Foto: Taylor Swift.
Bismillah.
Una amiga está deprimida y para ella van
estas palabras. ĺnşAllah le sirvan.
Puede que de física cuántica no tenga ni la
menor idea, básicamente porque los números que más manejo son mi fecha de
nacimiento. Sin embargo, de enamoramiento, sí…, de eso sí sé.
¿Qué nos viene a la cabeza cuando pensamos en
el amor? Eso depende de nuestra edad, experiencia y disposición.
Siendo niños, nuestros padres nos colapsan
con cuentos de hadas, predisponiéndonos a creer que durante la adolescencia
tendremos un único amor idílico en plan Romeo y Julieta. Más adelante nos damos
cuenta de que las relaciones se basan en mucho más que el mero romanticismo
Shakesperiano y casi siempre por desgracia, involucran a más de dos personas. Ahí
es cuando desearíamos ver a nuestra hada madrina para meterle una patada.
Pero como debemos vivir en el mundo real,
donde nadie anda escuchando campañillas en primavera sino más bien el claxon
del sujeto que va tras nuestro carro, también debemos asumir el hecho de estar
solos la mayoría del tiempo.
A algunos el trabajo les impide sostener una
relación amorosa estable. Otros simplemente prefieren mantener múltiples
encuentros esporádicos y repartir generosamente su tiempo. Y estamos los otros,
que no tenemos pareja porque pasamos el día encerrados en las catacumbas y
cuando salimos al exterior, no brillamos como los vampiros ambiguos de
Stephanie Meyer. Citando a Juan Cuesta, «Lo digo sin acritud, pero lo digo».
Suele suceder que quienes estamos entre el
primer y sobre todo tercer caso, somos carne de cañón para los que están en el
segundo. No faltan esas personas que inescrupulosamente se aprovechan de la
inexperiencia o nuestra tendencia a ilusionarnos como en aquella canción de
Pimpinela titulada Necesito una flor.
No hacemos caso cuando amigos y familiares
nos advierten «Ten cuidado con esa persona y no te enamores». Aunque vayamos
directo a las llamas, nos enamoramos hasta por debajo de la lengua y luego,
viene el golpe de gracia: ese momento de aceptar que no tenemos ninguna
oportunidad. Duele como si te clavaran cuarenta puñaladas en el cuello, pero lo
peor es que cometemos suicidio emocional porque tal como la luciérnaga,
insistimos buscando la luz hasta quemarnos.
Mientras tanto, ni siquiera podemos exigirle
a esa persona un desagravio, porque fácilmente nos dice «Si te enamoraste es tu
problema, no mío». ¿Y qué puedes hacer? Sólo superarlo y seguir adelante,
porque no te está permitido terminar ahí tu vida. Sería absurdo e inútil.
Es cuando nosotros recibimos esa patada, pero
debemos tomar un calmante para continuar, porque el mundo no se detuvo cuando
nos enamoramos y tampoco lo hará al momento de desencantarnos.
Piénsalo bien. Ese ser amado al que tanta
atención le diste está pensando en sus temas. Seguramente, si Allah (swt) le
favorece, encontrará una persona con quien vivir feliz. Pero tú tienes las
mismas posibilidades y sólo es cuestión de no perder el tiempo autocompadeciéndote.
Con justa razón, a algunos esa actitud nuestra les puede parecer hasta egoísta,
pues pretendemos que tal como sentimos pena de nosotros mismos, quienes nos
rodean también la sientan.
No es el camino. Debes llorar un poco, sentir
la obvia rabia que todo ser humano sufre cuando fracasa y luego, cuando las
aguas se hayan calmado, levantarte de tu cama y salir porque hay demasiado en
ti que debes entregar, pero se está perdiendo. ¿Por qué sentir pena de uno
mismo, si otros no la sienten? Si nadie tiene pena por ti es porque no hay
razón para sentirla.
En esta vida uno es lo que proyecta. Si te
comportas como una persona desvalida, todos te ayudarán por lástima. Sin embargo,
si siendo desvalido intentas ser autosuficiente, cuando alguien te ayude será
porque esa persona quiere imitarte sintiéndose útil. ¿Me captas? En las
relaciones amorosas es la misma ley: siéntete como persona solitaria y siempre
estarás sola; proponte superar tus carencias y la gente te rodeará para
superarlas contigo.
Sin embargo, no hagas nada para que otros te
vean. Hazlo porque desde tu foro interno sientas la imperiosa necesidad de ser
mejor, sin contar con los demás. Nunca te conformes con ser como eres, pues uno
siempre puede y debe superarse, ya sea en pequeños defectos o en grandes
limitaciones. El primer obstáculo es creer que uno no puede ir más allá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario