«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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martes, 25 de febrero de 2014

Un consejo para Sussy

Foto: Taylor Swift.
Bismillah.
Una amiga está deprimida y para ella van estas palabras. ĺnşAllah le sirvan.
Puede que de física cuántica no tenga ni la menor idea, básicamente porque los números que más manejo son mi fecha de nacimiento. Sin embargo, de enamoramiento, sí…, de eso sí sé.
¿Qué nos viene a la cabeza cuando pensamos en el amor? Eso depende de nuestra edad, experiencia y disposición.
Siendo niños, nuestros padres nos colapsan con cuentos de hadas, predisponiéndonos a creer que durante la adolescencia tendremos un único amor idílico en plan Romeo y Julieta. Más adelante nos damos cuenta de que las relaciones se basan en mucho más que el mero romanticismo Shakesperiano y casi siempre por desgracia, involucran a más de dos personas. Ahí es cuando desearíamos ver a nuestra hada madrina para meterle una patada.
Pero como debemos vivir en el mundo real, donde nadie anda escuchando campañillas en primavera sino más bien el claxon del sujeto que va tras nuestro carro, también debemos asumir el hecho de estar solos la mayoría del tiempo.
A algunos el trabajo les impide sostener una relación amorosa estable. Otros simplemente prefieren mantener múltiples encuentros esporádicos y repartir generosamente su tiempo. Y estamos los otros, que no tenemos pareja porque pasamos el día encerrados en las catacumbas y cuando salimos al exterior, no brillamos como los vampiros ambiguos de Stephanie Meyer. Citando a Juan Cuesta, «Lo digo sin acritud, pero lo digo».
Suele suceder que quienes estamos entre el primer y sobre todo tercer caso, somos carne de cañón para los que están en el segundo. No faltan esas personas que inescrupulosamente se aprovechan de la inexperiencia o nuestra tendencia a ilusionarnos como en aquella canción de Pimpinela titulada Necesito una flor.
No hacemos caso cuando amigos y familiares nos advierten «Ten cuidado con esa persona y no te enamores». Aunque vayamos directo a las llamas, nos enamoramos hasta por debajo de la lengua y luego, viene el golpe de gracia: ese momento de aceptar que no tenemos ninguna oportunidad. Duele como si te clavaran cuarenta puñaladas en el cuello, pero lo peor es que cometemos suicidio emocional porque tal como la luciérnaga, insistimos buscando la luz hasta quemarnos.
Mientras tanto, ni siquiera podemos exigirle a esa persona un desagravio, porque fácilmente nos dice «Si te enamoraste es tu problema, no mío». ¿Y qué puedes hacer? Sólo superarlo y seguir adelante, porque no te está permitido terminar ahí tu vida. Sería absurdo e inútil.
Es cuando nosotros recibimos esa patada, pero debemos tomar un calmante para continuar, porque el mundo no se detuvo cuando nos enamoramos y tampoco lo hará al momento de desencantarnos.
Piénsalo bien. Ese ser amado al que tanta atención le diste está pensando en sus temas. Seguramente, si Allah (swt) le favorece, encontrará una persona con quien vivir feliz. Pero tú tienes las mismas posibilidades y sólo es cuestión de no perder el tiempo autocompadeciéndote. Con justa razón, a algunos esa actitud nuestra les puede parecer hasta egoísta, pues pretendemos que tal como sentimos pena de nosotros mismos, quienes nos rodean también la sientan.
No es el camino. Debes llorar un poco, sentir la obvia rabia que todo ser humano sufre cuando fracasa y luego, cuando las aguas se hayan calmado, levantarte de tu cama y salir porque hay demasiado en ti que debes entregar, pero se está perdiendo. ¿Por qué sentir pena de uno mismo, si otros no la sienten? Si nadie tiene pena por ti es porque no hay razón para sentirla.
En esta vida uno es lo que proyecta. Si te comportas como una persona desvalida, todos te ayudarán por lástima. Sin embargo, si siendo desvalido intentas ser autosuficiente, cuando alguien te ayude será porque esa persona quiere imitarte sintiéndose útil. ¿Me captas? En las relaciones amorosas es la misma ley: siéntete como persona solitaria y siempre estarás sola; proponte superar tus carencias y la gente te rodeará para superarlas contigo.
Sin embargo, no hagas nada para que otros te vean. Hazlo porque desde tu foro interno sientas la imperiosa necesidad de ser mejor, sin contar con los demás. Nunca te conformes con ser como eres, pues uno siempre puede y debe superarse, ya sea en pequeños defectos o en grandes limitaciones. El primer obstáculo es creer que uno no puede ir más allá.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.