
Ahora mi vida es diferente, pues aunque sigo creyendo en la fidelidad, monogamia y mantener una vida sexual responsable, lo cierto es que jamás he tenido pareja. Sin embargo, no necesito gran experiencia amorosa. El sentido común y los principios morales que tengo por crianza familiar, son suficientes para darme cuenta de que cualquiera sea nuestra orientación sexual, el amor verdadero existe y es más importante que la egoísta satisfacción personal.
Demoré en darme cuenta. Pero agradezco no haber cometido grandes errores en el camino, porque aún puedo reconocer la diferencia entre el sentimiento y la sensación. Sabiendo esto, salvé a tiempo mi autoestima y todavía soy digno de respeto por valorar a las personas íntegramente.
A decir verdad, siempre he valorado la familia, la amistad y los afectos verdaderos. Pero ciertamente me siento orgulloso de que mi corazón no se haya enfriado tras tanta decepción y todavía pueda amar sinceramente en sus diversas formas. ¿Cuántos pueden decir esto honestamente?
Hay muchos que cumplen sesenta años y pululan de sauna en sauna buscando sexo casual, porque han desestimado completamente los sentimientos, subestiman a las personas y ya no les importa lastimar a alguien tras usarlo. Yo en cambio, lucho contra eso porque aún creo en la familia, las relaciones adultas (no adúlteras) y el respeto entre seres humanos.
Hay quienes no le dan importancia alguna a la lucha por igualdad de derechos. Estas mismas personas son quienes sobrevaloran una discoteca, las drogas, la promiscuidad, el consumismo superficial la libertad mal enfocada que no es otra cosa sino soledad. Sí. Algunos son tan volubles en sus relaciones porque ésta es la única manera que han hallado de luchar contra ese vacío en sus corazones aletargados.