Foto: Camila Améstica Merino y
Tatiana Merino.
Última hora.
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Camila Améstica Merino, hija de
Tatiana Merino, demandó hoy a su padre ante los Tribunales de Familia por
pensión alimenticia, pues éste le negó el pago de sus estudios superiores tras
enterarse en octubre pasado de su orientación sexual a través de la prensa.
Tatiana Merino declaró a los medios
televisivos que por ser su hija lesbiana, Patricio Améstica la maltrató
psicológica y verbalmente. A esto se sumaron las declaraciones más específicas
de Rolando Jiménez, presidente del MOVILH, quien quiso apoyar a las demandantes
por considerar que se ha ejercido discriminación y no sólo negación del pago de
estudios.
Cuando madre e hija salían de
Tribunales de Familia, fueron abordadas por las cámaras de diversos programas
televisivos entre los cuales se destacó Intrusos. Fue entonces cuando la actriz
defendió apasionadamente a su hijo diciendo que su caso es muy parecido al de
tantos otros jóvenes que no pueden salir del armario por temor al maltrato que
sus propios padres pueden ejercer sobre ellos. Fue entonces cuando una
camioneta del programa Primer Plano recogió a las mujeres, llevándoselas.
En algunos medios esto ha dado paso
a que se malinterprete la situación, diciendo que Camila Améstica demandaba a
su padre por homofobia. No es así, pero comunicacionalmente parece ser mucho
más útil el morbo de hablar sobre discriminación por orientación sexual que una
demanda por pensión alimenticia.
Me parece que una vez más los
programas de farándula harán escarnio público con una situación íntima,
familiar que desgraciadamente se hizo conocida masivamente por una parte
afectada.
En esto no tiene nada que ver la
discriminación que jóvenes anónimos sufren por parte de sus padres homofóbicos.
Están queriendo mezclar peras y manzanas sin considerar que la lucha de alguien
gay contra el maltrato es constante, incluso después de salir del armario.
He trabajado en un medio dirigido a
la comunidad GLBTI como muchos de ustedes saben y mamá algunas veces al tratar
el tema, me ha preguntado seriamente «¿Por qué tienen la necesidad de decirle a
todo el mundo lo que son?». A esto le respondo categóricamente lo siguiente:
Cuando un homosexual oculta su
orientación sexual es para evitar la vergüenza pública de sus parientes frente
a la sociedad, que se especializa en hablar de la vida ajena. Ocultar la
orientación sexual por este motivo implica necesariamente que el afectado
admita todos los tópicos que se tienen sobre la población gay, aún cuando tal
vez es virgen y en cuyo caso, no sería aplicable acusarle de promiscuidad.
Además, esconder la orientación sexual
–esto no es lo mismo que ocultar la sexualidad, entiéndase– significa negar
parte importante de la identidad del individuo y permitir que terceros
manipulen su manera de encajar en la sociedad.
En otros artículos he dicho que los
sentimientos son parte de la condición humana y por ello, nadie puede decirle a
alguien de quién puede o no enamorarse. Ojo, dije enamorarse y ello no
necesariamente implica concretar una relación; lo aclaro porque no faltará
quien me haga comentarios sobre la notoria diferencia entre entir algo y
hacerlo. Por otro lado, si alguien concreta una relación, es asunto de esa
persona y absolutamente nadie más.
La misma regla se aplica a la
identidad como ser humano en su conjunto. Nadie tiene derecho a decirte cómo
deberías ser feliz. El modo de vida es individual y ninguna persona debería
sentirse con derecho a decirle a otro bajo qué parámetros puede ser feliz ni
condenarlo si se sale de esos márgenes. En virtud de eso, la orientación sexual
–y no condición ni opción, las cosas dichas por su nombre– es parte de la identidad
de un ser humano y si coartamos eso, al igual que prohibir los sentimientos, estamos
quitándole parte de su condición humana.
A su vez, esto puede aplicarse a
cualquier esfera de nuestro ámbito social. Sean nuestros padres, familias,
amigos, colegas, jefes o incluso líderes de cualquier clase, nadie humano puede
atribuirse el derecho de decirnos qué sentimientos debemos tener, cómo debemos
ser felices correctamente o bajo qué márgenes debemos restringir nuestra
identidad sea social, sexual, individual o colectiva.
Dicho esto y volviendo al tema
inicial, si bien es grave que un padre le niegue a su hija el pago de sus
estudios profesionales en desmedro de su orientación sexual, lo cual constituye
en sí misma una discriminación y una manipulación de la identidad integral del
individuo afectado, tal como se ha expuesto masivamente –y personalmente no estoy asegurando que así sea–, es igualmente reprochable que los medios falseen la
información con el propósito de lograr mayor difusión o audiencia, diciendo que
el motivo de las acciones legales desde el principio no es conseguir
manutención sino por homofobia. Se destruye así la imagen pública de una
persona y no contribuye en nada a la reconciliación familiar.
Me parece también que se debe ser extremadamente criterioso al momento de exponer a un pariente al escarnio público, sea por la razón que fuere, pues está bien exigir manutención de los padres hasta una edad razonable; no obstante, ello no justifica que les permitamos a terceros opinar y sacar conclusiones descarnadamente sobre asuntos que debieran permanecer en la más estricta intimidad familiar. Creo pues que esto no tiene tanta relación con defender los derechos de las minorías sexuales sino más bien, con asuntos privados no resueltos que tampoco llegarán a buen puerto discutiéndose en un programa de televisión.
Me parece también que se debe ser extremadamente criterioso al momento de exponer a un pariente al escarnio público, sea por la razón que fuere, pues está bien exigir manutención de los padres hasta una edad razonable; no obstante, ello no justifica que les permitamos a terceros opinar y sacar conclusiones descarnadamente sobre asuntos que debieran permanecer en la más estricta intimidad familiar. Creo pues que esto no tiene tanta relación con defender los derechos de las minorías sexuales sino más bien, con asuntos privados no resueltos que tampoco llegarán a buen puerto discutiéndose en un programa de televisión.
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