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«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».
Yahya Kemal Beyatlı.
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Carlos Flores Arias – Yahya.
Escritor chileno.
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Carlos Flores Arias -Yahya.
Creador del grupo y moderador en retiro hace tiempo.
Hoy Arzu ha dicho la siguiente cita: «Tu tiempo es limitado, de
modo que no lo malgastes viviendo la vida de
alguien distinto. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros
piensan que deberías vivir. No dejes que los ruidos de las opiniones de los
demás acallen tu propia voz interior. Y, lo que es más importante, ten el
coraje para hacer lo que te dicen tu corazón y tu intuición. Ellos ya saben de
algún modo en qué quieres convertirte realmente. Todo lo demás es secundario» (Steve
Jobs).
Mi respuesta, aunque algo redundante, fue simple: «Steve Jobs pone muchas palabras porque cuando una persona
sigue su corazón, es rechazada por otra gente y la soledad es el precio a pagar
muchas veces. Pero hermana, uno debe ser el primero en aceptarse a sí mismo. Quien
te quiere de verdad, te quiere tal como eres, sin cambiarte y el resto, son
sólo palabras. Saludos».
Ahora, pensándolo bien, me doy cuenta de que muchas veces la gente
espera que frente a determinada circunstancia reaccionemos de la manera que
socialmente se considera correcta, pero hacemos todo lo contrario o algo
inesperado porque algunos no queremos vivir obsesionándonos por la opinión de
los demás.
Me pasa por ejemplo cuando comento que quiero volver a Turquía InşAllah
lo antes posible. La mayoría de quienes me rodean no pueden entender por qué me
gusta tanto ese lejano país e intentan convencerme de que lo más lógico sería
adaptarme a vivir en Chile porque no tengo otra opción debido a mi discapacidad
física y la falta de oportunidades que obviamente significaría estar allá.
En el fondo, lo que se nos pide es resignarnos a que supuestamente
no podremos llegar más lejos del lugar donde siempre hemos estado, como si
fuésemos un brote de mala hierba en medio del bosque y no pudiésemos aspirar a
convertirnos en menta silvestre o lavanda para ser mejores.
Así lo interpreto yo y sólo por ese lado aunque seguramente alguien
más podría tomar otro extremo de esta madeja. Pero por otra parte, ciertamente
a veces no sacamos nada escuchando nuestros corazones, porque nos dicen algo
que nadie más en este mundo puede saber. Sin embargo, habemos quienes siendo
imprudentes por naturaleza, creemos ingenuos que ir por la vida enseñando el
corazón es lo mejor que podemos hacer.
No, señoras y señores. No se engañen aquellos que como yo, tienen
la política de honestidad total en cuanto a las emociones, porque la gente casi
nunca valora los sentimientos ajenos y se sufre demasiado cuando algunos le
dicen a uno que la vida debe ser de una manera cuadrada cuando en realidad
deseamos la redondez.
¿Por qué hay tanta gente sola en este mundo? Pues porque todos
somos pobres inadaptados. Por un lado, estamos los idealistas que creemos en la
bondad de un sentimiento y sufrimos desilusiones constantemente. Por otro,
están quienes han postergado tanto sus emociones ante el temor de ser
rechazados, que en determinado momento sus corazones entran en coma y sólo
escuchan a sus pasiones.
Hoy mismo vi en otra entrada de este blog el comentario de una tal
Claudia, quien muy simpática me decía que soy un aporte. La verdad es que
cuando escribo, no busco el reconocimiento masivo ni los elogios fáciles, pero
por otro lado y para ser honesto, es gratificante saber que mis palabras llegan
a alguien con su significado y pueden servirle para ser mejor persona,
aceptarse tal como es, abrazar su verdad y seguir luchando por una causa que
quizás creía perdida antes de leerme.
¿Por qué no? Ciertamente yo mismo muchas veces he creído que mi
propia causa está perdida, porque las emociones son todo mi capital y en
ocasiones, algunas personas en quienes creí me dejaron luchando solo. Pero aquí
estoy.
He sufrido mucho durante los últimos ocho meses por algunas
derrotas emocionales que en su momento me derrumbaron completamente. Además, hay
dos personas en mi vida a quienes estimo mucho y el cáncer llegó hasta ellos
como una fría sombra de invierno. Ante eso, debí dejar de lado mis propias
penas y soledades para levantar la cabeza lo más que pudiera. ¿Pero dónde están
mis afectos ahora? Es algo que inevitablemente me pregunto algunos días, cuando
sólo quisiera quedarme acostado sin hacer nada y a pesar de todo, no puedo.
