«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

Comenta en este blog

Selamünaleyküm: No olvides dejar al final de cada artículo tu comentario para el autor de este humilde blog que acabas de leer. Tus opiniones serán tomadas en cuenta para mejorar el contenido en la forma y el fondo.

Si esperas respuesta a tu comentario, debes buscarla dentro de la misma sección del artículo que comentaste. Gracias. Selam.

Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

Sobre Facebook

Por favor, si me agregas a Facebook, envíame un mensaje privado diciendo que has visto mi blog, para saber dónde me encontraste. De lo contrario, tu solicitud podría ser rechazada por seguridad. Muchas gracias por tu comprensión.

domingo, 23 de enero de 2011

Almuerzo de Tarkan Fans Chile

La vez anterior fue una cena y ahora un almuerzo en Döner House. Muchas asistentes eran caras nuevas, pero sin duda lo más gratificante fue recibir socias que viajaron desde Antofagasta y quienes están comprometidas con la causa de viajar a Estambul en junio próximo.
La pasamos genial comulgando en torno a Tarkan, su música y deliciosa comida turca mientras planificábamos nuestra aventura.
Paulina y yo nos transportamos en Metro y aunque tuvimos la mala suerte de que el ascensor estaba descompuesto en la estación donde nos dirigíamos, ella no se hizo problema al pedir asistencia a guardias para subir mi silla de ruedas por los escalones. Es cierto que gestionando se puede lograr casi cualquier cosa o como ella dice: «A Dios rogando y con el mazo dando».
Afortunadamente en Estambul todo está habilitado para turistas y minusválidos porque aquí, eso no puede esperarse aunque sea ley.
Cuando ya habíamos acabado nuestro almuerzo y tras mucho reír, se nos aproximó Ahmet, chico estudiante de ciencias políticas a quien conocí hace dos años en Fundación Catarata. Con toda la amabilidad y simpatía que siempre le ha caracterizado dio consejos, recomendaciones, datos turísticos y otras referencias muy útiles.
Como si ello fuera poco, nos ofreció impartirnos clases grupales de turco a un costo voluntario. Francisca estudió con él durante dos meses y maneja muy fluidamente el idioma. Esto es en especial importante no sólo por cultura general, sino también porque deseábamos estudiar inglés pero una vez allá, resultará estupendo ser trilingüe.
La madre de Paulina tiene razón al pensar que cualquier viaje -en este caso a Eurasia- te amplía el horizonte y para nosotros, también significa superar nuestras propias limitaciones.
Un ejemplo claro es que agotaremos todas las instancias posibles para conocer a Tarkan y presentarnos como un grupo oficial de fanáticos, aunque vivamos en el último lugar del mundo.
Le agradezco de manera especial a las chicas que viajaron desde Antofagasta: Eurídice con su hermana y Graciela con su marido.
Además, debo agradecer a los esposos de Graciela y Madelaine, que las acompañaron a pesar de no compartir su fanatismo por Tarkan.
Me alegra especialmente que todos los asistentes se hayan sentido cómodos y pudieran disfrutar del encuentro, porque nuestra idea era también afianzar lazos, hacer amistad.
Ahora debo ejercitar mis piernas de algún modo para no sufrir el mal de la Clase Turista y acabar con un edema pulmonar, como Fulvio Rossi cuando fue a China.
Ya estoy contactándome con algunas admiradoras internacionales de Tarkan, pretendiendo entrevistarnos una vez en Turquía y conocer al artista.
Espero que las ideas planteadas para recaudar más fondos puedan llevarse a cabo, como la completada.
Nuestro viaje está a la vuelta de la esquina y ya sea que conozcamos a Tarkan o no, dependiendo de su agenda -esperemos tener suerte-, nos aguarda una gran aventura y cuando seamos viejos, aún recordaremos cada paso en aquella hermosísima ciudad.
No puedo acabar este artículo sin antes expresarles mi gratitud y admiración por su prestancia integrándose activamente. Hermanos todos en la causa, gracias totales.

viernes, 21 de enero de 2011

No seas majadero

No hay caso. Ni por broma se le puede mencionar al Sr. L que me invite a Horcón, porque enseguida reacciona como un tonto grave y temeroso diciéndome "Carlos, una vez te expliqué por qué era difícil ir a Horcón contigo, no seas majadero con un tema más que conversado..." (faltas ortográficas corregidas).
En realidad, no lo conversamos sino que se impuso la idea de no poder viajar conmigo a la dichosa playa porque para llegar, había que caminar mucho con la silla de ruedas. Hasta ahí es entendible, aunque poco creíble porque según entiendo durante temporada alta se puede llegar en lancha (Ángel M. lo dijo en la segunda reunión del grupo).
¿Pero me lo tenía que decir en el muro de Facebook de otra persona? Él, que constantemente se siente humillado por alguna broma para mí inofensiva, no se mide al restregarme públicamente cuan difícil es hacer -sólo para él- algunas cosas conmigo por mi enfermedad. ¿No podía tomarlo como una broma o decirme lo mismo por mensaje privado? ¿En qué estaba pensando? Pues en nada.
Pensé bastante antes de escribir esto, especialmente porque prefiero ser juicioso al momento de exponer la discriminación. Pero qué coño... Estoy molesto, dolido, desilusionado porque me doy cuenta de que no importa cuánto tiempo transcurra, siempre habrá gente temerosa de hacer cosas conmigo. Además, si al Sr. L no le importó exponerme en un Facebook ajeno, tampoco debería molestarle leer esto, porque más encima protejo su identidad.
Me importa un soberano carajo ser considerado acomplejado. Es el hecho de sentirme excluido y expuesto (humillado) sin siquiera haberse atrevido a intentar primero las cosas, lo que me molesta.
Durante mi vida nadie me ha dado facilidades para lograr llegar hasta donde estoy y me acostumbré a esforzarme igual que el resto del mundo. Detesto cuando la gente se rinde antes de intentarlo porque es más fácil.
De todos modos, no habría podido ir porque mañana tengo programado el almuerzo con las chicas de Tarkan Fans Chile para organizar el viaje a Estambul. ¿Pero era necesario pararme los carros tan estúpidamente? ¿Qué sabe él lo que puede o no hacer conmigo, si ni siquiera lo intenta? ¿Qué idea tiene de cuáles y cuántos obstáculos he debido superar antes de conocerle e incluso después? ¿Se ha preguntado alguna vez a cuántos he debido demostrarles de lo que soy capaz sin ayuda?
Conozco por montones personas que pretenden obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo, sin tener ninguna discapacidad.
Quienes leen este blog, saben que no uso groserías, pero por la mierda. ¿Hasta cuándo la puta silla de ruedas tendrá más importancia que yo? La verdadera discapacidad es no poder ver más allá del aparato o peor aún, creer que debe cuidárseme, vigilárseme... Hace muchos años aprendí a atarme los cordones del calzado solo y no necesito niñera.
No es por nada, pero a riesgo de sonar duro -y es que ahora soy yo el herido o molesto-, me parece que si bien en muchos momentos mi amistad con el Sr. L me llena de satisfacciones hasta el punto de descubrir que a un amigo puede amársele sobre sus defectos, en el aspecto específico de mi silla siempre tendremos encontrones.
Ahora me doy cuenta de que no ha superado sus miedos o al menos, no aquél que realmente importa. ¿Y qué tan iguales somos? Esa pregunta no me corresponde responderla. Tal vez ni siquiera pueda contestarse, porque sólo a él le compete superarlo.
Sin embargo, acostumbrado estoy a que en este mundo haya gente tan diversa como es posible. Extraño sería que siendo discriminado por tantas razones, me diera el lujo de rechazar a otros. Mientras Sr. L que me conoce desde hace prácticamente dos años teme ir conmigo a Horcón aún en automóvil porque el acceso es difícil -no imposible- o le molesta "cuidarme", Paulina que me conoce hace poco abordará conmigo un avión para ir hasta Estambul y está dispuesta a moverme por donde sea.
¡Carajo! Estambul es una ciudad eurasiática, con otro idioma, otra cultura, fundada sobre siete colinas y Paulina está dispuesta a ir conmigo no porque me tenga pena, sino por querer compartirme un sueño. ¡¿No es eso tener cojones?!
Me he paseado por casi todo el Litoral Central, la cordillera de Los Andes, La Serena, Mendoza, todo Santiago. Subí a lanchas, buses, taxis, automóviles y caballos. Voy a Horcón riéndome, pues hay varios caminos.
Les contaré algo -no acostumbro meter aquí a mi familia pero dado el caso, servirá para ilustrar-. Mamá no siempre tiene buena opinión de gente extraña, pero últimamente ha visto las actitudes del Sr. L o Paulina y ha llegado a pensar que Dios me pone buenas personas en el camino, incluso solidarias.
Después de leer el tan diplomático comentario del Sr. L, le respondí "Ok, ni por broma, fin del tema. Tonto grave" y me dice "¡Así me gusta!". O sea que encima de todo, lo toma como si no debiera ofenderme -quizás ni cuenta se dio, por no verme la cara-. Entonces le dije "Quédate con la última parte" (léase "Tonto grave").
Sus temores eran entendibles cuando apenas nos conocíamos, pero tras dos años, es su problema y no el mío. Jamás he esperado que la gente me acepte de buenas a primeras. Sin embargo, tampoco me presento como alguien con quien se deba tener cuidados especiales.
Soy realista y obviamente hay cosas que no puedo hacer, pero estamos en Chile, un país sin mayores adaptaciones para la gente minusválida. Aquí uno no puede pretender que todo sea fácil. Empero, tampoco me rindo sin previo intento y jamás he puesto mi discapacidad como excusa para evitar esforzarme.
¿Acaso todo tiene que ser siempre como a él le gusta? ¿Y dónde quedo yo? Aún recuerdo cuando dije que el Príncipe Azul se destiñe al primer lavado y se enojó a muerte porque yo no sabía nada de su sufrido pasado. Al parecer, él también opina desde la ignorancia sobre lo que puede o no hacer conmigo.
¿Y qué sería de él si -ni Dios así lo quiera- debiera usar silla de ruedas? ¿Se sentiría bien o entendería cuando alguien lo discriminara en cualquier aspecto? Uno debe decidir si la vida sigue o termina.
¿Acaso debo mudarme a un mundo de minusválidos para sentirme igual que los demás? No. Yo me siento bien conmigo mismo. ¿Qué debo esperar en el ámbito amoroso-sexual según ese criterio? Tal vez deba casarme con una inválida (término peyorativo) o mejor aún, una enfermera musculosa.
No sé. Tengo tanta rabia, tanto dolor. Hice todo para superar aquellas diferencias que él hace conmigo en distintas instancias, demostrarle que soy como cualquier individuo pero con una frase volvemos al punto de partida, como si en este tiempo el Sr. L no hubiese aprendido nada. Ahora tengo la mente en blanco y mi corazón debe rehabilitarse.
Ya que al Sr. L le gusta tanto "Sexo en la Ciudad", le recuerdo: Carrie Bradshaw aprendió que cuando se trata de relaciones, las palabras de Jack Berger son sólo eso. En relaciones de amistad, ruego a Dios que Sr. L no sea un Berger aunque para ser realista, veo difícil un cambio cuando sepa cómo me siento.

