Por sólo un beso suyo

A Lucy Vergara Andrade.

De negrura palpable era mi alma
y sólo amargura llenaba mi corazón,
existiendo en mí una inerte calma
donde la vida no hallaba razón.

Su beso insufló en mí aliento viviente,
hirviendo la sangre que por mis venas fluye,
inquietando los latidos en un silencio insuficiente
para llenar de luz donde la oscuridad huye.

Amor es ahora mi estandarte
y por él he de blandir la espada
que sirva para defender a cada amante
en la embriagués de la dulce palabra.

Corra por prados y valles
que en nada semejen al desierto,
la alegría de sus tiernas frases
cuando reciban al amante eterno.

En mí se distinga el talante
inspirado por su bella sonrisa,
que ilumina su semblante,
tan grato como fresca brisa.

Si al fin la muerte me lleva
en su negro corcel a las tinieblas,
que su amor la causa sea
para recibir feliz mi condena.

Por sólo un beso suyo, todo diera
y en la paupérrima pobreza quedara,
pues bien merecería la pena
si por su amor, a la riqueza renunciara.

No existe aguamiel tan deliciosa
que mi sed bien saciara,
como lo hizo el beso que me entregara,
purgando mi alma maliciosa.

No existe para mí religión más sagrada
que el amor despertado en este corazón,
cuando mi beso ansiaba y solicitada
después de avivar lujuriosa pasión.

Ruégole ahora, que escuche mi canto
y no desprecie mi incesante súplica,
pues si me priva de seguirle amando,
no habrá muerte más última.