¿Con qué moral podría pedirles a los demás que siguieran luchando
contra las adversidades, si me rindiera? Es muy bonito lo que dice Steve Jobs;
realmente es lo que cualquier soñador como yo quisiera escuchar. Pero a veces
en la vida, debemos postergarnos a nosotros mismos por el bien común y esperar
que más adelante, se nos presente la oportunidad de ser felices.
Jobs habla de los dogmas como maneras impuestas de vivir. Ahora estoy
pasando por una etapa muy difícil de mi vida en la cual esperaba que me
apoyaran algunas personas importantes, que por propia voluntad se han distanciado
física y emocionalmente para continuar con sus vidas sin mí. Ante esto y aunque
algunos puedan estar en desacuerdo, debo reconocer que la religión me ha
sostenido o Allâh (swt) más bien.
Nunca es bueno esperar que personas humanas y por lo tanto,
imperfectas como nosotros, sean centrales. Luego se van, motivados por
cualquier razón o simplemente porque ya no nos quieren y ahí quedamos, desnudos
frente a la vida en medio del inclemente frío. Cuando pasamos por
circunstancias difíciles, no nos podemos permitir el lujo de que otro humano
ordene nuestros sentimientos, porque hay quienes pueden necesitar nuestra ayuda
o apoyo y debemos estar bien para ellos o al menos, vernos estables.
En este sentido, Jobs tiene razón, pues interpretando sus palabras
diría que debemos hallar nuestro propio centro y no dejar que otro nos lo
enseñe. Es la única manera de que podamos ser un aporte para los demás y al
mismo tiempo, dirigirnos hacia nuestro horizonte personal.
Empero, no puedo dejar a un lado el hecho de que como siempre
digo, la felicidad sólo es verdadera si se comparte. Ya olvidé dónde escuché
por primera vez esa frase, pero encierra una gran verdad. Cuando uno está o se
siente solo, no es feliz aunque tenga aquello que siempre ha soñado. En mi
caso, hasta hace ocho meses mi principal motivación mundana era regresar a Estambul,
no porque sea una ciudad preciosa sino por la gente que dejé allá. Sin ellos
Turquía sería solamente un país más entre tantos, pero muchos no entienden que
mi verdadera alegría está en los afectos y no en los lugares. Mi Estambul
particular es donde ellos estén.
Hay veces en la vida, como ahora, en que la tristeza y la soledad
sólo pueden combatirse con ayuda de Allâh (swt) y la esperanza de que nuestro
sueño se haga realidad, pero podamos compartir nuestra felicidad con aquellas
personas que amamos, estén en Turquía, Chile o cualquier otra parte. ¿Qué caso
tendría seguir luchando si no fuera de ese modo? ¿Alguien más se siente así o
soy el único?
«Lo
terrible no es que te deje; lo terrible es que te deje de querer», decía el
periodista José Antonio Neme hace algunas semanas en el matinal Mucho Gusto de
Mega, hablando sobre la ruptura en las relaciones y de cómo a veces sabemos que
esa persona ya no quiere saber nada de nosotros, pero insistimos en llamarle o
escribirle con cualquier pretexto para saber si la puerta todavía está abierta.
En ocasiones, lo único que conseguimos es que nos saque de su vida
definitivamente a patadas porque nos transformamos en un estorbo. Es la pura
verdad aunque suene triste decirlo.
A veces esto no sólo sucede en las
relaciones amorosas sino también en las amistades. No podemos evitar sentirnos
solos cuando sabemos que tenemos amigos pero por alguna razón, se alejan de
nosotros sin que el problema sea evidente. Se callan, se distancian y ahí
quedas, en el aire suspendido.
Mamá dice que las amistades no son eternas
como dicen mis amigos turcos, pues las circunstancias a veces rompen un
sentimiento genuino tan hermoso, que quisiéramos conservarlo para siempre pero
no se puede, porque todo acaba en esta vida aunque no nos guste.
El Sr. L por su parte, habiéndome
visitado un día en casa, me dijo que yo idealizaba las amistades. Es fácil para
él decirlo porque no espera mucho de nadie, como tampoco deja que uno se haga
demasiadas expectativas de él o así era mientras fuimos amigos, a no ser que
durante estos tres últimos años algo extraordinario haya pasado y tenga otra
perspectiva de las relaciones humanas. La verdad es que no solamente idealizo
los afectos sino también a las personas olvidando que todos somos imperfectos y
que generalmente lo más fuerte de la personalidad son nuestras debilidades o
defectos.
