ĺnşAllah esta semana pueda entregar en una
editorial el original de Síndrome de Estambul: El diario de Sofía Mustakis. Mientras
tanto y para no perder la costumbre, he decidido escribir un cuento de hadas
poco tradicional.
Dadas las experiencias de mis amistades y la
mía propia en los terrenos del amor, me he dado cuenta de que no tiene sentido
vivir esperando un idílico romance. Mientras antes lo aceptemos, menos
desilusiones sufriremos cuando nuestro ser amado nos rechace, porque no podemos
forzar el amor con encantamientos o intrigas y tampoco descubriremos la
felicidad eterna en un casto beso. Pero éste es tema para un próximo artículo.
Por ello, el cuento de hadas que escribo no terminará
con un cursi «… Y vivieron felices para siempre», como tampoco estará dirigido
al público infantil. De hecho, abordaré el sexo intentando ser lo más imparcial
posible aunque la verdad sea dicha, no pretendo hablar únicamente de eso. Será sólo
parte de la narración para humanizar a los personajes.
Cuando digo que será para adultos, me refiero
a que tendrá una trama compleja, llena de conflictos y en la cual el relato no
se centrará en la típica historia romántica entre una doncella indefensa y su
príncipe azul sino todo lo contrario. Ya antes en este mismo blog he hablado
contra el tradicionalismo de la literatura infantil, que es en gran parte
responsable de nuestras frustraciones emocionales, pues siendo adultos no
podemos cumplir las expectativas que siendo niños nos inculcaron con las obras
de los hermanos Grimm.
En mi cuento se podrán distinguir
perfectamente las motivaciones de cada personaje e intentaré que ninguno quede
delineado perfectamente, al punto de convertirse en un ideal. Después de todo,
ninguno de nosotros está exento del constante error y como si ello fuera poco,
a menudo somos incomprendidos.
Aquí el príncipe azul tendrá un traje
desteñido, pues sus intenciones no serán del todo claras y como algunos
lectores forman parte de la comunidad GLBTI, haré realidad su sueño dando
espacio a un ambiguo caballero de brillante armadura y una princesa que en
lugar de tejer se dedica a afilar sus cuchillos. ¿Por qué? Simplemente porque
esta obra será contradictoria y nunca he pretendido plasmar un mundo ideal que
funcione según los convencionalismos sociales. Aquí, mis queridos lectores,
mostraré la realidad inserta en un mundo ficticio para que todos ustedes puedan
sentirse identificados y ninguno se quede fuera.
Si creen que soy rebelde o polémico, sepan
que no he sido el primero y como en todo lo que escribo, esta obra también ha
requerido una investigación previa, para la cual me he dado a la labor de
buscar los orígenes de cada cuento tradicional y hasta ahora han sido muchas
las sorpresas, en su mayoría siniestras. Seguramente no me creerán cuando les
diga que muchos cuentos de hadas tienen un trasfondo demoníaco, por decirlo de
manera suave… Tengo al menos dos ejemplos para que pongan cuidado con lo que le
leen a sus hijos:
Muchos de ustedes habrán disfrutado durante
su infancia con Blancanieves y los siete enanos. Pues bien, aquí la
protagonista es tan hermosa y pura que despierta los irrefrenables celos de su
malvada madrastra quien como recordarán, era experta en las artes oscuras y
poseía un misterioso espejo mágico.
La historia que dio origen a este cuento se
basa en la vida de Maria Sophia Margarethe Catharina von Erthal, nacida el 15 de
junio de 1729 en Lohr am Main según el historiador Dr. Karlheinz Bartels. Dicha
teoría se basa en las similitudes que tienen tanto la localidad como la familia
ya mencionada con el cuento de los hermanos Grimm, quienes tomaron la ya
documentada existencia del diplomático Condestable del Electorado de Maguncia
en Lohr, Philipp Christoph von Erthal, convirtiéndolo en un padre ausente que
se ve obligado a dejar a su hija al cuidado de la madrastra, Claudia Elisabeth
María von Venningen, Condesa Imperial de Reichenstein con quien se casara el 15
de mayo de 1743.
Tan bien documentada está la historia, que
hasta existe el castillo donde vivía Blancanieves, convertido actualmente en el
Museo del Spessart del distrito Main Spessart, donde hasta se expone el espejo
supuestamente mágico que Philipp le diera a Claudia como regalo de bodas y en
cuyo marco se lee la insultante frase «Amour Propre» que podría haber
despertado los celos de la mujer.
Contrario a lo que podría pensarse, la magia del
espejo que mide 1,60 metro de altura puede tener base en su elaborada
fabricación con materiales extraídos de la región y llevados desde España, que
le daban una especial resonancia mística a las palabras que se susurraban en su
cercanía.
Respecto a la manzana envenenada, la
investigación de Bartels revela que el veneno utilizado fue zumo de belladona, que
es posible conseguir en Spessart. La Atropa belladonna, utilizada hoy en
medicina, puede causar un efecto similar al rigor mortis.
Otra versión menos difundida es la del historiador
alemán Eckhard Sander, quien asegura que el célebre personaje está basado en la
condesa Margarethe von Waldeck, cuya existencia está documentada en Alemania
durante la primera mitad del siglo XVI, atribuyéndosele un adúltero romance con
el rey Felipe II de España y escandalizando a los cortesanos hispanos al punto
de envenenarla.
En relación a los enanos, el equipo de Sander
concluyó que se trataría de niños pobres, desnutridos y envejecidos
prematuramente por el forzoso trabajo en las minas de hierro propiedad de la
familia von Waldeck y con quienes la joven condesa acostumbraba jugar.
Otro ejemplo mil veces más siniestro es el de
El flautista de Hamelín, cuya historia se fundamenta en un episodio ocurrido el
26 de junio de 1284 en esta ciudad alemana. Seguramente recordarán que esta
localidad se hallaba entonces infestada de ratas hasta que un flautista llega
ofreciendo librar a los pobladores con su música acordando un pago. Sin embargo,
una vez las ratas se hubieron ahogado en el río Weser y el hombre regresara a
cobrar su recompensa, los aldeanos se negaron a pagar despertando su furia. En venganza,
el flautista esperó el día de Juan y Pablo cuando los adultos acudían a la
iglesia local y usando su música, raptó a ciento treinta niños que lo siguieron
hasta el lugar del calvario en Koppen, desde donde jamás regresaron.
En algunas versiones modernas, el flautista
regresa a los niños cuando arrepentidos, sus padres le pagan incluso más que el
monto acordado. Sin embargo, la historia se conoció gracias al testimonio de
tres niños que no pudieron seguir al hombre por se uno lisiado, otro ciego y el
tercero sordo.
Como respaldo se puede mencionar que existe
una ley-costumbre largamente establecida en Hamelín, prohibiendo cantar o tocar
música en una calle particular, por respeto a las víctimas: la llamada Bungelosenstrasse,
adyacente a la Casa del Flautista. Durante desfiles públicos con música,
incluidas las procesiones matrimoniales, la banda musical deja de tocar al
llegar a esta calle y continúa una vez que la ha atravesado.
Seguramente quienes sean padres me entenderán,
pues sólo ustedes pueden sentir el temor de que sus hijos sean raptados por un
extraño y jamás vuelvan a verlos. Con los numerosos casos de pedofilia
difundidos hoy en la prensa, resultaría aterrador que un pervertido se
atreviera a tomar las vidas de ciento treinta niños y ni siquiera uno.
En la Edad Media, cuando comenzó esta
leyenda, quizás se haya creado la parte de las ratas en el cuento para darle más
profundidad. Sin embargo, no olvidemos que por aquella época la peste negra
diezmó a gran parte de la población europea y por ello, podría entenderse la
desesperación que sentían los habitantes de Hamelín con la plaga, pero más
atormentados debieron estar cuando perdieron a sus hijos.
Tras todo cuento, hasta el más fantasioso, existe
un porcentaje de realidad que se va perdiendo con el tiempo hasta confundirse
completamente con la leyenda. Éste es mi propósito al escribir un nuevo cuento
de hadas que reúna personajes fabulosos con situaciones cotidianas.
Fuente: Wikipedia.
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