NOTA: Sr. L si lee esto, ni se moleste en exigirme explicaciones; usted sabe cuánto ha metido la pata. En lugar de enfadarse, supere sus miedos. Esto no se trata de ver quién tira más la cuerda. Deje de poner obstáculos, pues son más suyos que míos.

jueves, 20 de enero de 2011

Necesito un diario

Esta tarde mamá y yo fuimos al Mall Plaza Alameda para comprarme pantalones cortos que pueda llevar a Estambul. La verdad es que mi armario necesitaba renovarse hace bastante tiempo y como antes no había una razón para hacerlo, seguí usando la ropa de años, con algunas excepciones.
Es increíble que en algunas grandes tiendas la atención al cliente deje tanto qué desear. Casi no hay vendedores, sólo cajeras. Además, los departamentos de mujer, hombre, niño, ropa, perfumería y otros están distribuidos de tal forma, que casi es necesario usar brújula para hallarlos.
Después fui a la librería Lápiz López para comprar un cuaderno donde reiniciar mi diario. Sólo quería uno con muchas hojas de composición, tamaño mediano y una portada atractiva porque ésta sería mi bitácora de viaje. Daba lo mismo si era empastado o anillado. Sin embargo, sólo había cuadernos universitarios de matemáticas, donde el espacio interlineal es tan pequeño que prácticamente escribes una letra sobre otra y ni siquiera un grafólogo podría descifrar mis escritos.
En todo caso, el vendedor estaba más preocupado de trapear el piso que de atenderme. ¿Cómo pretenden vender así?
Espero no exagerar, pero casi me siento desnudo sin un diario, porque he llevado uno desde los cinco años y aunque no todos se hayan salvado con el tiempo, siempre tuve dónde registrar mi existencia. Alegrías, penas, dudas, seguridades, paranoias, éxitos, fracasos, amores y desilusiones.
Un ejemplo claro de la importancia que un diario tiene para mí es que en el pasado terremoto chileno del 27 de febrero, allí desahogué mi angustia por ignorar cómo se encontraba el Sr. L cuando aún estábamos mal, mis parientes o Cury, porque los teléfonos móviles aparentemente tan confiables y sofisticados no tenían señal.
Otro caso es la graduación de Enseñanza Media, la tenotomía de Eggers y posterior rehabilitación, el viaje a Mendoza, mi titulación como Técnico en Comunicación Social con mención en Producción de Eventos, edición y el lanzamiento de la primera novela, etcétera.
Como si ello fuera poco también narré mi paso por la Teletón, el año en que me diagnosticaron diabetes mellitus insulinodependiente o tipo 1A o cuando fui columnista del portal Mitos Radio, Televisión y Magazín.
Allí también hallé consuelo y refugio al fallecer mi abuelita materna, Victoria Ester, gracias a quien descubrí mi vocación literaria porque ella me obsequió el primer diario, en mi cumpleaños.
Por mi diario -o este blog- consta que Tarkan ha recibido mis cartas, saludos grabados y mensajes mediante los grupos de admiradores. También cuando nació Tarkan Fans Chile e incluso cómo nos integramos a las comunidades de Tarkan Latino y Tarkan Internacional.
Ahora que todo parece ir tan perfecto en mi vida por reanudar amistad con el Sr. L, esperar una respuesta del editor sobre la segunda novela, firmar más ejemplares de "Alma Negra", haber superado las réplicas sísmicas, conocer a Paulina González y especialmente viajar a una ciudad que ha sido mi sueño durante los últimos once años, no tener un diario es casi motivo para abofetearme.
Pueden pedirme que no suba al avión con armas, drogas o alcohol -hipotéticamente hablando porque jamás pensé hacerlo-, pero abordar sin mi diario es como dejar la cámara fotográfica digital en casa.
El diario es para mí lo que una estaca a Buffy Summers, un Birquin a Victoria Beckham, los Malono Blahnik para Carrie Bradshaw. ¿Cómo esperan que salga de casa sabiendo tan efímera la vida?
Tal vez les parezca egocéntrico, pero necesito registrar cada paso en Estambul, porque no me basta haber publicado una novela, también quiero decir con mis propias palabras cómo vivo la vida aunque muchas anotaciones puedan perderse.
Mamá dijo que me comprará un cuaderno cuando vaya al Centro durante los próximos días o acabaré como la chica drogadicta de "Pregúntale a Alicia", haciendo anotaciones sin fecha en hojas sueltas y bolsas de papel.

lunes, 17 de enero de 2011

Mi diario editado

Para nadie es un secreto que me había comprado un nuevo diario íntimo. Planeaba comenzar a escribirlo el 1 de enero pasado con grandes acontecimientos. Sin embargo, a estas alturas ya debo cambiarlo por otro completamente virgen y empezar desde cero.
Cometí el error de usar un lápiz con tinta gel que se corre al menor estímulo dejando manchones-son unos mal pensados- y además, hice algo que no debía siendo escritor: dejarme llevar por las emociones sin cuidar la redacción. Como resultado tengo un cuaderno lleno de borrones, pésima caligrafía y expresiones redundantes..., indigno de mí.
Por último, desperdicié espacio anotando entradas irrelevantes cuando lo más prudente, dada mi muy probable aventura en Estambul, es ahorrar hojas para escribir durante el viaje.
Por todas aquellas razones el diario que escribí desde Año Nuevo se va al tacho de la basura y mis anotaciones serán  transcritas a un nuevo cuaderno.
Sí. Es verdad que un auténtico diarista sólo escribe y no pretende ser el mejor redactor. También lo es que mediante sus letras revela su mundo interior y en gran medida, registra realidades.
Un detalle frecuente en los diarios íntimos es que al parecer, el velo de la fantasía tiene una extensión suficiente como para vestir la realidad, aún cuando pretendamos ser diaristas objetivos. Resuta inevitable.