La vida me ha enseñado a golpes que no
podemos comprometernos emocionalmente al punto de quedar destruidos si la
relación se acaba. Tampoco podemos ser completamente honestos al extremo de ir
por la vida mostrando el corazón. Nadie valora eso y queda demostrado
fehacientemente cuando a pesar de tus virtudes, alguien te patea el trasero sin
importarle cómo quedes.
«La mucha
bondad es causa de menosprecio»decía
siempre Karina Züleija cuando todavía nos veíamos. La frase me hace mucho
sentido ahora, pues mientras mejor trates a un amigo más es el daño que te hace
al sacarte de su mapa o desaparecer del tuyo sin darte explicación alguna.
Debo reconocer que a lo largo de mis
ya treinta y tres años en esta vida, me he decepcionado de mucha gente que
aparentaba ser emocionalmente madura y sin fobia al compromiso. Pero
tristemente he aprendido que a veces esas amistades de la infancia o incluso la
adolescencia, sólo duran un corto período mientras sean frecuentes los
encuentros y después, todo queda en silencio. No terminas formalmente la
relación pero de algún modo, sabes que no sigue adelante.
Éste es un patrón que repetiremos el
resto de nuestras vidas, siendo muy raras las ocasiones en que podamos cerrar
un círculo o dar por terminado un ciclo afectivo formalmente. ¿Será que uno
también debería divorciarse de los amigos cuando la amistad no resulta por diferencias
irreconciliables? ¿Y cómo podemos determinar cuándo estamos frente a esas
diferencias? Tal vez en la mayoría de los casos, rescatar un afecto sólo
dependa de ejercitar nuestra tolerancia y saber disculpar al otro si se
equivoca, comprendiendo que nadie en este mundo está libre de cometer errores y
a veces, metemos la pata habiendo querido hacer lo mejor sin darnos un buen
resultado.
«Quien
tiene un amigo, tiene un tesoro», reza el viejo y conocido refrán. Pero
a veces no valoramos esta posesión tan incomparable y como todo recurso en esta
vida, ocasionalmente la amistad también se acaba. El que dijo por vez primera
esta frase, seguramente nunca tuvo un amigo que lo apuñalara por la espalda o
lo desechara como trapo viejo cuando ya no le era útil. Pero hoy en día, con
las mal llamadas redes sociales, consideramos amigas hasta a las personas que
acabamos de agregar sólo porque coincidimos en algunas cosas y creemos que
incluso podremos hallar a nuestra alma gemela. Sí, claro…, como si la gente no
pudiese mentir en Internet. Nos mienten a la cara y con mayor razón de otras
maneras.
Las cosas como son. Hay gente
traicionera en este mundo a la cual no le cuesta nada rodearse de gente y ser
populares, sólo porque saben afirmarse bien la máscara. Mientras que otros,
siendo honestos están completamente solos. Y habemos quienes estamos en un
punto intermedio, pues a veces nos topamos con personas siniestras pero por lo
general, quienes nos rodean sirven también de escudo, porque nos quieren.
Yo tengo pocas amistades, pero buenas
y sé que si alguien me hace daño, reaccionan igual que desatando dos huracanes
Katrina. En realidad lo prefiero a estar rodeado de personas que dicen ser mis
amigos pero sólo están de paso. a veces me siento muy solo y tal vez se deba a
mi carácter melancólico para lo cual, ser escritor y estar lejos de Turquía no
me ayuda mucho, sino todo lo contrario.
Ciertamente tratándose de una amistad,
hay errores imperdonables aunque pocos como por ejemplo, la traición que
alguien nos hace intencionalmente con el fin de obtener algo, sacar provecho o
alcanzar un fin. Pero otras veces y casi siempre, perdemos las mejores
amistades porque somos incapaces de disculpar pequeños tropiezos, pues nos
gusta agrandar las faltas de otros mientras que las propias siempre nos parecen
nimiedades. En ese sentido, muchas veces exageramos el daño causado porque nos
impulsa nuestro maldito orgullo e incurrimos en faltas más graves que el error
mismo, como terminar abruptamente una amistad porque algo se dijo, callaron un
secreto personal o simplemente cualquier cosa nos parece una afrenta.
