«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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lunes, 6 de octubre de 2014

Lo terrible de la amistad

«Lo terrible no es que te deje; lo terrible es que te deje de querer», decía el periodista José Antonio Neme hace algunas semanas en el matinal Mucho Gusto de Mega, hablando sobre la ruptura en las relaciones y de cómo a veces sabemos que esa persona ya no quiere saber nada de nosotros, pero insistimos en llamarle o escribirle con cualquier pretexto para saber si la puerta todavía está abierta. En ocasiones, lo único que conseguimos es que nos saque de su vida definitivamente a patadas porque nos transformamos en un estorbo. Es la pura verdad aunque suene triste decirlo.
A veces esto no sólo sucede en las relaciones amorosas sino también en las amistades. No podemos evitar sentirnos solos cuando sabemos que tenemos amigos pero por alguna razón, se alejan de nosotros sin que el problema sea evidente. Se callan, se distancian y ahí quedas, en el aire suspendido.
Mamá dice que las amistades no son eternas como dicen mis amigos turcos, pues las circunstancias a veces rompen un sentimiento genuino tan hermoso, que quisiéramos conservarlo para siempre pero no se puede, porque todo acaba en esta vida aunque no nos guste.
El Sr. L por su parte, habiéndome visitado un día en casa, me dijo que yo idealizaba las amistades. Es fácil para él decirlo porque no espera mucho de nadie, como tampoco deja que uno se haga demasiadas expectativas de él o así era mientras fuimos amigos, a no ser que durante estos tres últimos años algo extraordinario haya pasado y tenga otra perspectiva de las relaciones humanas. La verdad es que no solamente idealizo los afectos sino también a las personas olvidando que todos somos imperfectos y que generalmente lo más fuerte de la personalidad son nuestras debilidades o defectos.
La vida me ha enseñado a golpes que no podemos comprometernos emocionalmente al punto de quedar destruidos si la relación se acaba. Tampoco podemos ser completamente honestos al extremo de ir por la vida mostrando el corazón. Nadie valora eso y queda demostrado fehacientemente cuando a pesar de tus virtudes, alguien te patea el trasero sin importarle cómo quedes.
«La mucha bondad es causa de menosprecio» decía siempre Karina Züleija cuando todavía nos veíamos. La frase me hace mucho sentido ahora, pues mientras mejor trates a un amigo más es el daño que te hace al sacarte de su mapa o desaparecer del tuyo sin darte explicación alguna.
Debo reconocer que a lo largo de mis ya treinta y tres años en esta vida, me he decepcionado de mucha gente que aparentaba ser emocionalmente madura y sin fobia al compromiso. Pero tristemente he aprendido que a veces esas amistades de la infancia o incluso la adolescencia, sólo duran un corto período mientras sean frecuentes los encuentros y después, todo queda en silencio. No terminas formalmente la relación pero de algún modo, sabes que no sigue adelante.
Éste es un patrón que repetiremos el resto de nuestras vidas, siendo muy raras las ocasiones en que podamos cerrar un círculo o dar por terminado un ciclo afectivo formalmente. ¿Será que uno también debería divorciarse de los amigos cuando la amistad no resulta por diferencias irreconciliables? ¿Y cómo podemos determinar cuándo estamos frente a esas diferencias? Tal vez en la mayoría de los casos, rescatar un afecto sólo dependa de ejercitar nuestra tolerancia y saber disculpar al otro si se equivoca, comprendiendo que nadie en este mundo está libre de cometer errores y a veces, metemos la pata habiendo querido hacer lo mejor sin darnos un buen resultado.
«Quien tiene un amigo, tiene un tesoro», reza el viejo y conocido refrán. Pero a veces no valoramos esta posesión tan incomparable y como todo recurso en esta vida, ocasionalmente la amistad también se acaba. El que dijo por vez primera esta frase, seguramente nunca tuvo un amigo que lo apuñalara por la espalda o lo desechara como trapo viejo cuando ya no le era útil. Pero hoy en día, con las mal llamadas redes sociales, consideramos amigas hasta a las personas que acabamos de agregar sólo porque coincidimos en algunas cosas y creemos que incluso podremos hallar a nuestra alma gemela. Sí, claro…, como si la gente no pudiese mentir en Internet. Nos mienten a la cara y con mayor razón de otras maneras.
Las cosas como son. Hay gente traicionera en este mundo a la cual no le cuesta nada rodearse de gente y ser populares, sólo porque saben afirmarse bien la máscara. Mientras que otros, siendo honestos están completamente solos. Y habemos quienes estamos en un punto intermedio, pues a veces nos topamos con personas siniestras pero por lo general, quienes nos rodean sirven también de escudo, porque nos quieren.
Yo tengo pocas amistades, pero buenas y sé que si alguien me hace daño, reaccionan igual que desatando dos huracanes Katrina. En realidad lo prefiero a estar rodeado de personas que dicen ser mis amigos pero sólo están de paso. a veces me siento muy solo y tal vez se deba a mi carácter melancólico para lo cual, ser escritor y estar lejos de Turquía no me ayuda mucho, sino todo lo contrario.
Ciertamente tratándose de una amistad, hay errores imperdonables aunque pocos como por ejemplo, la traición que alguien nos hace intencionalmente con el fin de obtener algo, sacar provecho o alcanzar un fin. Pero otras veces y casi siempre, perdemos las mejores amistades porque somos incapaces de disculpar pequeños tropiezos, pues nos gusta agrandar las faltas de otros mientras que las propias siempre nos parecen nimiedades. En ese sentido, muchas veces exageramos el daño causado porque nos impulsa nuestro maldito orgullo e incurrimos en faltas más graves que el error mismo, como terminar abruptamente una amistad porque algo se dijo, callaron un secreto personal o simplemente cualquier cosa nos parece una afrenta.
He sabido de casos, muchos, en los que amistades se han roto porque una de las personas va más allá y se confunden los sentimientos. Sí, es un asunto delicado, especialmente cuando el confundido siente que le han dado señales para confundirlo. ¿Pero qué ser humano puede, desde su imperfección, decir cómo debe sentir otro? Hay gente que no puede iniciar una amistad con alguien sin pasar por la cama antes o al menos, tantear terreno, y después nadie se hace cargo de los sentimientos que despierta. En ese caso, y ésta es mi opinión personal basada en la experiencia, quien debiera dar una patada no es aquella persona que sedujo, sino más bien la seducida, por dignidad. Pero todos sabemos que los enamorados no tienen esto último. Ahí es donde la ecuación falla y no llegamos al resultado de la incógnita.
«A una mujer te puedes acercar por el camino de la amistad o el de la pasión. Pero cuando has escogido un camino, no puedes cambiar al otro», me dijo mi hermano una vez cuando todavía era adolescente y se me quedó grabado, aunque mi brújula suele llevarme a encrucijadas. Y claro, como uso silla de ruedas, a menudo mis amistades se truncan porque en la senda que señaló Iván, las ruedas se me desinflan o voy cojeando.
¿Y no será que algunas personas incitan a otras a confundir la amistad para arrepentirse luego, porque también están confundidos pero de otro modo? Digo que todos somos capaces, conscientemente o no, de despertar sentimientos en otros e ir más allá de la amistad, pero a veces no existe la intención de expresarlo o es tan efímero, que no se le da la suficiente importancia. Sin embargo, cuando realmente estamos vinculados a alguien que no nos corresponde, le doy la razón a José Antonio Neme diciendo «Lo terrible no es que te deje; lo terrible es que te deje de querer».

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.