"Estambul. Ciudad y recuerdos". Pamuk, Orhan

Ahora que estoy embarcado en la aventura de conocer la ciudad más bella del mundo dentro de algunos meses, me di al placer que proporciona Mondadori habiendo publicado en 2006 la obra “Estambul. Ciudad y recuerdos”, del escritor turco Orhan Pamuk, quien fue además el Premio Nobel de Literatura ese mismo año.
Aunque algunos discrepen radicalmente con el autor, él nos entrega mediante la traducción de Rafael Carpintero, una visión completamente distinta de la que podríamos tener los occidentales sobre esta milenaria urbe, porque le quita en parte el exotismo y la dota del necesario realismo de quien ha vivido allí prácticamente toda su vida.
Es cierto que Pamuk mata en parte el mito de la ciudad mágica que muchos tenemos en mente, pero a cambio le da vida al paisaje citadino describiéndolo como melancólico y siendo absolutamente crítico.
De hecho, estas memorias son ricas en detalles sobre travesías, amores, relaciones y rencores, siempre con el característico toque osmanlí que para mi sorpresa, difiere mucho del folleto turístico.
Cuando lo compré, le pregunté al vendedor de la librería si acaso tenía algún texto que hablara sobre Estambul, pero este libro muestra realidades vistas por alguien nacido y criado allá, quien en párrafos para nada elogia la cualidad cosmopolita de su hogar, tan destacada por el mundo entero. Tal vez este tono notoriamente desafiante le da su merecida reputación polémica.
Orhan Pamuk nos dice «El que Estambul esté dividida entre la cultura tradicional y la occidental, y entre una minoría inmensamente rica y los suburbios, donde viven millones de pobres, y el que permanezca constantemente abierta a una inmigración permanente, ha provocado que en los últimos ciento cincuenta años nadie sienta la ciudad como su verdadero hogar» (p.137).
Es ciertamente un juicio lapidario, considerando que el escritor es la única voz alzada para discrepar del resto. Esto le da a su obra una distinción bastante particular y muy interesante.
Por la misma razón, Pamuk puede resultar acusador a ultranza con sus reproches, pero si bien esta descripción podría agradar y disgustar al estambuleño en igual medida, sirve muchísimo a un lector extranjero que quizás viaja llevando ideales, porque previene la decepción turística mediante el relato simple y elegante de un conocedor.
Como escritor, siempre he querido escribir una novela ambientada en esta urbe, pero cierta vez un amigo eurasiático me dijo «No puedes hablar sobre Estambul sin conocerla, porque darás descripciones que están en tus fantasías y ningún turco se identifica con visiones occidentales de nuestra ciudad». Creo por ello, que la obra analizada ahora es completamente desprejuiciada aunque no lo parezca.
En sus cuatrocientas treinta y seis páginas el libro complementa su cautivante relato con fotografías personales del autor, que atrapan aún más al lector mostrándole Estambul no sólo mediante una redacción sostenida, sino también le enseñan la veracidad del relato.
Después de todo, parece que al menos en cierta medida tanto mi amigo turco como el propio escritor, tienen razón al decir que sólo puede conocerse la verdadera ciudad a través de los ojos estambuleños.

jueves, 13 de enero de 2011

Las relaciones virtuales

Acabo de leer una columna femenina en Yahoo! del tipo "Sex and the City", pero francamente muy al pedo. Se titulaba "Un novio virtual" y pretendía en base a una experiencia fallida, aconsejar sobre cómo las mujeres deberían buscar relaciones virtuales, especialmente siendo madres solteras.
Ximena conoció a un ingeniero agrónomo, padre soltero, muy interesante y mientras más se escribían, mayor era la ilusión pese a las distancias. Cuando ella debió viajar al campo desde Buenos Aires para conocerle, pagando su pasaje en bus, el tipo prometió que le regresaría su dinero.
Como lo importante era encontrarse y estaba tan ilusionada, Xime partió a la aventura y una vez allá, tras tener gran sexo, el ingeniero le ignoró por todo un fin de semana dejándola abandonada en los campos y al final, esta ingenua mujer debió regresar a Buenos Aires por sí misma pero, sin dinero del primer pasaje.
Me pareció bastante ridícula -la columna y no la autora-, porque en gran medida es muy difícil encontrar una pareja estable haciendo click y basándose en fotos de perfil. No nos engañemos, conozco algunos casos exitosos, pero son dos entre miles y la verdad es que del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Un individuo -regularmente un hombre- puede parecer muy guapo, encantador, romántico, sensible, interesado, sexual y fascinante por la Web, pero cuando da la cara resulta ser todo lo contrario.
Es cierto que ahora gran parte de las relaciones se establecen a partir de Internet porque, querámoslo o no, es el medio más masivo y en la sociedad actual, por diversos motivos a veces no podemos conocer a alguien por otros medios. Sin embargo, lo más prudente es dejar fluir la relación sin tener expectativas desde un principio.
Ello nos lleva a idealizar al individuo -si lo sabré yo-, ilusionarnos y luego, pagamos las consecuencias decepcionándonos.
Les parecerá bastante desalentador lo que diré, pero a estas alturas de mi vida -con veintinueve años- me resulta ingenuo esperar algo de cualquier persona. Tampoco digo que uno deba conformarse mendigando cariño, porque es agradable percibir interés de la otra parte, pero hasta cierto punto no podemos somos culpables de nuestras propias desilusiones.
Antes las abuelas usaban ese viejo y conocido refrán "El papel aguanta mucho". Hoy en día es la página web y aunque cueste aceptarlo, si esperamos encontrar a la pareja ideal con sólo un click, acabaremos encontrando siempre gente interesada únicamente en sexo esporádico o inclusive menos.
Hace poco me di cuenta de que la gente le teme más al sufrimiento que a la muerte. Dolor por ser heridos, rechazados, engañados, etcétera. Por ello, ahora prefieren echarse un polvo con distintas personas para no comprometerse, que varios polvos con la misma pareja y tener un compromiso establecido.
Por eso uno, que sigue siendo tonto romántico, debe tener especial cuidado con los elogios gratuitos y el interés esporádico.
En algo sí le concedo razón a la autora del artículo: prestar atención a las señales de alerta como excusas para conocerlos, plantones, correos electrónicos informando cosas que deberían decirnos por teléfono, horarios extraños para arreglar citas, etcétera.
Cuidado también con leer falsas señales o involucrarse con gente que tira la piedra y luego, esconde la mano. Me pasó y lo pagué caro. Aunque Jack Berger acabara siendo un maldito hijo de perra, Carrie aprendió que cuando se trata de relaciones, las palabras de Berger son sólo eso.

miércoles, 12 de enero de 2011

Mi posible viaje a Estambul

Artículo escrito para folleto de Fitur.

