Y sobre escribir una novela gay, ya lo hice en ¿Con cuántos hombres has amanecido?,
sin publicarse. Terminada en 2011, aún no encuentro una editorial capaz
de aventurarse con una obra atrevida, pero constructiva. En su momento,
Pablo Simonetti me recomendó editoriales y hasta fue amable dándome
consejos sobre cómo abordar temas que tratados superficialmente, no
podrían aportar más allá del morbo.
Debo
reconocer que pese a haber tenido mi segunda novela ya terminada e
inscrita, los consejos de Simonetti fueron un gran aporte a mi
desarrrollo como escritor. Aprendí que no debía narrar vulgaridades para
ganar dinero. Además, cuando un narrador se limita sólo a un público
objetivo, como lo fue el caso de mi segunda obra, su carrera se acorta
aún más porque el tema se satura pronto.
Lo mejor es escribir
sobre varios temas e intentar en la medida de lo posible, llegar a
distintos publicos. Si se logra este objetivo, puedes reinventarte y
narrar desde diversas perspectivas para no ser encasillado como escritor
de misterio o algo parecido.
Frente a las escasas oportunidades
de publicación para esta obra, al menos por el momento, decidí no
aventurarme nuevamente en este aspecto de la narrativa, reconociendo que
fue osado redactar el manuscrito como un diario íntimo claramente
ficticio... Tal vez más adelante y para evitar los desagradables juicios
valóricos pre publicación, pueda animarme a escribir otra obra
polémica, pero en tercera persona.
Está claro que la mezcla de
homoerotismo, drogadicción y núcleos familiares rotos es una receta para
el desastre que sólo editoriales muy progresistas se atreverían a
publicar, porque leerían un espejo de nuestra sociedad en el cual a muy
pocos les gusta mirarse. Es increíble que en pleno siglo XXI, nos
parezca demasiado fuerte leer lo que somos como sociedad y sin embargo,
tengamos una conducta tasn indiferente al ver los noticiarios todos los
días.
No fue mi intención aumentar el libertinaje ni convertirme
en un moderno Marqués de Sade, pero si hay quienes exigen el derecho a
matrimonio igualitario, creí que también estaríamos preparados para leer
aquello de lo que nos gusta hablar muy poco o nada. Claramente me
equivoqué.
Les aseguro que me aún me sorprende ver de cuánta
hipocresía es capaz nuestra sociedad, que se espanta por leer sobre la
vida misma con alguna licencia poética pero al mismo tiempo, se deleita
viendo en televisión sobre los bochornosos escándalos de celebridades en
programas faranduleros, como si de un circo romano se tratase.
¿Acaso
es mentira que en nuestra sociedad existe el adulterio o el divorcio?
¿No podemos mirar más allá de nuestro ombligo y respetuosamente, ver que
hay diversas formas de vivir en este mundo? Pero sí nos damos permiso
para mirar en la televisión programas sobre crudas realidades, como si
no fuese la nuestra.
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