He sabido de casos, muchos, en los que
amistades se han roto porque una de las personas va más allá y se confunden los
sentimientos. Sí, es un asunto delicado, especialmente cuando el confundido
siente que le han dado señales para confundirlo. ¿Pero qué ser humano puede,
desde su imperfección, decir cómo debe sentir otro? Hay gente que no puede
iniciar una amistad con alguien sin pasar por la cama antes o al menos, tantear
terreno, y después nadie se hace cargo de los sentimientos que despierta. En ese
caso, y ésta es mi opinión personal basada en la experiencia, quien debiera dar
una patada no es aquella persona que sedujo, sino más bien la seducida, por
dignidad. Pero todos sabemos que los enamorados no tienen esto último. Ahí es
donde la ecuación falla y no llegamos al resultado de la incógnita.
«A una
mujer te puedes acercar por el camino de la amistad o el de la pasión. Pero cuando
has escogido un camino, no puedes cambiar al otro», me dijo
mi hermano una vez cuando todavía era adolescente y se me quedó grabado, aunque
mi brújula suele llevarme a encrucijadas. Y claro, como uso silla de ruedas, a
menudo mis amistades se truncan porque en la senda que señaló Iván, las ruedas
se me desinflan o voy cojeando.
¿Y no será que algunas personas
incitan a otras a confundir la amistad para arrepentirse luego, porque también
están confundidos pero de otro modo? Digo que todos somos capaces,
conscientemente o no, de despertar sentimientos en otros e ir más allá de la
amistad, pero a veces no existe la intención de expresarlo o es tan efímero,
que no se le da la suficiente importancia. Sin embargo, cuando realmente
estamos vinculados a alguien que no nos corresponde, le doy la razón a José Antonio
Neme diciendo «Lo terrible no es que te
deje; lo terrible es que te deje de querer».
Tengo rabia. Quien siempre
me lee sabe de sobra que despotrico contra todo tipo de discriminación y me
concentro especialmente en algunos casos particulares. Esta tarde me contactó
por Facebook una rumana llamada M. E. Bleotu, que a su vez, es amiga de L. Altun.
Al principio fue agradable porque comenzamos a charlar sobre algunos
comentarios que el turco publica en su biografía, pero lentamente la
conversación se fue desviando perversamente hacia sus insinuaciones maliciosas
acerca de por qué el osmanlí supuestamente no tiene amigos europeos agregados
sino sólo mujeres latinas… Lo cierto es que efectivamente tiene amistades
europeas y no pocas.
El Islam prohíbe las
murmuraciones (chismes, habladurías) e intenté desviar el tema para hablar
sobre Rumania. Sin embargo, comenzó a decir que los turcos eran un pueblo
barbárico y se basó en el hecho de que por ejemplo, los padres turcos escogen
la esposa de su hijo. La corregí diciéndole que si bien se acostumbra, no es
una obligación que el hijo acepte la propuesta de sus padres y en Occidente los
hijos no permiten que nadie se meta en sus vidas, pero como resultado de ello,
llegan solteros a los cuarenta años y sin ánimo de establecerse. Insistió diciendo
que ella tenía muchos amigos turcos. ¿Pero cuántos turcos habré conocido yo
durante catorce años amando Turquía?
Como no pudo
dejarme callado, siguió diciendo que los turcos eran demasiado tradicionalistas
para algunos asuntos. Yo objeté diciendo que en Chile sucede igual y un ejemplo
de ello es que todavía se mira mal a un homosexual o una madre soltera aunque
no se dice abiertamente y cuando la comunidad GLBTI intenta empoderarse socialmente,
en lugar de causar respeto provoca risa.
El tradicionalismo
en Turquía es parte de un ancestral sistema de vida apoyado por la milenaria
religión del Islam y las costumbres cultivadas culturalmente durante
generaciones. Por otro lado, en Occidente las tradiciones se han perdido debido
a un mal comprendido sentido del progreso y la modernidad, que nos invitan a
cambiar nuestros valores morales por una liberación extremada, pocas veces
abordada del modo correcto. Aquí conservar las tradiciones se relaciona a ser
anticuado.
M. E. Bleotu comete
el mismo error que mucha gente al criticar un sistema de vida distinto al suyo
sin considerar las diferencias culturales que no nos hacen ni mejores ni peores
sino sólo distintos. Se comete una equivocación mayúscula al viajar a Turquía
suponiendo que por ser un país occidentalizado, podremos encontrar una réplica
de nuestro propio país occidental. Estambul es una ciudad levantada sobre las
ruinas de Bizancio y Constantinopla; del mismo modo, la modernidad turca está
fundamentada sobre el respeto a las costumbres y tradiciones que hacen de
Turquía el país que es hoy. Además, cometemos el error de pensar que todo
comienza cuando nacemos, incluso nuestros países de origen como si no
tuviésemos pasado cultural.