Aunque no lo he querido divulgar a los cuatro vientos, basado en el hecho de que un proyecto suele estropearse si hablar demasiado sobre ello, cabe la posibilidad de viajar a Estambul durante junio próximo, junto a una socia del grupo Tarkan Fans Chile. Con esto, cumpliría mi segundo sueño tras ser escritor publicado desde 2009. ¿Pero por qué es interesante ir a esa ciudad?
Quien me conoce sabe que soy admirador de Tarkan, hasta el punto de presidir el grupo y además, escribo bastante sobre aquella urbe aún sin haberla vivido personalmente. ¿Y cómo puedo hablar tanto de Estambul sin conocerla? Pues, porque con internet es casi imposible desconocer este mundo u otros.
A decir verdad, muchas personas me han orientado sobre costos de transporte, sitios turísticos interesantes y hospedaje. Pero eso es para un turista. Yo soy más bien, un viajero que hasta ahora usa la imaginación y el teclado, pero pronto si Dios quiere, agarraré mi mochila con cuatro trapos y partiré a la ciudad más bella del mundo.
Polis griega, capital del imperio romano occidental, el otomano y desplazada por Ankara al declararse la República de Turquía por Mustafa Kemal Atatürk el 29 de octubre de 1923, Estambul ha sido siempre considerada de gran importancia. Tan sólo en 2010 fue asignada como Capital Europea de la Cultura (además de Pecs en Hungría y Essen en Alemania), nombramiento por demás merecido considerando la historia e influencia que desde allí se ha ejercido sobre el orbe.
Estambul es la castellanización del nombre turco İstanbul, que a su vez proviene de los términos griegos eis tin poli (pronunciado como is tim boli) del griego clásico eis tên Polin, que se traduce ‘en la ciudad’ o ‘a la ciudad’ por ser el corazón del mundo helénico bizantino.
Durante distintos períodos históricos y aún hoy en muchos aspectos, Estambul ha sido estimada como la ciudad más bella, grande y cosmopolita de Europa, mucho antes de serlo París o Milán. En tiempos medievales los cruzados y sarracenos se disputaron su dominio básicamente para utilizar su estratégica ubicación, entre dos continentes donde además, hay tres mares.
Sí, es cierto que mucho se habla de otras capitales europeas o incluso sobre Nueva York, pero el legado estambuleño de antaño bien le merecería titularse como la Primera Gran Manzana. Es la más condensadamente habitada ciudad turca por su gran tamaño y aunque tiene un régimen musulmán laico, también posee carácter cosmopolita debido al altísimo índice turístico anual y por ser capital económica.
No obstante la occidentalización, el turista siempre debe tener presente que se encuentra en tierras desconocidas donde existen otras costumbres y modos de vida. Es aconsejable no sólo documentarse mediante internet sino también, en lo posible, pedir asesoría a algún amigo osmanlí que pueda orientarle sobre diversos aspectos.
Lo digo porque mucha gente que ha visitado Estambul me llena de consejos útiles y aunque no he revisado la web, es inestimable saber por ejemplo:
  • Que se debe separar el dinero en distintas monadas (euro, dólar y nueva lira turca) así como también en monederos diferentes, pues el euro se parece a la nueva lira y los turistas suelen confundirse.
  • Dependiendo de la divisa, comprar con nuevas liras turcas puede ser muchísimo más conveniente que usar euros o dólares.
  • Paulina, mi acompañante, tiene las obvias preocupaciones de una turista en tierras distantes. En cuanto a vestimenta, los pantalones cortos y los escotes muy pronunciados no son recomendables. Para visitar las mezquitas, es necesario cubrirse la cabeza con un pañuelo.
  • Además, se debe usar calcetines para ingresar a las mezquitas o en su defecto, entrar descalzo. Algunas proporcionan pantuflas, que le he visto a Karina en fotos de su viaje.
  • En internet leí, aunque no lo he confirmado, que juntar el pulgar y el índice para hacer la señal de OK en Turquía, es llamar a alguien “invertido”.
  • Rentar un departamento en grupo, de las múltiples ofertas existentes, puede resultar mucho más barato e incluso cómodo que hospedarse en hoteles u hostales. De hecho, así puede uno disponer libremente de los espacios.
  • Comercio, sitios de interés, horarios de atención en ellos y transporte son temas en los que resulta bueno complementar la información de guías, agencias y conocidos, especialmente si alguien nos espera allá.
Podría hablar en este artículo sobre los más de cinco mil sitios turísticos para conocer y disfrutar, como el harén del Palacio de Topkapı. Mencionaría también la belleza que tanto he oído, visto o leído en testimonios, fotos, videos, películas y documentos como el film "Un toque de canela" o las memorias "Estambul. Ciudad y recuerdos" del Premio Nobel de Literatura en 2006, Orhan Pamuk. Seguramente no diría nada nuevo, distinto a lo ya dicho durante milenios; pero me resulta más significativo e importante dejar a un lado lo obvio, considerando cuan corto se hace el tiempo más largo recorriendo esta parte del planeta.
Es evidente que aún me queda mucho por hacer: pasaporte, pasajes, maletas, itinerario y control con mi diabetóloga para cualquier asunto médico… Aún más falta por aprender. Empero, todo es parte de mi odisea particular.
Sin embargo, viajar a Estambul es mi sueño y en cierta medida, nuestros sueños son parte de nosotros mismos, no algo extraño. Por tal razón, está dentro de mi alma. Bien podría decir que me siento como Ulises cuando regresó a su amada Ítaca, porque la espera ha sido larga y el anhelo quizás parezca demasiado pero cuando esté allí, seguro habré llegado a mi destino.
No estaré conociendo esta ciudad, sino reconociéndola. Si Dios quiere, dentro de muy poco tiempo podré saber con certeza por qué me parece más romántico observar un atardecer enmarcado por las hermosas mezquitas de la silueta estambuleña, que pasear en góndola por los canales venecianos o cenar observando la torre Eiffel en París.

lunes, 10 de enero de 2011

"Vlad. La última confesión del conde Drácula". Humphreys, C. C.

En 2009 Ediciones B se aventuró a publicar una nueva visión sobre la vida de quien es el personaje histórico, literario, cinematográfico, televisivo y popular más reconocido de los últimos cinco siglos y fracción.
C. C. Humphreys realiza una exhaustiva investigación y utiliza su maestría literaria para entregarnos una narración cruda sobre el célebre voivoda rumano que otrora gobernara Valaquia con sangre fría para mantener a los otomanos al margen de sus dominios.
Es cierto que Occidente conoce a Drácula por el mítico vampiro fruto del genio de Bram Stoker y en muy menor medida, por el histórico personaje europeo en quien se inspiró. Sin embargo, Humphreys retoma las leyendas rumanas sobre éste último para concretar un relato que va más allá de la simple ficción novelada.
Él entremezcla personajes reales y ficticios para darle cierto matiz realista muy interesante a su obra, cautivando al lector, mostrándole tanto la corte de Vlad como los dominios turcos. Puede así, presentarnos al protagonista desde múltiples perspectivas.
Transcurre 1501 y el príncipe Horvathy llega al castillo de Poienari, en los Cárpatos, pretendiendo descubrir la verdad sobre el conde. Para conseguirlo, debe entrevistar a tres individuos, considerados sus más cercanos. El primer testimonio es de Ion Tremblac, antiguo caballero y amigo de Vlad, que lleva años prisionero. El segundo es de Ilona Ferenc, una misteriosa mujer que fue amante del noble. El tercero es del hermano Vasilie, que era su confesor.
Es cierto que en su obra el autor no pone a Vlad con su verdadero título de príncipe y lo conserva como conde. Empero no debemos equivocarnos confundiendo novela e historia.
Según puede leerse, además de ser ágil, la novela nos da detalles de un Drácula cruel pero al mismo tiempo atormentado por sus propias acciones, lo cual permite al lector disfrutar con un relato enriquecido en cuyas entrelíneas las aventuras abren paso al alma desnuda del Vlad descubierto.
Si bien el gobernante auténtico fue hecho prisionero por los turcos otomanos en dos oportunidades a lo largo de su existencia y ser sometido a torturas pudo originar su megalomanía, este libro nos permite redefinirlo según el contexto histórico y personal que le tocó vivir.
Aunque suene contradictorio decirlo, el autor diseña a un héroe sin adjetivos que podríamos encontrar en los registros históricos o documentales y no se ciñe únicamente a hechos puntuales, pues da libertad al lector para calificar por sí mismo.
Tal vez lo más fuerte sea la escalofriante exactitud con que cuenta pasajes reconocidos universalmente. Empero, sin ánimo de ser frívolo, me pareció encantador mostrar los mapas al principio y final para delimitar las zonas geográficas donde ocurre la historia. Así también, iniciando podremos encontrar una lista de los personajes.
Es una novela absolutamente recomendable, que les helará la sangre.

