por Allah, quien conoce perfectamente nuestras necesidades, sueños, esperanzas, experiencias..., todo.
Al tener este modo de ver las cosas, comprendí que el amor verdadero sólo puede encontrarse si no lo buscamos en fantasías ni cuentos de hadas.

No hay comentarios.:

Gracias por tu visita

Si llegaste a este blog y lo leíste, agradezco que me dedicaras un poco de tu tiempo.

Asimismo, te invito a dejarme tus comentarios, sugerencias, peticiones y críticas constructivas en los posts.

Por último, si te agradó, puedes añadir un vínculo de La Pluma Dorada en tu página web, blog, fotolog o espacio personal y así, colaborar al crecimiento de este humilde rincón. También te invito a convertirte en seguidor.

Espero tenerte de regreso; siempre serás bienvenido. Hasta pronto.

Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.