«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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viernes, 6 de septiembre de 2013

Derecho a ser respetado


Desde hace un tiempo decidí no comentar más estados en Facebook, salvo aquellos de los contactos que realmente me interesen, porque sin querer mis palabras siempre desatan debates en los cuales se habla mal de gente nombrándola o despotrican contra alguna ideología determinada.
Sin embargo, éste es mi blog y aunque a algunos no les guste la idea, aquí puedo comentar libremente sobre diversos temas. Ni siquiera intento ser un aporte aunque me alegraría serlo; más bien busco expresar mis opiniones y si a alguien le sirve leerme, tanto mejor.
Ayer posteé la segunda carta que el ex sacerdote católico Andrés Gioeni le escribió al Papa Francisco, defendiendo la inclusión de homosexuales como feligreses. Esta misiva también ha sido publicada por diversos medios de comunicación masiva internacionales, ya que actualmente Andrés es modelo, escritor y actor.
En algunos medios se ha dado espacio para que los lectores comenten el artículo como aquí pueden hacerlo. Empero, la gente ha utilizado esta herramienta sólo para insultarse a favor o en contra del autor y su carta.
Es muy desagradable ver que hay personas creyéndose con el derecho de insultar públicamente a otro sólo por diferir. Dan ganas de denunciar dichos comentarios donde además, algunos utilizan inescrupulosamente citas bíblicas para intentar demostrarle a Andrés que está mal en su posición, según ellos, como si la Biblia les debiera servir de sostén al fundamentalismo grosero.
A mi humilde ver, los tres libros sagrados entregados por Allâh –Pentateuco, Biblia y Corán- son una guía para saber cómo debemos vivir si pretendemos alcanzar Su complacencia aún siendo tan indignos como somos. De ninguna manera un texto sagrado debería emplearse con el objeto de humillar al prójimo señalándolo, por mucho que su modus vivendi difiera del nuestro.
Una de las principales causas de las Guerras Santas durante la Edad Media fue creerse con el derecho de reclamar territorios por poder en nombre de la fe. Y digo esto aunque no estén de acuerdo… La historia lo confirma. Mas ya ha transcurrido un milenio, que en términos humanos es bastante tiempo y todavía nos creemos dueños del juicio.
Allâh no nos facultó con la capacidad de ejercer Su juicio, porque sabe que como humanos, jamás seríamos equitativos y al contrario, juzgaríamos indiscriminadamente según nuestra egoísta conveniencia. Si alguien no está de acuerdo con nosotros, entonces está mal y debe discriminársele o humillársele.
No pues. Las cosas no funcionan así. Nuestra sociedad sería mucho mejor si junto con profesar alguna fe –cualquiera-, estuviésemos dispuestos a respetar al prójimo en su espacio, sus libertades individuales, sin señalarle negativamente ni marginarlo.
Tenemos la maldita costumbre hipócrita de etiquetar a otros por apariencia, ideología –política o religiosa-, orientación sexual, conducta y muchos otros factores. Como musulmán que soy, no cito a sabios islámicos para defender una postura determinada ni ocupo el Sagrado Corán como metralleta citándolo cuando quiero oponerme a algo que me parece incorrecto. ¿Saben lo que hago? Vivo mi vida, así de simple.
Un verdadero musulmán, cristiano, judío o persona respetuosa ocupa todo su tiempo en corregir los errores propios, intentando vivir de acuerdo a lo que le parece correcto. No nos debería quedar ni un solo segundo para criticar a los demás por sus errores.
Hablar de otros es detestable para Allâh porque nos adjudicamos el derecho de hacer juicios morales, que son los peores. Aquellos que lo hacen tal vez no beben, tampoco fornican y cumplen a cabalidad todos los mandamientos e incluso ritos. Sin embargo, siempre tropiezan en algo pues, como dice el Corán «El hombre vive en el error».
Tal vez no dedique mucho tiempo a memorizar frases de sabios para debatir y seguramente habrá harta gente que desee contradecirme en mi punto, citando todo el conocimiento que cree tener, como lo hizo D. L. con Andrés Gioeni. Pero el punto de éste mi artículo no es determinar quién tiene la razón sobre algunos temas que también competen a la religión sino más bien, establecer el principio de respeto como punto inicial para opinar sobre cualquier asunto.
Conste que no me gusta nombrar a nadie específico cuando doy este tipo de discursos y por ello, me he referido sólo por las iniciales al tipo que despotricaba contra Gioeni utilizando como parte de su argumento las citas bíblicas. Señor mío, usted puede aprenderse de memoria los tres libros sagrados que Allâh hizo descender y aplaudo su esfuerzo; sin embargo, me parece absolutamente deleznable utilizarlos para imponerles a los demás nuestras ideas, como si fuésemos dueños de la verdad. Un texto sagrado te dice lo que debes hacer por amor a Allâh, pero no te da atribuciones sobre el prójimo como si fueses superior. Cuídate de estar seguro que haces lo correcto en desmedro del otro, porque en ese preciso momento cometes soberbia y ya has tropezado.
Por opiniones tan nefastas como las de D. L., quien parece creerse el perfecto católico, es que muchos dejan la fe. Cuando nos dedicamos a señalar los errores ajenos olvidando los propios y producto de esto, alguien se aleja del camino recto, deberíamos ser considerados culpables de su extravío, pues Allâh no quiere que se alejen de Él sino todo lo contrario.
Alguien podría decirme que la verdad es tal y a ello respondo que mí verdad personal es el Islam, pero mi jurisdicción llega hasta ahí, sin corresponderme denostar a quien tenga al lado por ser cristiano o judío, por ejemplo. El principio siempre debe ser respeto.
D. L. no tiene derecho a decir que Andrés no puede ser católico por su homosexualidad. Mucho sabrá de citas bíblicas, pero de nada sirve si no interioriza el conocimiento y parte de ello, es aplicarlo con equidad. Todo mérito ganado memorizando un texto sagrado se pierde al utilizarlo para humillar a alguien o promover el conflicto dentro de un grupo.
Puede que mi conocimiento religioso sea mínimo y por ello, muchos me reprochen. Pero soy minusválido y de discriminación sí sé. ¿Por qué alguien tan imperfecto como todos y además, arrogante a ultranza se siente capaz de decirle a Andrés que no puede ser católico?
Ciertamente el contenido de nuestros corazones es más valioso que el de nuestras cabezas y sólo Allâh sabe todo cuanto guarda el ser humano en su pecho.
Tal vez no concuerden conmigo en nada hasta ahora, pero este artículo se resume en una sola frase cuya veracidad no admite objeciones: para ser respetados, debemos respetar y no se puede hacer esto sin amor al prójimo.

3 comentarios:

Pedro Tofiño dijo...

Bueno, el primer principio está en respetarse a uno mismo verdaderamente. Yo no creo en Dios, pero a nadie trato de venderle mis convicciones, y desde luego huyo de quien trate de venderme una creencia. La vida es muy corta y jodida como para perderla en discusiones que alteren la paz, sea individual o colectiva.

Yahya. Carlos Flores A. Escritor. dijo...

Gracias Pedro. Saludos.

Pedro Tofiño dijo...

De nada amigo.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.