lunes, 3 de enero de 2011

"Vidas vulnerables". Simonetti, Pablo

En la última Feria Internacional del Libro de Santiago tuve el placer de adquirir la reedición de "Vidas vulnerables", colección de cuentos del escritor chileno Pablo Simonetti bajo el Grupo Editorial Norma.
En esta entrega, el novelista narra historias con exhaustivos detalles cuya realidad bien o mal he podido comprobar personalmente... Como escritor, reconozco que a veces describir situaciones y lugares me resulta dificultoso si trato de ponerme en los zapatos del lector. Sin embargo, se agradece que Simonetti relate brevemente sin perder el hilo conductor.
Hago mea culpa. Cuando leo algún libro que requiere demasiada atención, es muy probable que lo deje a la mitad aunque en un principio parezca entretenido. Empero, Simonetti logra seducirme al danzar literariamente, sin ceder demasiado ni reteniéndome forzosamente. Así, me deja en un punto intermedio donde hasta cierto punto le admito aquel secuestro.
Sí. Es cierto que ocasionalmente repite palabras cual estribillo en el canto de sirena. Pero no lo considero redundancia o pobreza de lenguaje, sino un recurso válido para entregar su mensaje masivamente.
Existen otros escritores, que no vienen al caso, capaces de utilizar hasta el hartazgo términos muy rebuscados, con el ánimo de presumir su amplio vocabulario como reconocidos intelectuales. Uno debe sentarse a leerlos con una enciclopedia acompañando el viaje literario. Simonetti en cambio, siendo un hombre por demás culto y cosmopolita, escribe para entretener sin ánimo de pedantería académica.
Esto además lo dota de una cualidad especial: voluntaria o involuntariamente -habría que preguntárselo- hace reflexionar entregando sutiles moralejas, lo cual da a sus textos un contenido extra.
Es verdad que juega con la ambigüedad de sus personajes y es un tema recurrente en sus obras, pero la estructura y el contexto narrativo hacen que finalmente esto pase a segundo plano y no choque.
En el relato "Santa Lucía", que le hizo ganador del concurso de cuentos de revista Paula en 1997, no se necesita ser lector consumado para apreciar la cruda realidad desnuda de un matrimonio cuya crisis desemboca en este cerro santiaguino.
Cuando lo leí, sea por incredulidad o ingenuidad, creí que era una chocante ficción. Sin embargo, hace poco tiempo paseé por ese sitio y cuál fue mi sorpresa al ver tres parejas de amantes tendidas en el pasto. Moraleja: la realidad es más increíble que la ficción.
En "Los jardines del Bóboli" el autor hace gala de la descripción, que según veo es el principal atributo narrativo de un buen escritor, especialmente para quienes como yo, no han tenido la suerte de visitar Italia. Si es cierto que debemos escribir sobre lo conocido, nuestra experiencia contribuye bastante aunada a la investigación del tema y escenario escogido para alguna obra.
Es con este estilo que Simonetti demuestra su bagaje cultural y hasta sibarita sin necesitar vanagloriarse, siendo humilde en la expresión artística y consiguiendo una notoriedad que muy pocos merecen.

sábado, 1 de enero de 2011

MMXI

Por fin llegó 2011. La verdad es que hasta ayer estaba cansado del año que acabó, pues comenzó en lo personal, muy mal, conmigo y Sr. L distanciados, un terremoto con tsunami, defunciones... Lo que es un verdadero cataclismo emocional.
Aunque no lo crean, recién ayer me atreví a escribir en mi diario de 2009 lo ocurrido en cuanto al desafortunado conflicto que destruyó parte de quien fui hasta entonces.
Ocurre que un buen diarista no sólo escribe las vivencias felices sino también aquellas experiencias nefastas; del mismo modo que un periodista no sólo informa las buenas noticias sino también de catástrofes.
Sí. Sería más digno, aunque deshonesto, omitir aquellas vivencias desagradables, editando los errores, desamores, humillaciones y sufrimientos, pero también perderíamos parte de nuestra esencia humana. ¿Cómo aprenderíamos?
Tía María Adriana me dijo una vez que los humanos podemos sentir amor verdadero por parejas, padres, hijos o amigos y que declarar abiertamente ese amor no condiciona.
Conozco mucha gente que aún teniendo avanzada edad carga rencores de su juventud. Les he visto apagarse por el odio, ennegreciendo su corazón y corrompiendo su alma. Yo mismo he querido sacar de mi vida a algunos seres verdaderamente malignos, cuya influencia por poco apaga la flama de mi vida... No hablo de una muerte física sino de un deseo mortal, cuando se extinguen nuestras ansias por vivir.
En otras palabras, prefiero sentir amor, contagiarlo, alimentarlo, declararlo abiertamente aunque parezca tonto demostrar tal sentimiento por el viejo padre, la sacrificada madre, el esforzado hermano o algún amigo que uno mismo ha escogido como destinatario del afecto porque el corazón lo exige.
Anoche llamé a Sr. L, Esteban, Paulina, Carolina y Cury entre otros para felicitarlos en este nuevo año. Sin embargo, no pude evitar sentirme un tanto desamparado cuando Cury no reconoció mi voz. Había perdido mi número telefónico y por los quehaceres laborales ya casi no tiene tiempo...
Cuando cursábamos Enseñanza Media e incluso mucho después pensaba que jamás nos distanciaríamos, que la llamaría desde el hospital geriátrico para comparar dolencias y recomendarnos secretamente medicinas. Empero hoy me di cuenta de que con los años, ella ha hecho su vida y yo la descuidé por estar más al pendiente de mis novelas u otras personas a quienes doy mi amor porque se lo han ganado.
Los tiempos cambian al igual que la gente. Ya le decía yo a Sr. L hace unos días que nada es definitivo en este mundo: ni su enojo, ni nuestro distanciamiento, ni mi cercanía con Cury, ni las personas que una vez amé con toda el alma y hoy están con Dios. Sólo Él se mantiene inmutable, porque todo lo demás cambia.

sábado, 25 de diciembre de 2010

En esta Navidad

Debo reconocer que en esta Navidad tuve bastantes obsequios materiales que desde luego, se agradecen muchísimo. Sin embargo, y no es que quiera dármelas de santo haciendo votos de pobreza, sigo creyendo que los mejores regalos son aquellos espirituales, dados a partir del sentimiento.
No quiero caer en el mal gusto religioso fundamentalista de decir que la Navidad es una mezcla de muchas fiestas paganas reunidas por los primeros clérigos cristianos para conmemorar el nacimiento de Jesús ignorando la fecha real de éste. Me parece que si alguien no desea celebrar la Navidad, es libre para no hacerlo, pero intentar convencer a otros mediante exégesis o argumentos rebuscados me resulta desagradable.
En lo personal, he disfrutado un abrazo sincero o la grata compañía amistosa de quienes dicen quererme y además, lo demuestran. Éste es para mí un significado superior que afortunadamente, no sólo puede practicarse durante las fiestas decembrinas, cuando estamos tan empapados con el espíritu navideño, sino también todo el año.
Obsequios materiales:
  • Dos libros (Sr. L y Esteban).
  • Un llavero de ojo turco (Esteban).
  • Un chocolate Golden Nuss libre de azúcar (Esteban).
  • Un mala (Esteban).
  • Tres poleras (Iván y mis papás).
  • Zapatillas (mis papás).
  • Un tazón de Tarkan (Carolina).
  • Dos botellas de vino de exportación (Paulina).
Esteban se lleva mención honorífica o medalla de oro.
Obsequios espirituales:
  • Mi familia y todos los buenos momentos que paso junto a ellos.
  • Mi amistad con Sr. L, Sr. P, Esteban, Paulina, Carolina, mis ex compañeros de liceo y los socios de Tarkan Fans Chile.
En este último punto, debo reconocer que he vivido momentos de felicidad plena, cuando uno ni siquiera se acuerda de las limitaciones... A tal punto que mamá ha dicho "Carlos tiene mucha suerte en la vida, porque siempre se topa con gente que Dios le pone en el camino". No es por nada y tampoco quiero pecar de inmodesto, pero creo que algo bueno debo estar haciendo para que allá arriba se fijen en mí.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Almorzando en casa de Esteban

Ayer por fin el Sr. L y yo almorzamos en casa de Esteban tras mucho postergarlo por motivos de fuerza mayor.
Fue una odisea llegar con mamá hasta la estación de Metro Vicente Valdés desde Ecuador, porque incluso un tipo estuvo a punto de asaltarla en el vagón. Pero por suerte el Sr. L no demoró mucho en llegar.
El pastel de papas estaba delicioso al igual que todo el almuerzo. Debo reconocer que comí como un cerdo, lo cual trajo como consecuencia hiperglicemias posteriores, pero para ello existe la insulina inyectable.
La madre de Esteban es una señora muy simpática. No guarda relación alguna con aquella anciana achacosa y llena de enfermedades que Esteban describe cuando nos habla de ella. Se integra sin ningún complejo a las conversaciones, como una más del grupo.
A Esteban le encantó el tasbith que le compré en el stand que Fundación Catarata tenía en la 30ª FILSA. Mamá le hizo un saquito y ése fue mi obsequio navideño para alguien cuya espiritualidad se sostiene en sí misma.
Por mi parte, regresé a casa lleno de obsequios: un mala tibetano con bolsa y cuarzo, un llavero de ojo turco para la buena suerte, un chocolate Golden Nuss libre de azúcar y un ejemplar de "Bartleby, el escribiente" del autor Herman Melville.
De regreso, el Sr. L y yo veníamos hablando sobre la posibilidad de organizar un almuerzo en mi casa para invitarlos y es que ya corresponde. Además, quiere invitar a mamá a su departamento, para que le conozca sin desconfiar...
Dicha sea la verdad, mi vieja está tan acostumbrada a oírme hablar de ellos, que incluso dice «Me cae bien tu amigo -refiriéndose al Sr. L-, porque dice las cosas como son, igual que yo». Sinceramente, no sé hasta qué punto eso sea una cualidad, pero en fin.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Un toque de canela

Ayer por la tarde vi esta película que el Sr. L me prestó diciéndome que era turca, aunque en realidad sea griega. Realizada por el director y guionista Tassos Boulmetis en 2003, el título turco es "Baharatin tadi" aunque en You Tube tenga otras traducciones y sea más fácil hallarla por "Un toque de canela".
Creí que sería como "Mi gran boda griega", pues está catalogada como comedia y drama. Sin embargo, desde el principio comprobé que un constante sentimiento evocativo, venido quizás de dónde porque para mi desgracia aún no viajo a Turquía, se apoderaría de mi ánimo hasta el final.
Pudo ser por la genial superposición de tiempos y espacios que Boulmetis utiliza para narrar la vida de Fanis Iakovidis (Evelina Arapidou, Markos Osse, Odysseas Papaspiliopoulos y  Georges Corraface) o su imperecedero amor por la cocina, la astronomía y Saime (Gözde Akyildis y Basak Köklükaya). Aunque mi melancolía de algún modo podría atribuirse a aquella afinidad que siento por Turquía.
De hecho, el Sr. L me prestó esta película justamente pensando que me gustaría por los paisajes de Estambul, aunque tal vez ni siquiera haya imaginado que aún ahora, mientras escribo, tengo aquella sensación previa a la lágrima por escaparse.
Es que los propios personajes lloran y desnudan sus almas en tanto la trama es sazonada exquisitamente con los conflictos políticos existentes entre Grecia y Turquía durante parte del siglo XX, para dar un contexto al ingrediente principal.
Apenas terminé de verla escribí en mi Facebook «Si la sal le da sabor a las comidas, las lágrimas son saladas para darle sabor a la vida». Esta reflexión se me hizo muy patente en tres escenas: cuando Savvas Iakovidis (Ieroklis Michaelidis) le revela a su familia cómo podía evitar que fueran deportados y cuando Fanis se despide de su abuelo en la estación de trenes siendo niño y el hospital, ya adulto.
Pocas veces he visto una película que me deje algo o me haga sentir, pues ante la injustificada mofa familiar al verme llorar, prefiero esconder aquella sensibilidad modesta e incomprendida. Empero, de vez en cuando es bueno dejar a un lado las vacías comedias adolescentes, sobrecargada ciencia ficción o burdo heroísmo patriótico de acción estadounidense, para dejarse llevar por una historia humana que no pretende recurrir a lágrimas fáciles sino más bien, apela al sentimiento.
Creo que el Sr. L sabía hasta cierto punto qué reacción provocaría en mí esta historia y entiendo sus motivos para pedirme cuidársela como hueso de santo, pues si fuese mía, sólo se la prestaría a alguien en quien confiara mucho y para quien tuviese verdadero significado.
Quienes disfrutaron del amor culinario en "Como agua para chocolate", se enamoraron con el "Diario de una pasión" o apreciaron que "La vida es bella", no pueden dejar fuera del recetario cinematográfico "Un toque de canela".

