Cuando
era más joven, me resultaba impensable dormir una siesta después de almorzar,
pues al parecer mi cuerpo tenía más energía o ganas de vivir. Hoy en cambio,
llevo días acostándome hasta las cuatro de la tarde y diría que hasta me ha
salido un poco de panza. Sin embargo, ahora en lugar de la siesta, preferí
quedarme escribiendo esto para un amigo.
Anoche
el Sr. G. H. escribió que su ex pareja había llegado de sorpresa a su departamento
sin avisar, reavivando el fuego que alguna vez hubo entre ambos. Pero después
de una fugaz recaída, el susodicho recibió una llamada de su actual novio y
salió corriendo a su encuentro, dejando a mi amigo con lágrimas en los ojos y
la ilusión rota.
Apenas
leí esto, a las dos de la madrugada le escribí un correo electrónico de
aquellos tediosos como sólo yo sé hacerlo, de trece párrafos, para aconsejarlo
e intentar de algún modo consolarle.
Básicamente
le dije que lamentaba su llanto, pero no debía preocuparse porque su dolor era
señal de que aún podía sentir, pues hay quienes desmotivados por las
desilusiones amorosas, renuncian a los sentimientos y eligen vivir
mecánicamente sus pasiones, como entes sin emociones, perdiendo parte de su
humanidad.
Estas
criaturas subestiman tanto las emociones que incluso creen patético a quien
tiene sus sentimientos como motivación. Cualquiera podría decirme que cada
persona es libre de vivir como quiere y que ser promiscuo también es legítimo. Pero
no es así si tu modus vivendi afecta a otros, atropellando sus emociones y
lastimándolos.
En
este sentido, es común que alguien a quien le han roto el corazón muchas veces,
cansado de sufrir, claudique ante el amor y prefiera tener varias parejas
esporádicas en lugar de comprometerse sentimentalmente con sólo una persona,
manteniendo una relación madura y estable. Es cierto que desde hace un tiempo
no abordo los temas de la comunidad GLBTI con la misma frecuencia que antes,
pero esto es igualmente aplicable a cualquier persona sin importar su
orientación sexual. Sigo creyendo que no es válido anteponer las pasiones
propias en desmedro de los sentimientos que alguien tenga.
¿Qué
le pasa a la gente, que va por la vida ensuciando los corazones de quienes a
pesar del sufrimiento, están dispuestos a sentir? Sería oportuno decir en este
punto que debemos ser cuidadosos en general, hombres y mujeres, al momento de
dejar entrar a alguien en nuestras vidas, porque hay quienes no valoran este
voto de confianza y tampoco les importa causarnos una pérdida afectiva, una
desilusión.
Estas
personas, psicópatas porque no hay otra forma de llamarles, nos cosifican;
somos para ellas una fuente de placer que no vale nada después de haber logrado
su mezquino objetivo. Muestra de ello es cómo nos abandonan fríamente, sin
importarles el rastro de desolación que dejan con su partida, porque les
resulta más provechoso usar a un ser humano emocional que masturbarse o
comprarse un consolador. Cuando digo que nos cosifican, es porque nos ven como
si fuésemos consoladores parlantes o elementos desechables de los cuales pueden
desprenderse fácilmente cuando hayan obtenido utilidades. Sí, soy duro e
implacable en mi forma de hablar porque estas criaturas no tienen tacto alguno
al momento de llevar a cabo su plan y tampoco les debe afectar demasiado cómo
se les diga la verdad.
Es
cierto que tal vez el resto de nosotros nos exponemos a este tipo de abuso
socialmente aceptado, porque a veces necesitamos sentir afecto de otro y
cometemos el error de escoger a la persona más inapropiada, sea porque no nos
quiere o simplemente porque no estamos hechos el uno para el otro. Sería deshonesto
no admitir cierto grado de responsabilidad propia en aquellas traumáticas
experiencias amorosas que nos dejan cicatrices.
Sí.