Sin ceder ni un
milímetro en su implacable ataque, dijo que la barbarie turca procedía de las
masacres del Imperio Otomano. Entonces, le mencioné que todo imperio tiene sus
bases en episodios bélicos y los turcos habían participado en guerras. Sin embargo,
hubo otros imperios anteriores y simultáneos que masacraron gente en tiempos de
paz… Sobrados son los ejemplos. Además, sólo por mencionar detalles puedo decir
que durante el gobierno del Sultán Solimán el Magnífico, como se le llamaba en
Occidente, el Imperio Otomano alcanzó su cúspide de gloria y tanto fu así, que
la tolerancia ejercida a favor de los ciudadanos les permitió recibir en sus
tierras musulmanas a cristianos y judíos expulsados del Imperio Hispano por la
Inquisición española que durante tiempos de paz torturó, quemó en la hoguera,
ahorcó, ahogó, descuartizó y desterró a gente considerada hereje. ¿Necesito ser
más específico?
Vlad Dracul es
considerado un héroe patriótico rumano como los chilenos consideramos a
Bernardo O’Higgins. Sin embargo, bien sabidos son los oscuros episodios entre
los cuales se destaca que tenía un bosque de gente empalada. Muchos podrán
decirme que el príncipe valaco pasó gran parte de su juventud en una celda
turca, pero lo cierto es que no se puede afirmar a ciencia cierta que ésta sea
la causa originaria de su conducta sólo comparable a la de otras célebres
figuras históricas de poder como Atila, Gengis Kan o Napoleón Bonaparte sólo
por mencionar algunos.
Es cierto que en tiempos
de guerra se ven cosas horrorosas, pero se debe analizar el contexto y sus
particularidades, no únicamente decir que los turcos otomanos eran bárbaros,
porque es inexacto comparándolo con otros períodos históricos y gobiernos
mundiales.
Ya que se
vio perdida, comenzó a atacar mi religión porque y cito «La fe islámica es hipócrita
amigo. Tengo muchos amigos que han vivido con turcos en Alemania, Francia.
Allâh para arriba, Allâh para abajo Y tienen todas las relaciones
extramatrimoniales que quieren». No le quise decir que Estambul tiene muchas
prostitutas rumanas, porque sería ofensivo para mis amigos rumanos y además, no
se debe generalizar en ningún caso. Habría significado bajar a su nivel.
En lugar de eso, cerré la conversación
diciéndole lo siguiente: «Antes de que sigas... No es cortés insultar la fe de alguien. Creo
que tú y yo tenemos más diferencias que igualdades. Lo que haga un musulmán en
particular no te da derecho a decir que todo el Islam es hipocresía. No debes
olvidar que todos los humanos somos imperfectos, pero nuestros errores no
desacreditan nuestra fe».
Su última frase antes de bloquearla fue «Mañana seguimos, si quieres».
Desde luego que no
seguiremos debatiendo, porque además de cansarme con sus comentarios sobre L.
Altun acusándolo de mentiroso y sugiriendo que es adúltero, no podría ser amigo
de alguien que sin respeto alguno y desde la ignorancia opina descuidadamente
sobre el Islam sin importarle cómo pueda sentirme.
Es cierto que los
turcos a veces tienen un trato difícil y no sé cómo abordarlos. También es
verdad que algunos turcos me han decepcionado durante estos catorce años. No puedo
negar que he conocido musulmanes que han fornicado descaradamente y luego se
comportan como si nada. Pero no puedo comportarme como si por ser musulmanes,
los turcos debieran comportarse perfectamente, sin equivocarse nunca. Son seres
humanos imperfectos iguales a cristianos, judíos o gente de cualquier otra
creencia e incluso ateos y agnósticos.
Aquí mismo he
defendido la idea de valorar al ser humano y respetarnos unos a otros por
encima de nuestros errores, imperfección o limitaciones. Pero vivimos en un
mundo donde pecar es pan de cada día, siendo absolutamente incorrecto que M. E.
Bleotu hable de los turcos como si no tuvieran derecho a tropezar sólo por ser
musulmanes. He conocido a mucha gente que sentencia a los demás como si ellos
mismos estuviesen por encima de la imperfección humana. ¡Bah! Si M. E. Bleotu tiene tantos problemas para aceptar a los turcos, no debería buscar amigos en Turquía.
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