viernes, 17 de diciembre de 2010

Tú eres mi regalo

«En cuanto sales de casa, la felicidad parece tan fácil» (Isabel Ordaz en “Aquí no hay quien viva”).
Ayer fue una tarde bastante agitada, pero alegre, después de unos días en reposo padeciendo tortícolis cervical. Visité al Sr. L para entregarle el obsequio navideño que le compré hace un mes en la 30ª FILSA: la novela “A sangre fría” de Truman Capote, que él tanto buscó sin éxito.
Por distintas razones no pudimos vernos antes y a decir verdad, temía que se la hubiese comprado por cuenta propia, pues estaba muy entusiasmado con leerla. Y a propósito de literatura, dijo estar ansioso de leer mi novela, adquirida durante mis jornadas firmando ejemplares.
Como es característico en mí, por desgracia, llegué retrasado pues antes tomé un desvío al Mall Plaza Alameda para comprar un teléfono móvil ENTEL y obsequiárselo a mamá, pero el tiempo transcurrió increíblemente rápido allí. Ahora sólo debo comprarle un regalo a papá, que tal vez será ropa.
Sr. L me había enviado dos SMS antes para saber si iría, pero como siempre estoy sin saldo, sólo pude llamarle momentos antes de subir al taxi y me advirtió que su departamento estaba patas arriba. En efecto, cuando llegué aquello era una leonera donde no cabía un pie. Sin embargo, la confianza existente hace esto intrascendente y lo menciono como mero dato. Seguramente hoy seguirá ordenando.
_ ¿Qué puedes tomar? –preguntó.
_ Bebida dietética, ¿por qué?
_ Podríamos ir al Friend’s algún día, pero la idea es que te tomes algo, porque la entrada se paga con derecho a un trago –me invitó.
_ Igual me gustaría ir –se despertó mi entusiasmo.
En cuanto pude le pedí la mochila para sacar el libro y cuál fue mi sorpresa cuando de su cómoda sacó un paquete similar… Era la novela “Dormir al sol” de Adolfo Bioy Casares.
_ Somos originales para hacer regalos –me dijo dejando escapar una risa espontánea.
_ Pero me gusta, porque regalar un libro sale de lo común.
_ Es que hace un tiempo preguntaste sobre los miedos para escribir una novela y ésta los aborda desde el punto de vista psicológico.
_ Interesante.
_ ¿Fumas puros? –me preguntó a propósito de nada.
_ No. ¿Por qué? –quise saber.
_ Es que tengo uno y yo tampoco fumo. Si quieres, te lo doy para tu papá o tu hermano.
_ Bueno. Gracias.
Regresó con un puro hecho en La Habana, cuyo envase parece consolador en miniatura y no perdí oportunidad para mencionarlo.
_ Es como un consolador.
_ No faltará quien lo use así, Carlos.
Inmediatamente le expliqué que mi intención era darle el ejemplar días antes y me contó que Rodrigo F. había prometido prestárselo, pero ya no será necesario. Temí que mi dedicatoria le pareciera demasiado rebuscada, pero no dijo nada.
Tras la conversación inicial fuimos a la lavandería, pues hacía dos semanas que no lavaba ropa ni sábanas y ya estaba quedándose con muy poco para vestir. Fue cómico verle afligido aprendiendo a subir mi silla de ruedas por dos escalones intentando no resbalar, pero conocí partes del condominio inexploradas incluso para él y además, ciertas prendas íntimas con divertidos estampados de DC Comics.
Le comenté que tal vez pueda ir a Turquía sin gastar tanto dinero porque Karina había cotizado los pasajes a ochocientos mil pesos por Air France.
_ Si vi que te juntaste con socias del grupo de fanáticos de Tarkan.
_ Lo pasamos genial –le comenté.
_ Cuando subamos te prestaré una película turca que tengo. Te gustará. Se llama “Un toque de canela”, pero debes cuidármela como hueso de santo.
_ Gracias.
En la terraza trasera, mientras limpiaba con su sudadera blanca mis inmundos anteojos –que le dejaron una mancha verde–, disfrutando los hasta entonces cálidos rayos del atardecer, charlamos sobre las relaciones de diversas índoles. Nos cuestionábamos hasta qué punto es confiable alguien que conoces por Facebook. Ciertamente nuestros círculos sociales más recientes se han formado a partir de aquel medio, pero es inevitable sentir desconfianza de algunas personas cuando ignoras sus verdaderas intenciones o son volubles proponiéndote encuentros íntimos aún teniendo pareja.
_ Depende del criterio de cada persona –me dijo muy serio–, pero yo no confío en esa gente.
_ ¿Y para qué solicitan amistad si luego te eliminan sin motivo? –le pregunté.
_ Es que no les das lo que buscan –respondió.
_ Yo soy súper práctico. Si quieren encontrarse conmigo y veo que pasan demasiado tiempo excusándose, luego les ignoro.
_ ¿Harás eso con Esteban? –me preguntó bromeando y aludiendo a que pronto se supone que, si Dios quiere, almorzaremos en su casa tras mucho postergarlo por motivos de fuerza mayor.
De regreso en el departamento, conversándole cuando se duchaba, tuve la impresión de hasta cierto punto, hablarle a mi hermano o alguien muy cercano. Incluso al observarle peinándose, le hallé parecido a mi primo putativo Marcelo, en sus mejores tiempos.
_ Aquí está la película. La vi y me acordé de ti, porque te gusta tanto Turquía –me la entregó luego de secarse con una toalla amarilla.
_ Ah, vale.
Ya vestido con un pantalón claro, una camiseta colorada que tenía estampado a Buda, calcetines y zapatillas se perfumó usando exquisitas fragancias dulces para por fin salir, dejando atrás el desorden. Fuimos cerca del cerro Santa Lucía quedando cautivados por un escaparate donde exhibían preciosos muebles antiguos, lámparas de lágrimas, escritorios y sofás. Llegamos a un café llamado El Rincón Andaluz, donde comí pizza individual bebiendo delicioso té con sabor a vainilla. Él tomó primero un jugo y después quiso también té, fumando.
_ ¿Te la corto? –preguntó.
_ ¿Qué cosa? –inquirí malicioso.
_ La pizza, huevón. Que estás todo maneado y no me pides ayuda; tienes que decirme.
En realidad, entre la pizza, la taza de té, la tetera y el jugo yo hacía malabares como un equilibrista del Circo del Sol para no botar nada.
Parlamentábamos cuando se acercó a hablarnos un hombre que nos era familiar: José Miguel, líder del grupo en el cual Sr. L y yo fuimos presentados hace año y medio. Le di mi número telefónico móvil por si se reunieran nuevamente.
Al despedirnos, siguió su camino hasta perderse doblando la más próxima esquina y nosotros partimos en dirección contraria, rodeando el cerro, recorriendo un costado de la Biblioteca Nacional que me parece no haber conocido cuando era estudiante.
Llegamos al barrio Lastarria, prestando especial atención a la cartelera de El Biógrafo, donde se destacaba “Mi familia–The kids are all right”, estelarizada por Annette Bening, Julianne Moore y Mark Ruffalo. Siguiendo la trayectoria deteniéndonos en la feria de antigüedades.
_ Aquí vi un ejemplar de “A sangre fría”, pero no lo quise comprar porque era de segunda mano y estaba caro –me comenta.
_ Pero ahora lo tienes nuevo –dije.
_ Sí.
Me detuve mirando un libro de runas, recordando aquellos tiempos cuando las leía sin fallar, hace cuatro años y noté que había tomado dos libros.
_ Mira, un libro de tarot –le mostré.
_ Un amigo me leyó el tarot hace poco –comentó sonriendo–. Dijo que no tendría dinero ni amor pero sí amigos que me querrían mucho.
_ Tenía razón. De hecho, siempre te digo cuánto te quiero –le recordé.
Una vez más en el Santa Lucía y habiendo atropellado con la silla a unos cuantos incautos, no pudiendo esquivar algunos hoyos del pavimento o las bajadas. Vimos a dos parejas de amantes besándose recostados en el césped.
_ Esto parece el fondo de una caricatura, que cada tanto se repite –bromeé.
_ Podríamos hacer una excursión un día –sugirió–, porque está todo habilitado para sillas de ruedas.
_ Sí, programémoslo –accedí fascinado ante una nueva experiencia.
_ ¿Cómo irás a la casa de Esteban?
_ En radio taxi –respondí.
_ Te saldrá caro –observó–. ¿No puedes ir en metro o Transantiago?
_ No tengo tarjeta Bip ni cómo bajar las escaleras porque no hay ascensores en todas las estaciones. Pero ya tenemos tres panoramas: el almuerzo con Esteban, ir al Friend’s y hacer la excursión.
_ Sí, tienes razón.
_ ¿Te gustaría ir a mi casa? –propuse.
_ Nunca me has invitado.
_ Lo estoy haciendo –aclaré–. Podrías ir a almorzar, porque mi mamá te atendería encantada.
_ Si es a almorzar, no me niego –accedió–. La prostitución tiene muchas caras, dicen.
_ ¿Qué te gusta comer? –dije riendo en tanto pasábamos por fuera de una tienda hindú y una pastelería turca.
_ De todo, menos mariscos y betarraga.
_ Le diré a mamá que cocine zapallos italianos, si estamos en temporada.
Ya teníamos un cuarto panorama camino al departamento. Sólo falta poner fecha a cada uno.
_ ¿Te falta mucho? –me preguntaba papá, llamándome al móvil en plena calle.
_ Todavía ni pienso irme.
_ Ah, bueno… Es que aún estoy en el taller. ¿Estás bien?
_ Sí, no hay problemas, pero voy cruzando la calle.
_ Llama cuando hayas tomado el taxi, para esperarte –me pidió.
_ De acuerdo.
El corredor del edificio tenía una cálida temperatura que contrastaba notoriamente con la fría brisa exterior.
_ Seguiré ordenando –dijo el Sr. L arriba.
_ ¿Qué libros tienes?
_ Revisa.
Hasta había uno con fotografías de desnudos masculinos y por supuesto, estaba “Alma Negra”.
_ ¿Lo leerás?
_ Sí. Pero me da ansias –respondió.
_ ¿Por qué?
_ Me causa curiosidad saber sobre qué pudiste escribir, porque no es una historia que tenga relación con tu vida. ¿Qué escribirás ahora?
_ Estoy esperando que la editorial me responda sobre la publicación de mi segunda novela y quiero escribir algo distinto, con mi propia mitología –especifiqué.
_ ¿Por qué escribiste una novela gay? –quiso saber.
_ Porque es algo que necesitaba decir, un mensaje que tenía dentro para entregar.
_ ¿Y qué dijo tu familia?
_ No saben de qué se trata exactamente.
_ Te expones mucho.
_ Es que no es mi historia, sino una narración ficticia para entregar un mensaje.
_ Pero igual debes entender su punto de vista si les pareciera mal.
_ Es que tenía aquel relato desde hace mucho y antes no me atreví a escribirlo por temor a lo que pudieran pensar. Pero tampoco quiero especializarme en literatura gay.
_ Es bueno que seas polifacético y no te encasilles en una tendencia. Me parece bien que seas capaz de pasar desde la literatura fantástica a la narrativa gay y desde ahí a otros campos.
_ De eso se trata –dije–. He notado que muchos activistas pro derechos de los homosexuales viven en función de eso y no salen de ahí.
_ Suele pasar. Para mí, ser maricón no es lo mismo que mariconear en la Marcha del Orgullo Gay, por ejamplo –diferenció.
_ La novela trata sobre eso.
_ Pero igual es complicado que escribieras eso, porque tus papás se sentirán incómodos –insistió.
_ Uno debe atreverse a hacer cosas aunque a la gente no le gusten –proclamé.
_ Es que los papás siempre querrán lo mejor para uno y aunque suene mal decirlo, yo también me doy cuenta de que eso sería casarse y tener hijos, porque ser homosexual significa quedarse solo. Además, me desencanté del amor.
_ A lo mejor no tendrás pareja, pero sí amigos –dije.
_ Pero no es lo mismo –objetó.
_ Ten presente que por hoy te sientes solo y desencantado, pero no conoces el mañana –le hice notar.
_ También es cierto.
Y lo que en realidad quería decirle es «Siempre me tendrás a mí». Sin embargo, preferí no hacer una declaración aparentemente tan comprometedora, pues podía malentenderlo o sentirse intimidado, aunque fuese dicha desde la más sana sinceridad.
Ello porque al final, si nos vemos solos, siempre tendremos amigos o una red de seguridad. De alguna manera o por lo menos para mí, las amistades son una segunda familia. La dedicatoria que le escribí en el libro “A sangre fría” dice entre otros puntos «Tú eres mi regalo…», pues la vida te da afectos como obsequios.
_ Me toca comer –dije habiendo pasado un rato.
_ Se me echó a perder el refrigerador, a tres cuadras está el departamento de un amigo donde guardo arroz, tallarines y comida.
_ No lo quiero molestar.
_ Él no está y yo le cuido el departamento.
_ Ah, bueno… Entonces vamos.
En aquel momento le llamó Christian, un amigo que debía pasar a recoger algunas cosas y el Sr. L le dio las indicaciones para llegar al departamento del cual cuida.
_ Te prestaré una chaqueta, porque hace demasiado frío –ofreció–. Devuélvemela cuando vayas a casa de Esteban.
_ Bueno, gracias.
Recibí una prenda de tono verde musgo, muy abrigadora y confortable. Ahora la tengo colgada en mi armario, cubierta con un cortaviento mío para no ensuciarla con polvo.
Habiendo llegado al amplio domicilio cuya decoración minimalista me encantó, el Sr. L preparó arroz con ensalada de palta, choclo, habas y arvejas para mí en tanto cocinó una chuleta de cerdo que comería acompañándome.
_ ¿A qué hora piensas venirte? –era mi papá al teléfono móvil otra vez.
_ Estoy comiéndome la colación –respondí.
_ Tu mamá quiere saber dónde estás.
_ Ella sabe dónde y con quién estoy. ¿Me necesitan allá? –me preocupé.
_ No. Aprovecha que saliste, porque sales poco –aconsejó.
_ Gracias. Dile a mamá que estoy bien y que me están atendiendo como rey –solicité antes de colgarle.
De nuevo prestándole atención a mi amigo, le oí:
_ En este último tiempo me di cuenta de algo súper agradable –me dice– y es que por primera vez tengo amigos para envejecer.
Y pensé «¿Seré uno de ellos?».
_ ¿Cómo es eso? –pregunté.
_ Porque todos mis amigos habían sido gente con la cual salí y ahora encontré personas a quienes les agradan las mismas cosas que a mí, pues tenemos cosas en común –contestó.
_ Pero a mí no me gustan las mismas cosas que a ti –objeté-. ¿En qué grupo entro?
La respuesta me llenaría el alma hasta el punto de conmoverme.
_ Tú no eres uno de aquellos amigos que se tienen por situación para salir, sino uno de los que se tiene por cariño.
En este último tiempo el Sr. L me ha dicho reiterativamente lo mucho que me quiere. Ya no siento aquella barrera cuya primera piedra puse yo mismo y es muy agradable sentirme querido. Es tan fácil estar con él ahora, conversar, compartir, ser quien soy, disfrutando cuanto me da sin exigirle.
En ese momento llamó Christian diciendo que estaba cerca. Al salir el Sr. L a su encuentro, aproveché un instante para acercarme a la ventana y reflexionar observando una iluminada Torre ENTEL ya pasando medianoche.
Es cierto que en otros tiempos fui egoísta y hasta inconformista, le saturé, sólo hubo dudas y desconfianzas mutuas, capaces de hablar más fuerte que el cariño. Empero, la mayor certeza es que no existen circunstancias definitivas y si hoy somos amigos, es porque el afecto o amor franco descansó para no rendirse.
Cuando Christian y el Sr. L llegaron, conversamos sobre temas triviales tomando un té que tuvo diferente sabor dependiendo del comensal. Estando a punto de partir, me llamó mamá:
_ ¿A qué hora te vienes?
_ Ya pediré el taxi.
_ Porque tu papá quiere acostarse –reprochó.
_ Pronto estaré en casa –me despedí.
Llamé un radio taxi en el trayecto desde un departamento a otro y cuando entramos al edificio donde vive mi amigo, notamos cuan ebrio estaba el conserje. Arriba conversamos por quince minutos sobre la vida de actrices famosas, pero no me quedé mucho rato más, pues ya pasaban a buscarme.
Al llegar a casa le entregué a papá el habano, diciéndole que el Sr. L se lo enviaba y saqué de mi mochila los obsequios y la película, que veré antes del martes.
Ahora debo leer, para darle mi opinión sobre su obsequio y él hará lo mismo con el mío, pero primero se sumergirá en el universo de "Alma Negra".
El cariñoso beso de despedida en la mejilla me confirmó una vez más que Dios tiene distintas maneras para hacernos felices, y sólo debemos estar atentos a Su presencia en nuestras vidas.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Primera cena de Tarkan Fans Chile

Para hoy estaba programada una cena del grupo Tarkan Fans Chile -al cual se pueden suscribir si les gusta este cantante- en el restaurante Döner House a las 18:00 horas. ¿Por qué tan temprano si era una comida? Pues porque sierran la cocina a las 21:00 y queríamos tener tiempo suficiente para charlar sobre todos los planes que teníamos.
Creí que no podría ir, pues ayer casi a mediodía mientras estaba en Estación Central, de regreso a casa sufrí una hipoglicemia severa con desmayo incluído y esta tarde tenía un terrible espasmo muscular en el cuello, que seguramente me ayudará hasta mañana.
Sin embargo, me di ánimos suficientes y partí. Mereció la pena, pues no sólo comí deliciosos platos turcos, sino que además tuvimos una grata conversación, pudimos revisar toda la discografía de Tarkan, escuchar su música, tomarnos fotos y hasta casi caí cuando bajaban mi silla de ruedas por las escareras del Metro tomándome fotografías, lo cual desde luego no sólo parece excéntrico, sino también causa risa a destajo.
En cuanto a los futuros planes, Karina nos contó que sus pasajes a Estambul por Air France le costaron $ 800.000 pesos chilenos y no los más de $ 2.000.000 que pide LAN Chile, por lo cual un posible viaje a Turquía no se ve tan lejano. Y ya que no tengo un amor aquí ¿quién sabe si encuentre allá al amor de mi vida?
Para recolectar fondos e ir como grupo, desde luego se nos ocurrió organizar una fiesta comercial, aunque se deben pulir algunos detalles, pero podría resultar.
Como si ello fuese poco, le di US$ 100 a Karina para hacerle unos pocos encargos que tendré Dios mediante, dentro de un mes, cuando haya regresado de sus vacaciones.
La pasé muy bien y espero repetirlo, porque es así cómo se forman y mantienen los grupos, con verdaderos vínculos. Para la próxima, deben asistir todos quienes hoy se ausentaron. Saludos.

Gracias por tu visita

Si llegaste a este blog y lo leíste, agradezco que me dedicaras un poco de tu tiempo.

Asimismo, te invito a dejarme tus comentarios, sugerencias, peticiones y críticas constructivas en los posts.

Por último, si te agradó, puedes añadir un vínculo de La Pluma Dorada en tu página web, blog, fotolog o espacio personal y así, colaborar al crecimiento de este humilde rincón. También te invito a convertirte en seguidor.

Espero tenerte de regreso; siempre serás bienvenido. Hasta pronto.

Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.