No toleramos la soledad y a veces, preferimos engañarnos creyendo las mentiras
de alguien que sólo quiere aprovecharse por un rato de nuestras carencias. No soy
cínico fingiendo ser alguien sin experiencia; la verdad es que tampoco soy muy
experimentado, pero si a los treinta y tres años todavía me contaran cuentos,
estaría totalmente perdido.
Hace
algún tiempo escribí sobre el Sr. F. A., quien recientemente admitió su
homosexualidad aunque se ve enfrentado a una problemática de tipo religiosa,
porque siendo católico apostólico y romano, se niega a vivir plenamente su
sexualidad y sus sentimientos por temor al Infierno. Actualmente no mantiene
contacto con mi tocayo con la misma frecuencia que antes, pues al parecer se
dio cuenta de que sería difícil vivir en Jordania siendo abiertamente gay.
Quiero
dejar claro que este artículo no trata de lo que dice la religión sobre la
homosexualidad sino más bien, acerca de cómo algunas personas sin importar su
orientación sexual, se aprovechan de las carencias afectivas o el cariño que
han despertado en otros, para satisfacer sus necesidades egoístas sin considerar
el bien común. Sé que a muchos no les gustará mi opinión, pero lo cierto es que
a veces sufrimos estas decepciones porque nos dejamos llevar por nuestras
pasiones e ilusiones, dejando de lado el razonamiento. ¿Qué nos hace creer que
si no funcionó bien la primera vez con una persona, funcionará en un segundo
intento?
No
quiero que el Sr. G. H. se enoje conmigo por lo que diré a continuación, pero
sólo es un análisis: su ex pareja le visitó sin avisarle previamente, pasaron
juntos una tarde maravillosa y finalmente, cuando el actual novio de este
sujeto lo telefoneó, salió corriendo a su encuentro. Para mí es evidente que no
sólo lastimó a mi querido amigo sino además, a su pareja que inevitablemente,
acabará enterándose. Este tipo es una joyita como para llevar a casa; es ideal
para pedirle que marche a favor de una Ley de Matrimonio Igualitario. Luego son
estos personajes por los cuales la comunidad GLBTI tiene mala fama.
Yo
sé que el Sr. G. H. tiene un vínculo emocional con el tipo que lo dejó tirado
ayer y por ello, me preocupa que mis palabras sean malinterpretadas. Sin
embargo, él debe saber que también he tenido muchas decepciones amorosas,
principalmente porque me encuentro con gente cobarde que le teme al compromiso
y aunque pueda enamorarse de mí, nunca tendrá el valor para estar conmigo
porque nadie querrá hacerse cargo de este cacho…, un tipo enfermo, cesante y
que además, habla demasiado.
Repito
que aquí estoy hablando sobre cómo algunas personas desalmadas nos utilizan,
engañan, manipulan y cuando han logrado su objetivo, nos desechan como trapos
viejos. Da lo mismo que estas palabras las lea un heterosexual homofóbico o un
gay reconocido, porque ambos sabrán comprender mi mensaje, pues a todos nos ha
pasado lo mismo y a algunos, más de una vez.
Hemos
escuchado la flauta de Hamelin, pero cuando cruzamos al otro lado del río, sólo
encontramos ratas. Y ya que hablo sobre cuentos de hadas, recordé que anoche el
Sr. G. H. se durmió esperando al Príncipe Azul. Sin embargo, ésta al igual que
la Princesa Encantada, no existe. Sólo habemos hombres reales de carne y hueso;
para quien busque el amor, sólo tiene dos alternativas: los hombres malos o los
mejores.
Por
eso es que los señores F. A. y G. H. no deberían sufrir al tropezar con tipos
como los descritos anteriormente. A los tres con el permiso de Allâh
(swt)
nos queda mucho camino por
andar, cada uno en su senda y por ello, es preciso asumir que si bien el dolor
es inevitable, podemos elegir por quién sufrir: una persona que merezca la pena
o una que no.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario